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Qué será de Juntos por el Cambio en la oposición

28 octubre de 2019

Por Néstor Leone

Mauricio Macri se acaba de convertir en el primer presidente argentino que busca su reelección y no la consigue. Y una de las excepciones a nivel continental en ese sentido. A su vez, el 10 de diciembre, cuando entregue los símbolos de mando a Alberto Fernández será el primer mandatario no peronista que logre completar su período constitucional desde que el radical Marcelo Torcuato de Alvear concluyera su gestión en 1928 y le entregara la banda al también radical Hipólito Yrigoyen.

Respecto de su futuro político poco se sabe. En alguna ocasión dijo que tras dejar la presidencia (esperaba entonces que fuera luego de ocho años de gestión) se dedicaría a viajar y a contar su experiencia en la política argentina. Hoy esa despedida está atravesada por otras sensaciones. Contradictorias, si se quiere. Una economía en caída libre, con recesión acentuada, endeudamiento sin capacidad de repago e inflación retroalimentada, sumado a indicadores sociales que hacen el balance más negativo todavía. De todos modos, podrá mostrar una recuperación importante respecto de la performance de las PASO. Pudo contener a sus votantes y sumar a otros, cuando se preveía, en algún momento, una caída estrepitosa de su liderazgo.

Cierto fervor recuperado en campaña en su núcleo duro (los más consustanciados y convencidos, de hecho), le permitió sumar al tercio tradicional de votos panradical, antiperonista o decididamente “gorila”, según las intensidades, otros que se mantenían desencantados. Este trabajo más ligado a la política tradicional (y menos al big data y la segmentación), además, le permitieron no perder centralidad ni que un tercer candidato o fuerza pudiera disputar esos votos.

En ese sentido, Macri conserva cierto capital político. De manera sorprendente, incluso, si se tiene en cuenta la intensidad de la crisis. Y tendrá que decidir qué rol jugar en ese esquema opositor, en tanto le queda margen para eso. Las tensiones dentro de su espacio por desavenencias en la marcha de su gobierno, respecto a cómo se encaró la campaña o en relación a cómo pensar la relación con el resto del universo político (el peronismo, en particular) son dimensiones que tendrá que sobrellevar si pretende persistir en el juego político. El cierre diferenciado de campaña de la gobernadora María Eugenia Vidal, con una puesta en escena propia, ajena en colores, símbolos y premisas de la tradicional del PRO o de Cambiemos, se ofreció como ejemplo de esas tensiones.

Si Vidal se cuenta entre los derrotados, el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta fue el gran ganador. Evitó con cierta holgura un balotaje con el candidato del Frente de Todos, Matías Lammens, y consolidó el predomino del PRO en la vidriera política del país. Alfredo Cornejo, presidente de la UCR, principal aliado del PRO en Juntos por el Cambio, gobernador saliente de Mendoza y triunfador en su provincia tanto en las elecciones provinciales como en las nacionales, es otro de los dirigentes que tiene motivos para festejar, en su intento de que sea su partido el que conduzca el proceso de recomposición opositora.

Esa recomposición, por cierto, tiene sus riesgos, dificultades e imposibilidades parciales. Y esto, más allá o más acá de la suerte, el éxito o la eficacia de la gestión de Fernández. El fantasma de la fragmentación, de la ruptura posible, es uno de éstos. La existencia de dos sectores diferenciados, con lecturas enfrentadas respecto de qué hacer desde ahora, aparece como problema a resolver. Por un lado, el sector que tiene a Elisa Carrió como principal exponente, que niega, desconoce o rechaza al otro (peronista, kirchnerista) como interlocutor y le asigna el origen de todos los males. Por el otro, un sector más moderado, en el que está el ministro Rogelio Frigerio o el presidente de la Cámara de Diputados Emilio Monzó, con una mirada menos concluyente.

La experiencia de 2001 fue importante para el universo que hoy conforma Juntos por el Cambio. El vacío de representación posterior y la fragmentación persistente en el tiempo, luego de que el kirchnerismo le diera forma a una nueva modalidad de peronismo y de reconfigurar el sistema político, persiste como fantasma y aprendizaje para estos sectores. Esa experiencia será importante, pero lejos está de que pueda ser suficiente para mantener unido y organizado a Juntos por el Cambio o Cambiemos.

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