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El primer presidente “rosquero”

Alberto Fernández es un miembro de larga data del establishment político y se define como “un hombre de la política”. Como dijera Monzó, reivindica la rosca. Entiende los códigos de la política y no cree que las soluciones vengan desde afuera.

Alejandro Radonjic 04 octubre de 2019

Por Alejandro Radonjic 

Alberto Fernández es un miembro de larga data del establishment político nacional y se define como “un hombre de la política”. Para validar la afirmación se puede ver su frondoso CV o incluso su estética, pero también ver sus movimientos, discursos y los nombres de quienes podrían formar parte de su Gabinete.

Como dijera Emilio Monzó en una frase nada inocente, Alberto reivindica la rosca. Entiende los códigos de la política y cree en ella. No cree que las soluciones vengan de afuera y valora a la gente que viene de la política. Está lejos del discurso de la nueva política posmoderna y, para él, vale más haber sido militante que un exitoso empresario o emprendedor del sector privado. Acaso esa procedencia macrista sea uno de los motivos del rechazo casi visceral que algunos políticos, como Fernández, tienen con el PRO. Son outsiders. Cuerpos extraños. “Un accidente histórico”, como dijo Agustín Rossi.

Una clara distinción con los tiempos técnicos que corren hoy. Si Cambiemos representa la “CEOcracria” o tiene un “ala política” (es decir, hay otra que no lo es), el Frente de Todos será la “políticocracia” en la que no habrá “alas políticas” sino que todas lo serán.

Alberto (si las urnas revalidan el resultado de las PASO) necesitará “rosquear” para mantener agrupada la heterogénea coalición detrás de él y, además, empezar a suturar las heridas de la grieta, puertas afuera.

Semanas atrás, dijo que su Gobierno estará integrado por personas con experiencia en la gestión pública. No hay lugar para los outsiders y, si los hubiera, serán casos puntuales para dar una señal. Con esa estrategia, procuró diferenciarse del actual Gobierno y, además, es lo que va a ocurrir. No veremos sorpresas. Por eso se habla de Matías Kulfas, Felipe Solá, Martín Redrado, Miguel Peirano, Jorge Argüello, Florencio Randazzo, Daniel Arroyo o Marcela Losardo.

Como bicho político, cree en el poder conciliador de la cafeína. Meses atrás, en vivo por un canal de noticias, le dijo a Sergio Massa: “Sergio, volvé a Buenos Aires, tomemos un café y terminemos esto a ver cómo podemos avanzar”. Hubo café, rosca (medialunas, en rigor) y Massa encabeza la lista a diputados de la provincia de Buenos Aires.

La danza de ministros puede seguir, pero todos tiene un elemento común: experiencia política. La mayoría serán viejos conocidos y algunos más nuevos (los Santiago Cafiero, Nicolás Trotta y “Wado” de Pedro, entre otros), que aportarán renovación y conexión con el electorado más joven, también tienen antecedentes en la política, aunque más breves.

Las visiones

“Vuelve la gestión política como dimensión dominante de lo político. En el albertismo está convencidos que su metodología de alianzas, negociaciones y apoyos conseguidos construyó el triunfo de las PASO”, dice Julio Burdman. “Es lo contrario del populismo que se nutre del respaldo del público a las medidas o el liderazgo. ¿Si vuelve la política? Diría que vuelven las prácticas de la gestión institucional en desmedro del discurso populista. Vuelve la rosca”, agrega Burdman ante El Economista.

La socióloga Mariana Gené (IDAES-UNSAM) acaba de publicar un libro intitulado “La rosca política” (Siglo XXI Editores: 2019). “El oficio de los armadores delante y detrás de escena (o el discreto encanto del toma y daca)”, es su subtítulo.

Días atrás, Gené fue entrevistada por Gabriel Tuñez en Medium. ¿Alberto Fernández es un armador político? La autora dijo: “Si bien el ministro del Interior en la presidencia de Néstor Kirchner era Aníbal Fernández, Alberto se llevaba como jefe de Gabinete muchísimas de las funciones del Ministerio del Interior porque era el hombre de confianza del Presidente. No es que Aníbal no tuviera condiciones, porque era locuaz, astuto para las estrategias, le encantaba salir a defender todo, tenía llegada al peronismo del conurbano bonaerense, etcétera. Pero Alberto era realmente el hombre de confianza de Kirchner. Es un armador político muy diestro y eficaz. Se da en esta elección que hay un candidato a presidente y uno vicepresidente que son armadores”.

- ¿Si gana el 27 de octubre será el primer armador en llegar a la presidencia?

- Jamás hubo un armador que haya llegado a la Presidencia. Y algo de esa virtud de armador es la que destacó Cristina Fernández de Kirchner cuando en aquel video de mayo pasado lo confirmó como candidato a Presidente.

“Si Alberto Fernández gana, será el primer 'rosquero' en ser presidente”, concluyó Gené. ¿Estará “la política”, tan denostada (motivos sobran), a la altura de las demandas de la hora?

En diálogo con El Economista, Andrés Malamud introduce una pequeña (o no tanto) digresión. “Supongamos que hay tres atributos del liderazgo: la visión (énfasis en los proyectos o ideas), el carisma (énfasis en la relación con el pueblo) y la rosca (énfasis en la relación con otros dirigentes). Domingo Sarmiento encarnaría el primero, Hipólito Yrigoyen el segundo y Alberto Fernández, el tercero. Pero otros, como Juan D. Perón o Raúl Alfonsín, combinaron los tres atributos. Por eso, Alberto no sería el primer presidente rosquero sino el primero exclusivamente rosquero”, reflexiona. “Si no te distinguís por la visión o el carisma, más vale que seas buen rosquero”, concluye.

Sin dudas, Alberto (si las urnas revalidan el resultado de las PASO) necesitará “rosquear” para mantener agrupada la heterogénea coalición detrás suyo y, además, empezar a suturar las cicatrices de la grieta, puertas afuera.

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