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El aporte democrático de Macri, más allá de una gestión deslucida

27 octubre de 2019

En 2015, la Historia citó a Mauricio Macri en la Casa Rosada. Lo ungió en el primer Presidente democrático que no provenía del peronismo ni del radicalismo, aunque los boinas blancas integraban su coalición.

Su corta vida política, apalancada en el actual subcampeón de América y luego en la mágica Ciudad de Buenos Aires, lo convertía en un bicho más raro todavía. La victoria de Macri en 2015 fue algo muy original. Inédito.

Además, ingresaron a la política miles de personas que no lo hubieran hecho si él no abría el camino. Cuando más gente se involucre en la vida pública, mejor para un país y miles de argentinos lo hicieron a partir de la puerta de entrada del PRO y la posibilidad de trabajar para Macri.

Un Presidente que provenía de una  familia propietaria de un poderoso grupo económico, formado en el Colegio Newman y luego en la Universidad Católica Argentina (UCA), que se animó a entrar en política en momentos de baja legitimidad, y en serio. Perdió, volvió a perder y siguió. Hizo los deberes. Armó un partido y, en 2015, ganó las elecciones presidenciales de Argentina con casi 13 millones de votos. Venció, nada menos, que al peronismo.

Quién sabe cómo será recordado Macri en los anales de la Historia o qué rol tendrá, desde el 10 de diciembre, en la oposición. Todo indica que será el primer Presidente no peronista desde Marcelo T. de Alvear, allá por 1928, que concluye su mandato en tiempo y forma. A la luz de la crisis, parece algo insignificante, pero es un mérito. Y no solo del Presidente, sino colectivo. Las diferencias se dirimen en las urnas cuando manda la Constitución.

Su gestión estuvo debajo de las expectativas hasta de los propios. Definir cuatro años con un solo adjetivo o una columna periodística es sumamente injusto. Más allá de sus aciertos, que van desde la reconstrucción del Indec hasta la revinculación diplomática con países desarrollados que habían sido dejados de lado en los años previos y la lucha contra el narcotráfico pasando por la mayor transparencia en las obras públicas, la calidad de vida de la población se redujo notablemente desde 2015.  La recesión se hizo carne, la inflación se desbocó, la pobreza subió casi 10 puntos, el mercado interno se dilapidó y el endeudamiento en dólares fue irresponsable. Falló en el área más sensible de cualquier gestión, sobre todo desde el inicio de la crisis cambiaria de inicios de 2018, un fatal devenir que no estaba escrito en la piedra.

Contra lo que se creía inicialmente, tuvo más éxitos en política que en la mencionada economía. Y conservó el liderazgo de la coalición oficialista hasta el final. Los masivos actos en todo el país lo demostraron, así como los resultados del domingo: Macri sumó casi 2 millones de votos desde las PASO. A pesar de que no se le reconocían aptitudes para el armado político, fueron de su responsabilidad algunas decisiones que resultaron clave para ganar en 2015: hacer un acuerdo con la Unión Cívica Radical e impulsar y sostener la candidatura de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires.

Ahora, Macri tiene la oportunidad de conducir una transición ejemplar que constituirá una contribución a la calidad democrática del país. Su discurso de anoche fue una señal en ese sentido.  Más allá de esa gestión pobre y muy por debajo de las expectativas, el aporte de Macri a la joven democracia criolla puede llegar a crecer con el tiempo y ser más positivo del que hoy se avizora.

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