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Cómo funcionó el control de cambios en su primer mes (y cómo sigue)

07 octubre de 2019

Hace un mes, el Gobierno decidió implementar el control de cambios, una medida que no está en el ADN de Cambiemos pero que el Ejecutivo se vio forzado a tomar en medio de un escenario fuertemente negativo que se formó tras el resultado de las PASO, que generó una devaluación de 30% y una creciente pérdida de reservas del Banco Central día tras día, lo cual se buscó frenar con esta normativa. Economistas consideran que, hasta el momento, la medida logró su objetivo primordial, aunque estiman que los controles podrían intensificarse.

“El control de cambios sirvió para bajar un poco la fiebre del mercado de cambios. Pero, claramente, no ataca las causas estructurales”, afirmó ante El Economista Federico Furiase, director del estudio EcoGo. “Es un parche que ayuda a moderar la pérdida de reservas pero no a eliminarla en esta transición hacia diciembre, donde el Banco Central viene perdiendo reservas por tres grifos: por vencimientos de deuda; por ventas de divisas para calmar la dolarización; y por la salida de depósitos en dólares, que termina drenando en encajes”, explicó el especialista.

Furiase señaló que por estos tres motivos la entidad que preside Guido Sandleris, aunque a menor escala, continuará perdiendo reservas y que hay riesgo de monetización extra por parte del BCRA para cubrir con la brecha fiscal hasta diciembre de $240.000 millones, que es aproximadamente el 18% del nivel actual de la base monetaria, por lo cual, en un contexto de demanda de dinero muy debilitada, es “muy probable” que los controles se endurezcan.

“La medida es lógica y saludable, aunque lamentamos que se haya implementado en un contexto de emergencia, porque podría haber evitado mucho de lo que estamos viendo hoy”, comentó a este medio Rodrigo Álvarez Litre, CEO de Analytica. “No lo vemos mal porque no hay restricciones mayores en la cuenta corriente y las brechas cambiarias se ubican en magnitudes aceptables, dado que también está controlada la base monetaria”, afirmó Álvarez Litre, que además indicó que no ve la necesidad hacia adelante de intensificar los controles, sino sólo de ordenar algunas cosas que quedaron desarticuladas, como ocurrió con la operación del “rulo”.

Bárbara Guerezta, economista de Arriazu Macroanalistas, resaltó en diálogo con El Economista que a pesar de las similitudes con el cepo que se implementó en 2011, hay diferencias que son fundamentales: hoy el déficit fiscal es muy bajo, y en gran medida se debe a los intereses; casi no hay emisión de base monetaria para financiar al Tesoro; el tipo de cambio está en sus mayores niveles de depreciación; y el nivel de monetización privada de la economía es el más bajo desde 2002.

“Para salir del cepo hace falta mucho esfuerzo, austeridad y sinceridad. Renegociar con los acreedores para tener tarjeta libre para gastar internamente renunciando al reordenamiento fiscal es imposible. O renunciamos a la “fiesta” (si es que tal término existe actualmente) o tendremos un ajuste más severo, porque se nos acabó el crédito”, dijo Guerezta, y advirtió que “cualquier intento por emitir moneda para financiar a un sector público desordenado terminará acelerando la inflación”.

Guerezta afirmó que el próximo Gobierno deberá partir de la premisa de restaurar la confianza. “Si se mantienen firmes en la postura de no emitir pesos para financiar el déficit fiscal y sólo usan al cepo como un ticket para comprar tiempo hasta que el mercado les crea, podremos salir más temprano que tarde de este brete”, indicó. “No parecen muy auspiciosas algunas ideas que hablan de mantener el cepo un buen rato. Con cepo no habrá ingreso de capitales para financiar al Tesoro, ni ingresos para Vaca Muerta, y el superávit externo se puede desvanecer”, agregó la especialista.

Furiase, por su parte, remarcó la importancia de empezar a solucionar el tema de la deuda a partir del 10 de diciembre con los acreedores privados y con el FMI para poder estabilizar las variables nominales y bajar el riesgo país. “Esto implica mostrar un plan monetario y fiscal consistente y creíble, que permita alcanzar el superávit fiscal primario requerido para estabilizar la relación deuda-PIB. Si no está eso, los controles sirven de poco para estabilizar”, aseguró Furiase.

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