Por Florencia Barreiro
El diagnóstico actual no deja dudas. En un contexto de crisis, la industria no es la excepción y está pasando por un mal momento. Los números muestran un deterioro del tejido productivo, una caída de la producción, destrucción de una parte de las cadenas y reducción del empleo. Pero quizás sea entonces el momento de pensar sobre cómo el sector industrial puede retomar su desarrollo y qué papel debería tener la industria en un nuevo horizonte de crecimiento sostenido. En este Día de la Industria, El Economista se propuso la difícil tarea de correr la mirada más allá de la compleja coyuntura, para poder proyectar el largo plazo y diseñar un futuro de cambio.
En este sentido, diferentes referentes industriales, economistas y especialistas del sector fueron consultados para encontrar algunas pistas sobre los caminos a recorrer. A pesar de las diferencias en los enfoques y las visiones, hay muchas coincidencias entre las propuestas de todos los expertos que deberían ser resaltadas y que muestran en definitiva la importancia que tiene la industria en la construcción de lo que vendrá:
La industria es parte de la respuesta si el objetivo es apuntar nuevamente a un crecimiento sostenido. “Resulta clave comprender que elegir un modelo de país que apueste a desarrollar una industria competitiva es parte de la solución”, destaca la economista y docente de la UBA, Agustina Gallardo.
La industria Argentina tiene peso e historia y cualquier proyecto de crecimiento debe tener como base lo que ya se ha construido. “Argentina tiene activos para continuar avanzando: es el tercer entramado industrial más profundo de América Latina y cuenta con 55.000 pymes industriales que emplean a 520.000 trabajadores”, resume Tomás Canosa, Jefe Departamento PyME de la Unión Industrial Argentina (UIA). La industria es además uno de los principales motores para recuperar el mercado laboral. El crecimiento industrial permitiría “ crear empleo de calidad, mejorar los salarios en forma sostenida y bajar la pobreza a largo plazo”, destaca Marcelo Capello del Ieral.
La coyuntura muchas veces dificulta la agenda de largo plazo. Hay que atacar la volatilidad, el estancamiento y las recesiones recurrentes para poder crecer. “Tenemos una notable capacidad empresarial pero nunca hemos puesto la reglas de juego para que esas capacidades empresariales puedan generar un proceso de transformación productiva”, explica el especialista y consultor, Bernardo Kosacoff.
Entre las condiciones para salir adelante aparece la necesidad de una macro consistente y algunas reformas estructurales que tienen relación con la competitividad sistémica: revisar la presión impositiva, incentivar el financiamiento, mejorar la inversión en innovación, investigación y desarrollo, reducir los costos de infraestructura y logística y fortalecer el mercado de trabajo.
Es fundamental dejar a un lado términos que hasta ahora fueron antagónicos y buscar consensos para salir adelante desde el concepto de cadenas o complejos productivos inclusivos. “La clave, como siempre, es lograr consensuar un proyecto de desarrollo que cancele las antinomias inconducentes que confrontan a Estado y mercado, o agro, industria y servicios, o mercado interno con externo”, destaca Diego Coatz, economista jefe de la UIA.
Es necesario un liderazgo industrial que sea parte del consenso. “No tenemos que hablar del “o” sino de la batalla del “y”. Hay que buscar la complementación y no la competencia. “, expresa el líder industrial joven Tomás Karagozian.
Hay que pensar en una industria inmersa en una economía abierta que se piense global. “Argentina no puede aspirar a un crecimiento sostenido si no aumenta su oferta exportadora”, afirma el economista del Cippec Martín Rapetti.
La agenda de la Industria 4.0 debe ser también una prioridad. La industria debe subirse a la ola de la digitalización y las transformaciones tecnológicas que ya son prioritarias para poder insertarse al mundo de forma competitiva.
