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Fernández: “No tengo complejos de inferioridad y quiero un ministro fuerte”

11 octubre de 2019

Un problema de las Macrinomics en el que se reparó poco fue (o es) la organización de la toma de decisiones: el famoso “gabinete económico”, es decir, la compartimentación de la política económica. Con el diario del lunes, y en base a las declaraciones de algunos exfuncionarios amarillos, se puede argumentar que esa división del trabajo conspiró contra el correcto desempeño de la economía. No había un conductor (a veces, siquiera comunicación) que oficiara como primus inter pares y cada cual atendía su juego. No había consistencia y hay amplia, y creciente, evidencia anecdótica de eso.

“Fue un disparate”, dijo, ayer, Alberto Fernández sobre esa inconveniente división. Más importante aún es lo que dijo a futuro. “Como no tengo complejos de inferioridad, quiero un ministro de Economía fuerte”, dijo Alberto ante La Red. “(Quiero) un ministro que pueda resolver y decidir”, agregó y utilizó el ejemplo de Roberto Lavagna allá por la salida de la crisis de 2001. ¿O fue un guiño hacia el candidato de Consenso Federal? Algunos entendieron que la frase bajó las acciones de Matías Kulfas.

Fernández, además, señaló que Cristina no tendrá ninguna incidencia en el armado de su Gabinete. “La falta de coordinación fue uno de los primeros problemas de la gestión económica de Macri. Por caso, la mejora de la competitividad que se ganó con la salida del cepo de fines de 2015, se perdió en parte por la aceleración inflacionaria que provocaron los ajustes de tarifas de marzo y abril de 2016. Si bien ambas medidas eran necesarias, no podían hacerse a la vez, y el segundo shock terminó 'matando' el primero”, dice Matías Rajnerman desde Ecolatina ante El Economista.

Asimismo, dice, las políticas de actualización tarifaria que se querían implementar desde el entonces Ministerio de Energía chocaban con el ajuste gradual que intentaba llevar a cabo Alfonso Prat-Gay y terminaban generando presiones inflacionarias a la vez que el déficit fiscal primario no se corregía significativamente. “Luego, con la llegada de Nicolás Dujovne primero y desde la crisis de agosto de 2018, que redujo la cantidad de ministerios después, estos objetivos cruzados se superaron. Sin embargo, no se superaron por ese cambio político sino porque la deuda pasó a ocupar la centralidad de las políticas y condicionar al resto de la macroeconomía. Concretamente, el acuerdo con el FMI prácticamente redujo la política macroeconómica a su duro objetivo fiscal y monetario”, agrega Rajnerman.

“Lamentablemente, esa situación no cambiará en demasía a partir del 10 de diciembre. En consecuencia, producto del peso de la deuda y de la importancia de honrar los compromisos en tiempo y forma (en 2020 vencen más de US$ 50.000 millones entre capital e intereses con el sector público, privado y organismos financieros internacionales), o de tener una reestructuración pautada y conciliada con los acreedores, será necesario tener una cabeza central en el mando del Palacio de Hacienda. Parafraseando a Jan Tinbergen y su regla, podríamos decir que para para alcanzar un solo objetivo, las autoridades requieren de igual número de 'cabezas'”, resume Rajnerman.

Según Bárbara Guerezta, el quien o el como es importante, pero más aún el qué. Es decir, no tanto el que implemente las políticas o cómo sino las políticas per se. “Es fundamental contar con un diagnóstico serio y correcto a la hora de intentar reactivar la economía. Uno de los mayores riesgos, sino el más grande, es que, apoyados en la idea de que hay que reactivar el consumo porque representa más del 70% del PIB, se implementen políticas fiscales expansivas que deban ser financiadas con emisión monetaria. Porque en realidad el desafío es más que no emitir: para convencer al mercado de que acepte voluntariamente cualquier canje de deuda, debemos darles señales claras de que las probabilidades de pagar los bonos nuevos es alta, y para eso ni siquiera alcanza con tener equilibrio fiscal, aunque sería un primer paso”, dice desde Arriazu Macroanalistas.

“Todavía no se vio el impacto de la depreciación e inflación sobre las cuentas públicas ni sobre las demandas salariales. Desindexar la economía es uno de los mayores desafíos”, agrega, entre los desafíos más urgentes.

“¿Quién le pondrá la cola al burro? No sé si debe ser una sola persona o varias. Pero el éxito depende de tres factores: homogeneidad, correcto diagnóstico y decisión de implementar las medidas correctas. Si son muchos, que actúen como uno solo, que compartan un diagnóstico, que confíen en el programa, y que éste sea el indicado”, resume.

En una misma línea se ubicó Esteban Domecq desde Invecq Consulting. “Lo único que importe es la consistencia del programa económico. Sin financiamiento por delante, no hay espacio para prueba y error ni margen para equivocarse. El programa tiene que cerrar. Si fallan, la dinámica macroeconómica se va a complicar mucho”, expresa ante El Economista.

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