El Economista - 70 años
Versión digital

vie 29 Mar

BUE 22°C

La transición puede ser un problema

24 octubre de 2019

Por Matías Carugati Economista

Si la política no sorprende, el domingo comienza formalmente la transición. Una etapa tanto o más compleja que la que cierran las urnas, porque en medio de una situación económica delicada el ejercicio del poder se comparte entre dos gobiernos. El saliente, que no puede influir sobre las expectativas más allá del 10 de diciembre, pero hasta ese mismo día retiene la acción de gobierno. Y el entrante, que, a pesar de no tomar las decisiones de gestión, tiene plena influencia sobre las expectativas a futuro. Con la particularidad de que el balance de poder se inclina cada día más a favor del que llega, aunque el potencial de daño del que se va, no necesariamente se reduce a cero.

¿Cuánto duran las transiciones? Si este domingo se definen las elecciones, a Macri le quedarán 44 días hasta entregarle el mando a Alberto Fernández. Si se diera el improbable escenario de segunda vuelta, la transición se acortaría a 16 días. En comparación, América Latina (*) refleja que el período de transición dura 120 días en promedio, que se acorta a 62 días en los casos donde hubo una segunda vuelta. La duración de la transición depende de lo que los legisladores de cada país hayan pensado como razonable. Lo cierto es que en Argentina esta etapa es relativamente más corta, y así como eso puede traer beneficios (menos incertidumbre por recambio rápido de autoridades) también puede complicar las cosas (los que llegan tienen menos tiempo para conocer el real estado de situación).

Los incentivos pueden generar problemas. A partir del lunes, el objetivo principal de Mauricio Macri será llegar al 10 de diciembre con la situación lo más controlada posible. La cuestión es que llegar con “la casa en orden” al final de mandato puede debilitar el punto de partida para el próximo gobierno. El trade-off del mercado cambiario (cotización oficial controlada vs stock de reservas) es un claro ejemplo. Del otro lado, Alberto Fernández preferiría que ciertas decisiones antipáticas no sean tomadas por él, sino por Macri, que pagaría un costo político importante justo antes de pasar a ser oposición. Pensemos en el endurecimiento del cepo cambiario o la modificación de las retenciones. Los incentivos de uno (terminar “tranquilo”) y otro (arrancar “con margen”) se contraponen, hasta cierto punto, lo que tensiona toda la transición.

Si no hay cooperación genuina, la transición puede ser demasiado extensa. Recesión, inflación alta y con riesgo de espiralizarse, tensiones cambiarias, deterioro fiscal y falta de financiamiento son algunos de los problemas actuales que pueden complicarse si ambos protagonistas de la vida política deciden confrontar en vez de cooperar. Por como lucen las cosas, el segundo camino es el más probable y, no casualmente, las tensiones financieras resurgieron en la antesala de la votación. Habrá que ver si el resultado de las urnas los convence de los beneficios de cooperar o si Alberto Fernández, el más probable ganador, obtiene suficiente poder como para mover las piezas del tablero a su antojo.

(*) Consideramos las últimas elecciones presidenciales de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. Las cifras no se modifican sustancialmente si tomamos la mediana

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés