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La Venezuela socialista de Maduro termina dolarizando contratos

Héctor Rubini 06 noviembre de 2019

Por Héctor Rubini Economista (USAL)

La hiperinflación y la destrucción de la economía ya no tienen remedio. Todo parece indicar que Nicolás Maduro y su grupo de apoyo, se mantendrán en el poder sin cambios. Tampoco cambiará la realidad de todos los días, con caída de la producción petrolera y del ingreso de divisas.

El desastroso régimen de Maduro se ve cada tanto incentivado a ensayar alguna pantomima mediática para distraer a propios y opositores. La última humorada fue la de adelantar las fiestas de Navidad para esta semana. Una tontería que no logra ocultar la creciente escasez de bienes básicos, el deterioro del capital físico y humano de Venezuela, y la fuga de la población hacia otros países o, de mínima, hacia monedas extranjeras.

Si bien el FMI ha corregido hacia atrás las estimaciones de la inflación, sigue mostrando números que la dinámica de la inflación e hiperinflación en Venezuela es, de mínima, espantosa: 274,3% en 2016, 862,6% en 2017 y 130.060% el año pasado. Las estimaciones aproximadas para 2019 y 2020 son, respectivamente, de 200.000% y 500.000%.

La dinámica de la hiperinflación de los años 2017 y 2018 redujo al mínimo la actividad y el empleo de recursos, pero también la demanda de bienes y de dinero local. La inflación estimada se desaceleró algo en el primer trimestre de este año, por una medida del banco central venezolano en febrero pasado: elevar los encajes legales marginales al 100% en febrero pasado, lo que hizo saltar el encaje efectivos semanal de los bancos privados de 57% a 70%.

La fuerte restricción de liquidez desinfló la demanda de bienes, pero no la de divisas. Algo más que obvio en altas hiperinflaciones: alguna moneda extranjera es la que en poco tiempo se impone como como reserva de valor, como unidad de cuenta y también como medio de pagos. En las hiperinflaciones de nuestro continente, el dólar ha sido la “vedette” como almacén de valor y unidad para determinar precios absolutos. Su uso como “numerario” una vez aceptado por el público para la celebración de contratos no es fácil de ser desafiado ni por una nueva moneda local con cierta estabilidad. La experiencia argentina desde el inicio de la convertibilidad hasta el presente es por demás ilustrativa: el dólares "la" moneda de referencia como reservas de valor y también como unidad de cuenta y medio de pagos, tanto para bienes importados como para inmuebles u otros bienes registrables.

Desdolarizar contratos y expectativas exige derrotar la inflación, no otra cosa. Caso contrario, hasta las autoridades deben aceptar la dolarización. Venezuela no es la excepción: dos años atrás el propio Maduro se ufanaba de las supuestas bondades de una nueva moneda virtual, el “Petro” presentado como alternativa que mágicamente podría ser más atractiva que el dólar. El pasado 21 de octubre en la Gaceta Oficial 21.472, el Banco Central de Venezuela emitió la resolución 19-09-01 que obliga a los bancos a que los créditos otorgados a partir del 28 de octubre de este año los créditos comerciales (salvo descubiertos por tarjetas de crédito y préstamos ya no se expresan en bolívares. Deben otorgarse expresados en una Unidad de Valor de Crédito Comercial (UVCC), resultante de dividir el monto en bolívares por un Índice de Inversíón del Banco Central de Venezuela, ajustado diariamente por tipo de cambio oficial. No es más que la derrota frente al intento voluntarista de desdolarizar las neuronas y los contratos de los venezolanos.

En la medida en que el dólar escasee de manera muy ostensible, los flujos de divisas con el exterior (comerciales y financieros) pueden permitir acceder a otras monedas convertibles y estas últimas disputar con la divisa norteamericana, la supremacía como “moneda verdadera”. En el caso venezolano, desde hace varios meses se viene observando que tanto por los escasos ingresos por exportaciones como por las sanciones aplicadas por Estados Unidos y otros países, el gobierno venezolano se ha visto forzado a manejar stocks de oro para pagos directos a gobiernos y proveedores del exterior o su intercambio por otras monedas. Esto ha permitido la progresiva consolidación en este año del euro como segunda “moneda verdadera” después del dólar. Un segundo puesto que en las zonas fronterizas ocupan, por razones más que obvias, el peso colombiano y el real de Brasil. Un fenómeno no muy diferente del observado en Zimbabwe luego de la hiperinflación de 2003-08, y en la actual, desencadenada el año pasado.

Por el lado de la economía real, a su vez, Venezuela, sigue mostrando resultados más que desalentadores: el PIB de 2019 cerrará con una caída de 28,7%, de modo que su nivel medido en dólares será a fin de año equivalente apenas al 20,1% del PIB de 2011. El ingreso per cápita anual cerrará en torno de U$S 2.548, superando en el continente sólo al de Nicaragua y al de Haití.

Las perspectivas para el año próximo son negativas, si bien el FMI espera una caída menor de la actividad económica. Mientras tanto, la petrolera PDVSA no pudo pagar vencimientos de un bono con vencimiento el año próximo, y abogados del bloque opositor de Juan Guaidó han presentado una acción legal en Estados Unidos. invocando la nulidad de ese título porque la garantía de pago es la refinería CITGO en EE.UU. y ello requería aval del Congreso. Sin embargo, el viernes pasado un juez negó la solicitud de la oposición para suspender por 120 días las acciones del fabricante de vidrios Owens-Illinois para ser indemnizado en U$S 500 millones por la nacionalización de dos plantas de CITGO en Venezuela en 2010.

El gobierno venezolano enfrentará 2020 con un frente externo complicado, sin levantamiento de las sanciones del exterior y una hiperinflación recesiva que no se detiene. Por consiguiente, las condiciones bajo las que la población debe vivir seguirán empeorando y la hiperinflación seguirá sin solución a la vista. Los venezolanos seguirán votando todos los días de la única manera posible, huyendo de la moneda local y emigrando a otros países con la última esperanza de poder encontrar un futuro algo mejor.

Algo que ni registran los que en nuestro país le recomendarían este viernes al Presidente electo que “hay que prender la máquina (de imprimir billetes)”, total “después, al año, habrá una devaluación”.

Demasiada ignorancia y superficialidad. Si algo es claro, es que ese será el camino más corto para poner en riesgo la estabilidad del próximo Gobierno y para terminar en una hiperinflación empobrecedora igual o peor que la está padeciendo Venezuela bajo el régimen autoritario de Nicolás Maduro.

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