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¿Hay trabajo del futuro para Argentina?

27 noviembre de 2019

Por Augusto Nicolás Salvatto Coordinador del Programa Ejecutivo en Trabajo del Futuro (EPG - UCA)

Aunque parezca difícil dimensionarlo, nos encontramos ante un inédito punto de inflexión, impulsado por lo que se conoce como la Cuarta Revolución Industrial. El trabajo coordinado entre distintos sectores del Estado y un replanteamiento de la matriz industrial del país son altamente necesarios para el mundo que viene.

Millones de trabajos van a desaparecer en el mundo. Es un hecho. Y otros tantos se van a crear gracias a la innovación tecnológica. Alrededor del 65% de los niños que están ingresando hoy en las escuelas primarias tendrán empleos que aún no se inventaron, y sólo en Argentina, dos tercios de las posiciones laborales que existen actualmente corren riesgo de ser reemplazadas por la automatización.

En Argentina vivimos en la permanencia de lo urgente y la palabra futuro no suele estar en el vocabulario de la decisión pública si no es asociada a la compra anticipada de dólares. Sin embargo, este contexto requiere la acción urgente y coordinada del Estado, el sector privado y la sociedad civil con una mirada de mediano y largo plazos. Otros países ya lo están haciendo.

Corea del Sur, por ejemplo, es uno de los países más innovadores del mundo, y tiene una economía basada en la promoción de una industria tecnológica altamente competitiva. Las diferencias con la matriz económica Argentina son evidentes y comparar ambos países sería absurdo, pero eso no quiere decir que el caso coreano no tenga cosas de las que podamos aprender.

En primer lugar, la cuarta revolución industrial y su impacto en la economía son elementos muy presentes en el debate público del país asiático. Desde que fue elegido, el presidente Moon Jae-in se centró en una serie de políticas públicas que buscaron subirse a la ola de la cuarta revolución industrial y aprovechar su impulso en lugar de nadar contra la corriente.

El comité coreano

La creación del Comité para la Cuarta Revolución Industrial bajo estricto control de la Presidencia de la República buscó generar una coordinación intersectorial, ya que requiere de distintas áreas que difícilmente se ponen de acuerdo, como Educación, Trabajo, Producción, Ciencia y Tecnología y Economía. Este es un primer paso fundamental para poder llevar adelante políticas públicas coherentes y coordinadas que tengan un verdadero impacto. Si los planes educativos y de formación profesional no se hacen pensando en las habilidades demandadas para el trabajo del futuro, y si las industrias que se impulsan son aquellas que están en vías de extinción, no habrá trabajo del futuro ni trabajo en el futuro.

El comité contra el hambre es necesario, pero si no creamos espacios intersectoriales para debatir la cuarta revolución industrial, muy probablemente nunca podamos prescindir de él.

En Argentina, según datos de la Cepal, un cuarto de las familias aún no tiene acceso a internet en sus hogares. Esto es altamente preocupante si tenemos en cuenta que la brecha digital actúa como un mecanismo de reproducción de la desigualdad y por tanto perpetrador de la pobreza. En ese contexto, la acción del Estado para formar a los más jóvenes en las habilidades digitales y blandas que requiere el trabajo del futuro resulta fundamental si tenemos en cuenta que los que están hoy en la escuela primaria serán el capital humano del país hasta la década de 2070.

Repensar la matriz industrial

En segundo lugar, Corea del Sur tomó la decisión política de invertir fuertemente en investigación y desarrollo aplicada a pequeñas y medianas industrias innovadoras que generen empleo genuino mediante la innovación tecnológica en sectores sustentables, brindando asistencia estatal. Argentina se encuentra ante la necesidad de replantear su matriz industrial, y concentrarse en aquellas industrias que generen riqueza y empleo en los próximos años, como se mencionaba anteriormente, en estricta coordinación con el sector educativo y de formación profesional.

Actualmente, bajo las restricciones económicas y presupuestarias que atraviesa el país, sería ridículo pretender importar el modelo surcoreano. Sin embargo, es plausible la toma de iniciativas casi sin costo económico pero que generarían un alto impacto en el desarrollo futuro, como las ya mencionadas inversión en habilidades digitales, una reorganización del sistema educativo que permita capacitar a los alumnos en las habilidades del futuro y el establecimiento de un organismo intersectorial que coordine la transición del país a una economía basada en el conocimiento y las nuevas tecnologías teniendo en cuenta las reglas del juego que impone la cuarta revolución industrial. Si tomamos la ola a tiempo, es posible que nos lleve exitosamente a la orilla.

Si nos toma por sorpresa, lo más probable es que nos termine hundiendo.

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