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El teorema de Baglini invertido y las frazadas inconsistentes

El teorema de Raúl Baglini siempre regresa, pero en 2019 con una particularidad no menor mientras que la gran frazada que promete Alberto Fernández tienen varias inconsistencias porque, entre otras carencias, Argentina apenas tiene una sábana corta.

Alejandro Radonjic 08 octubre de 2019

Por Alejandro Radonjic 

El teorema del exlegislador Raúl Baglini está más vivito que nunca. Cuanto menos, su primer axioma. El que postula que “cuanto más lejos se está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos”.

Con una curiosidad, por cierto. Quien enuncia eso hoy, está en el poder, aunque todo indica que en retirada. El poder de esas promesas pierde atractivo porque, estando en el poder desde 2015, no hizo aquello que hoy solo promete si gana.

En los últimos días, Mauricio Macri prometió de todo. Entre más gasto o resignación de ingresos, unos $30.000 millones, pero las encuestas no se inmutaron. A eso se suman los recursos volcados desde las PASO. Baglini debería poner un apéndice a su teorema.

También parece ser cierto su otro axioma. Cuanto más cerca está un dirigente del poder, más sensatos y razonables se vuelven sus propuestas. Algo de eso pasa con Alberto Fernández. Con la elección casi cocinada, se moderó porque no tiene incentivos para proponer más y, si se pone muy irresponsable, las expectativas pueden empeorar y los coletazos, salpicar el comienzo de su gestión.

Que se modere Alberto, sin embargo, no implica que sea consistente. No se puede pedir todo, desde ya. Una inconsistencia, señaló ayer Martín Tetaz en su newsletter, es la de subir el salario en dólares y, asimismo, el tipo de cambio real. “Lamento traer las malas noticias, pero como muestran Martín Rapetti y Pablo Gerchunoff, en los últimos ochenta años de historia argentina el salario real y el valor del dólar fluctuaron permanentemente, pero siempre lo hicieron en sentido contrario: cuando subía el dólar, bajaban los salarios y viceversa”, señaló Tetaz.

Pero hay más y otras propuestas parecen más expresiones de deseo. Matías Kulfas, el principal portavoz económico del albertismo, dijo que Argentina puede duplicar sus exportaciones para 2023. Sí, que crezcan 100% en cuatro años. Que Argentina tiene con qué, no hay dudas. Pero parece desmedida una duplicación de los saldos exportables y los precios no serán un aliado, como en los 2000. Según Ecolatina, más realista, las exportaciones pueden crecer 3,5% en 2020. Si, además, se propicia una suba del salario en dólares y/o se profundizan las retenciones o el cepo cambiario no afloja para las empresas multinacionales, el empuje exportador se alejará.

https://twitter.com/luissecco/status/1181250393357111296?s=20

Promover a la Secretaría de Política Minera a rango ministerial, como sugirió Alberto, puede darle más visibilidad a la actividad, pero no hay evidencia de que eso estimule las exportaciones. Menos aún si hay retenciones y, además, no hay consenso social detrás de la actividad en algunas regiones con generoso potencial.

Recuperar el superávit nestorista es tan acertado como difícil de conseguir sin medidas impopulares. Si el camino es reperfilar la deuda, puede bajar el déficit financiero, pero el primario (el operativo) seguirá y será difícil de revertirlo sólo con subas de Bienes Personales. Los que saben algo de los números fiscales creen que es clave desindexar el gasto público.

Dejando a un lado las licencias poéticas propias de los tiempos proselitistas (si dijera lo que iba a hacer?), es necesario que la política se proponga objetivos logrables porque los errores de pronósticos de Cambiemos fueron demasiados y costaron caro políticamente. Para peor, ellos mismos se los creyeron.

Además de objetivos sensatos que eviten frustraciones colectivas, se requiere un diagnóstico certero, un plan coordinado y un delivery eficiente para apenas pensar en estabilizar una economía que entrará a 2020 con una inflación mayor a 50% y una honda recesión con varios trimestres a cuestas. No vamos a salir chamuyando.

***

Canciller poco diplomático

Algunos dirigentes del Gobierno están algo zafados con sus declaraciones. A los tradicionales, como Lilita Carrió, se han sumado otros nuevos, como Miguel Angel Pichetto, aunque él diga que no es parte del Gobierno. Ayer se agregó el canciller, Jorge Faurie, quien dejó a un lado sus conocimientos de protocolo y ceremonial. Consultado por La Capital de Mar del Plata sobre la posibilidad de que Felipe Solá ocupe su lugar desde el 10 de diciembre de 2019, Faurie dijo, con su dicción jesuita: “Hay que aprender a hablar primero”. Una frase despectiva e impropia para un canciller en funciones. El propio Faurie reconoce en la misma entrevista que el país está quebrado y, más allá de que no corresponda cargar las tintas sobre él, que Argentina haya caído en una suerte de autarquía financiera en un mundo con tasas de interés por el piso y tras un apoyo extraordinario del prestamista global de última instancia es peor que supuestamente no saber hablar. “Macri y su gabinete han dejado de gobernar; todos haciendo campaña. Están frustrados, por eso los ataques y las provocaciones. No les demos entidad. Transitemos estos días con la seguridad de que viene un tiempo mejor”, respondió Solá, con más altura, por Twitter.

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