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El vaso medio lleno de la democracia

28 octubre de 2019

Por Nicolás Solari Director de Real Time Data

Adam Przeworski es uno de los politólogos más destacados del planeta. Su definición de democracia es extremadamente sencilla: un sistema en donde el Gobierno pierde elecciones. Argentina cumple holgadamente aquel requisito. En 2015 el kirchnerismo cayó derrotado a manos de la oposición macrista y anoche fue el peronismo el que desalojó a Mauricio Macri de la Casa de Gobierno. Parece poco, pero es mucho si se compara con lo que sucede en otras naciones latinoamericanas.

El consenso en torno a una democracia perpetua permite a los oficialismos, independiente de su identidad partidaria, digerir derrotas y rearmarse en vistas al siguiente turno electoral. El vaso medio lleno de la democracia argentina muestra a estas alturas otros hitos relevantes. Mientras muchos de nuestros vecinos regionales se hunden en el caos social, los argentinos -afrontando problemáticas tal vez más hondas- hemos sabido canalizar nuestros enojos y frustraciones en las urnas. La campaña que se cerró anoche fue asombrosamente pacífica. La labia incendiaria de algunos candidatos no prendió en el electorado que, sin disimular sus discrepancias, nunca cedió a la violencia.

Una tercera razón que alienta una evaluación favorable del desarrollo democrático del país es la perspectiva de que finalmente sea Macri el primer Presidente no peronista que complete su mandato constitucional desde que el radical Marcelo Torcuato de Alvear lo hiciera en 1928. Pasaron 91 años para que estemos a las puertas de quebrar ese nefasto antecedente.

Tampoco resulta un detalle menor que Horacio Rodríguez Larreta haya logrado conservar la Ciudad de Buenos Aires pese al retroceso general de Cambiemos. La perspectiva de que el peronismo y el oficialismo continuaran enfrascados en una disputa electoral por cuatro semanas resultaba un riesgo latente para un país que no puede seguir demorando el sinceramiento de la gravedad de la coyuntura nacional. Con la campaña detrás, es tiempo de la política.

Finalmente, el resultado de la elección presidencial permite inferir que la implosión del espacio no peronista ha sido superada. La existencia de una oposición fuerte, con apoyo popular y representación legislativa, resulta indudablemente la mejor ayuda para el Gobierno que asumirá el 10 de diciembre. La repetición de un resultado como el de las primarias del 11 de agosto hubiera sido, en ese sentido, una pésima noticia para el sistema político, que necesita los frenos y contrapesos que solo una posición unida puede prever.

Hoy empieza un nuevo tiempo político. Para el peronismo se abre el desafío de consolidar una coalición heterogénea en un contexto económico de máxima gravedad. Para el oficialismo es tiempo reconstruir los puentes con el electorado que en esta ocasión no los acompañó. Pero antes, habrá una prueba de fuego sobre el carácter de unos y otros: la transición ya está en marcha.

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