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Y al primer día Alberto Biró al consenso y el orden

04 octubre de 2019

Por Daniel Montoya @DanielMontoya_  y Gonzalo Fernández Guasp  @conurbanensis

“Entiendo la legitimidad del reclamo, pero el paro en Aerolíneas Argentinas le complica la vida a mucha gente”, disparó en estas horas Alberto Fernández, ante la actitud desafiante del gremialista de pilotos, Pablo Biró. Pura lógica. No sólo porque ya actúa en su rara condición de presidente virtual (perdón Juan Domingo, pero hoy en día la única realidad es la virtualidad), sino también porque el leit motiv de la campaña del kirchnerismo en 2017, fue también un diagnóstico de la situación argentina. “Este Gobierno le desordenó la vida a todos”, enunciaban dirigentes y militantes. Faltando menos de tres meses para el cambio de mandato, y en la recta final del macrismo, no hay dudas de que la afirmación sigue siendo acertada.

En tal sentido, no debería llamar la atención que el primer desafío que se impuso el Presidente virtual, tenga que ver más con el ordenamiento de uno de los desafíos gremiales más complejos e irresueltos del país, que con el ordenamiento de una interna política que ya asoma desbocada desde la primera milla.

No tanto por la coexistencia con una Cristina herbívora, con La Cámpora y con un Axel Kicillof que tendrá bastante para entretenerse con La Bonaerense, con los duros barones del conurbano y con una ciudad de amigos caros y enemigos gratuitos como La Plata, sino por la exigente convivencia con los gobernadores y con un siempre hiperkinético Sergio Massa que ya se mueve como un presidenciable, antes que su predecesor asuma la Presidencia. Ampliaremos.

Incluso podemos afirmar que aquella consigna está más viva que nunca en Fernández, cuando éste propone un pacto social. Lo que no consiste tanto en una política pública particular, sino en una estrategia integral de gobierno. Por lo que la resolución de la partida dependerá del éxito que se tenga en esa parte del terreno. Ahora bien, ¿por qué es necesario un pacto social? La respuesta es obvia tan solo en apariencia: porque los problemas de Argentina son, históricamente, de cooperación.

El ejemplo que mejor ilustra lo anterior es el del funcionamiento de la economía nacional en las que pueden ser, una vez dejada de lado la completa y total inoperancia de la actual gestión, dos de sus vertientes clave: el proceso de formación de precios y la dolarización.

En resumidas cuentas, y suponiendo constantes variables como las tarifas y el tipo de cambio, el primer fenómeno obedece a una pugna entre salarios y ganancias. Dando lugar a que, cuando los primeros aumentan, los empresarios buscan recuperar sus márgenes elevando los precios de los bienes que producen. Esto es lo que se conoce como puja distributiva.

Mientras que el segundo se encuentra íntimamente relacionado a lo que los agentes creen que sucederá con el tipo de cambio. Si las expectativas se corresponden con la previsión de una devaluación en el corto o mediano plazos, éstos tendrán incentivos para transformar sus pesos al billete verde. Por lo que, hasta que no haya claridad cambiaria, no habrá préstamo suficiente.

Pero, el punto ahora es que entre los dos casos existe un denominador común: ambos son síntoma de que los grupos buscan aumentar sus beneficios en formas que, para el todo, distan de ser óptimas. Preparando así el terreno para periodos de crisis. Ante semejante diagnóstico, ¿cómo hacer que el agua pase por el molino?

Como afirmaba Perón, no es lo mismo gobernar que conducir, y la próxima cúpula del Estado Argentino deberá reconocerlo y afrontar la tarea de generar los nuevos marcos regulatorios, con los incentivos apropiados, para que tanto empresarios, como trabajadores y burócratas puedan romper el equilibrio inestable en el que se encuentran. De esta manera, la dirigencia deberá hacer política para recién entonces poder administrar.

Una posibilidad es la superación de este contexto de desregulación, desorden y destrucción a través de la modificación de la actual forma de inserción económica internacional, sumándole, a nuestro perfil productivo, la innovación y el conocimiento. Siguiendo lo hecho en materia de energía nuclear y en la industria satelital, en las que Argentina logró transformarse en referencia mundial, la próxima gestión podría alcanzar un mejor desempeño exportador al vincular las ramas de mayor potencial (es decir: hidrocarburos, minería y agro, con sus respectivas concatenaciones) con entidades estatales y privadas relacionadas a la investigación y desarrollo, todo en un marco de fomento del cuidado ambiental. Mejorando su situación externa tanto en términos comerciales como diplomáticos.

Lo mismo podría realizarse en el sector de las pequeñas y medianas empresas, otorgándoles exenciones impositivas, líneas de créditos especiales o, incluso, desde el Estado mismo, cuyas obras de saneamiento e infraestructura tienden a aumentar el dinamismo del mercado interno a la vez que le permiten, a los encargados de la política pública, seleccionar áreas en las que el consumo de bienes importados sea menor, alejando la restricción externa y cuidando lo verdaderamente escaso: las divisas norteamericanas.

Frente a esto, creemos que hay motivos para ser optimistas, ya que parte importante de la política, dirigida por la demanda de la sociedad, se adelantó y logró organizarse en un partido en el que todos se pusieron de acuerdo, aún al alto precio de guardar sus puñales abajo del poncho, para construir algo más grande que la suma de las partes. Luego, las PASO mostraron que la cooperación rinde frutos. Y sólo continuando en esta vía de consenso, que incluye y explica las muestras de federalismo del candidato mejor posicionado, con una política clara y con objetivos definidos, podremos lograr una economía con verdadera justicia social.

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