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¿Dinero más barato... para producir más?

22 noviembre de 2019

Por Ramiro Marra Broker de Bolsa, youtuber financiero, ex candidato a senador nacional por Consenso Federal

Siguiendo un hilo conductor fiel a sus "ideales", Alberto Fernández, el actual presidente electo, apuesta a la baja de la tasa de interés para reactivar el consumo y de esta manera, poner de vuelta a andar a la economía.

Según lo dicho por el presidente electo, la idea es quitarle peso al bolsillo de la población y darle un alivio financiero, en medio de la crisis económica y caída del poder adquisitivo en un contexto de elevada inflación. Los primeros pasos ya fueron tomados, llevando la tasa de Leliq del 68% al 63% en solo un par de días. Se estima que este actual piso de 63%, podría ser ampliamente perforado, cayendo a a 40% en el primer trimestre del 2020.

¿Qué nos deja esto? Una tasa de interés real negativa con respecto a la inflación estimada.

Tener una tasa de interés negativa con respecto a la inflación, quiere decir que tener nuestro dinero depositado no es conveniente, ya que el interés que recibiríamos sería menor que la inflación y al fin del período de ahorro, nuestro dinero valdría menos en términos reales.

En general, las tasas de interés y la inflación están fuertemente correlacionadas, esto es, cuando una de ellas varía la otra también lo hará. Dado que el interés es el precio del dinero, a medida que el dinero cueste menos, la propensión al gasto aumentará, debido a que el costo del dinero se vuelve relativamente más barato.

Pero no todo es color de rosa, es más, usado indebidamente, puede acabar muy mal. Algunas consecuencias negativas podrían ser la disminución de la rentabilidad de los bancos y un exceso de toma de riesgo por parte de inversores sin tener en cuenta el riesgo de inversión. Aquí entra en juego la existencia de burbujas financieras en algunos sectores, como el de los inmuebles.

Sí bien en el ciclo que nos encontramos actualmente, es decir, de recesión económica, una inyección de dinero sería eficiente para reactivar la inversión productiva y el consumo de diversos bienes, varios analistas ven a las tasas de interés negativas como medidas desesperadas y negativas en el largo plazo.

Pero analicemos por partes.

El objetivo principal de la baja de interés es aumentar el flujo monetario para favorecer las inversiones y aumentar la actividad económica. Al aumentar la actividad económica aumenta el empleo, al aumentar el empleo aumentan los ingresos y eso conlleva a un aumento en el consumo.

Bajando la tasa de interés se consigue:

1) Los bancos pueden prestar más a los hogares y empresas, en vez de quedarse con el efectivo, que ahora se ha vuelto costoso (perdemos dinero al tenerlo depositado).

2) Las empresas pueden invertir más, ya que la financiación de la inversión ahora es más barata.

3) Los hogares podrían ahorrar menos, o pedir prestado para gastar más.

4) La velocidad de circulación del dinero tendería a aumentar. Esto podría llevar a una depreciación de la moneda, un aumento en el precio de los bienes importados y un crecimiento de la demanda de las exportaciones del país, ahora más baratas.

La rueda se activa, si... ceteris paribus.

A veces, tener acceso barato al dinero no es algo bueno. Milton Friedman dedicó su trabajo de investigación a resolver este tema, la expansión monetaria.

A modo de ejemplo, imaginemos que los salarios suben aceleradamente y/o que ahora mayor porcentaje de personas poseen empleo, la demanda de los bienes subirá ante la mejora en el poder adquisitivo en grandes masas y la gente gastará más y más. Se producirá un exceso de liquidez. Si por diversas razones, el aparato productivo no puede absorber ese exceso de liquidez vía aumento de la producción, tendremos lo que se conoce como inflación o en el peor de los casos hiperinflación.

A modo de conclusión, poseer tasa de interés reales negativa puede ser una "buena" medida para este específico ciclo económico, pero entendiendo que es algo que no se puede mantener en el largo plazo. Fernández deberá pensar muy bien que pasos seguirá, ya que sí se equivoca, la economía argentina está lo suficientemente débil como para terminar en una hiperinflación.

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