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¿Estás realmente listo para ser emprendedor?

05 noviembre de 2019

Por Santiago Lorenzo Tech & Digital Innovation Lead en Venturebees

No hay duda de que transitamos una época en la que más que nunca, el impulso a emprender y comenzar el propio proyecto es celebrado e incentivado.

La posibilidad de concretar el “sueño propio”, de ser independiente, de manejar tiempos y formas de trabajo, atrae ?como un imán? a muchas personas que sienten que la concreción de ese “sueño emprendedor” puede realizarlo en múltiples niveles.

Muchas veces creemos que para emprender alcanza con tener una buena idea, las ganas y los contactos adecuados. Sin quitarle importancia a estos puntos, no es lo único que necesitamos.

Ciertamente, el camino del emprendimiento se parece más a un terreno sinuoso que a un sendero de armoniosa paz, por lo que la resiliencia es una de las virtudes más necesarias para los emprendedores.

Desde mi experiencia, toda persona que quiera emprender debería trabajar previamente en cinco pilares que le ayudarán al momento de encontrarse con adversidades y obstáculos, para transitarlos lo más preparado posible. Vale aclarar que no se trata de verdades reveladas ni recetas a seguir, sino que pretendo transmitir lo que me ha servido en mi propio camino y creo puede servir a otros emprendedores.

El aspecto psicológico. Todos necesitamos sentir que contamos con apoyo, puede ser algún familiar, pareja, amigo o bien un colega-mentor. En mi caso tenía familia (esposa y niño pequeño) al momento de decidir emprender, por lo que tuvimos una larga charla de qué significaba correr el riesgo de abandonar todo y volver a empezar. Ese apoyo fue fundamental. La antigüedad es otro factor a tener en cuenta. Para muchos irse de una empresa implica pérdidas. Por ejemplo, para mí, además de la indemnización por trece años, fue perder la buena posición, el nombre logrado dentro de la em

presa, el ser un referente para muchos y beneficios muy interesantes. Existe una “sensación de seguridad” que puede darte una corporación, que es relativa y pretende retenernos.

El respaldo económico. Es un tema central y muy poco hablado en el camino emprendedor: el dinero que se necesita para subsistir durante todo el proceso. Hay que calcular el gasto de subsistencia diaria e intentar ahorrar lo suficiente para poder vivir durante la etapa emprendedora hasta que el proyecto dé frutos. Mi ahorro fue para vivir un año sin ingresar un peso. Este cálculo no incluía devaluaciones, aunque sí un margen para contingencia.

El mito de “ir de a poco”. En línea con el punto anterior, muchas veces se cree que para emprender hay que empezar de a poco y a medida que el emprendimiento escala se le irá dedicando más tiempo. En mi experiencia, esto no ha sido así. Para que el proyecto funcione hay que dedicarle el 100% del tiempo. No se puede alternar con otras actividades en paralelo sino siempre será un proyecto secundario.

Aprender a emprender. Si bien uno viene con algún bagaje de conocimiento (secundario, terciario o universitario) y/o experiencia laboral, es muy importante entender que hay que capacitarse. Yo tenía mucha experiencia y un título secundario de técnico mecánico, pero eso no me había enseñado a emprender. Investigué mucho sobre el mundo emprendedor, charlé con mucha gente e incluso me hice una bibliografía para leer diariamente. En cada página que leía aprendía algo que me llevaba a una nueva pregunta. Por eso considero que el emprendedor que pasa un día sin leer un libro nuevo quizás está perdiendo oportunidades. El emprendedor tiene que aprender a preguntar, investigar y saber qué hacer con eso que descubrió.

Abrir la idea al mundo. Muchos emprendedores no quieren contar la idea, quieren registrarla antes, pretenden firmar NDA (acuerdos de no divulgación). Mi recomendación es la opuesta: contar la idea al menos a cien personas antes de pensar que tiene oportunidad. Si es fácil que te roben la idea entonces no hay que ni intentarlo, porque hay miles de empresas, con más capital, que no bien salga a la calle la copiarán y adiós emprendimiento. La propuesta de valor tiene que ser diferencial, al punto tal de que sólo alguien con la visión del emprendedor podría alcanzarla. Ahí está el valor, en la visión y no en la idea.

Elegir el socio (con la cabeza). Uno suele elegir con el corazón y no con la cabeza. Históricamente elegí mis socios con el corazón y me equivoqué siempre. Un día cambié y empecé a elegir con la cabeza. Hay que ser responsable y serio a la hora de elegir un socio. Todos deben aportar valor (el dinero sólo no vale nada) y más importante que eso, todos pero absolutamente todos deben compartir principios.

Otra cosa importante es hacer lo que le llamamos “noviazgo”. Nadie se cruza con una persona por la calle, se saluda y se casa. Lo más lógico sería conocernos, convivir y cuando uno está seguro, casarse. Pasa lo mismo con los emprendimientos, hay que encontrar la manera de hacer un ciclo similar. Es muy importante que los futuros socios se junten de manera periódica, para conversar aspectos del emprendimiento. Como en toda relación, la comunicación y aprender a discutir y encontrar el punto de acuerdo es aún mucho más importante que el capital y el tiempo invertido.

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