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Bioeconomía + energía = Industria 4.0

Es necesario consensuar una fórmula para el crecimiento y desarrollo industrial argentino.

02 septiembre de 2019

Por Diego Coatz Director ejecutivo, economista jefe de la UIA ? @diegocoatz

El futuro no está escrito, pero sí se escribe en este presente. Hoy hacemos la industria de mañana. Nuestro desafío como país es fabricar una industria que le permita a la Argentina configurar los drivers del crecimiento y del desarrollo. Las condiciones del éxito están dadas, pero dependen de nuestra capacidad para consensuar una estrategia que potencie la producción en el marco de Cuarta Revolución Industrial.

La forma de producir cambió y va a seguir cambiando, a pasos exponenciales. Big data, cloud computing, inteligencia artificial, las impresoras 3D, la automatización, la customización y la robotización son fenómenos que permiten interacciones continuas entre proveedores y clientes que redundan en mejoras cualitativas de lo que se produce. Software y hardware se unen, y permiten que las industrias tengan información instantánea sobre el estado de sus máquinas para identificar cuellos de botella e implementar mejoras en los procesos en tiempo real.

El mundo avanza sin pausa en esta dirección: la industria manufacturera da cuenta de casi el 80% de los recursos destinados a I+D en los países de la OCDE. Países como China, Japón, Corea y Alemania destinan más del 80% de los recursos en I+D a la industria con el fin de fortalecer la tendencia de convergencia entre industria, servicios y procesamiento de datos. En esa tríada se conjuga el verbo producir desde el Siglo XXI. La industria ya no es solo fierros, sino un concepto: el agregado de valor.

En Argentina, la coyuntura muchas veces nos obtura esta agenda. 2019 será el segundo año consecutivo de una profunda recesión, con una inflación por encima del 50% y tasas de interés que impiden financiar cualquier proyecto de inversión de largo plazo. Sin duda tenemos que atacar nuestros problemas de volatilidad y estancamiento recurrente, pero tampoco pueden ser una excusa para evitar proyectarnos al futuro.

Existen ejemplos que muestran el camino. Desde el Invap, con diseño y fabricación de reactores nucleares, radares y satélites; o el Grupo Insud, desarrollando vacunas terapéuticas contra el cáncer de pulmón; Don Mario, con genética vegetal; o Metalfor, haciendo maquinaria agrícola de precisión. Estos son tan sólo algunos de los cientos emprendimientos productivos que se llevan adelante a pesar de soportar décadas de inestabilidad económica como telón de fondo. Tenemos que ayudarlos a multiplicarse.

Hoy la foto nos muestra que en el país cuenta con aproximadamente 600.000 empresas. De ellas, 6.000 realizan esfuerzos cotidianos de innovación, pero tan solo 600 realizan formalmente actividades de I+D. Apenas 60 compañías explican el 80% de la I+D privada. Ampliar la base empresarial que invierta en I+D, generando un núcleo dinámico de industrias que sean el sujeto de cambio estructural, es el gran desafío que tenemos hacia delante. El Estado cumple un papel fundamental en fomentar esa dinámica privada.

La clave, como siempre, es lograr consensuar un proyecto de desarrollo que cancele las antinomias inconducentes que confrontan a Estado y mercado, o agro, industria y servicios, o mercado interno con externo. Es un camino que tiene una hoja de ruta clara: definir objetivos concretos, trazar una estrategia de largo plazo, medir los resultados, las desviaciones y definir el rol que debe ocupar cada actor de la producción.

La industria argentina tiene historia, presente y sin duda va a tener futuro. Un líder desarrollista una vez usó la fórmula “carne + petróleo = acero” para sintetizar su visión de lo que deberíamos ser. Hoy quizás tengamos que ajustar esa síntesis brillante, a partir del uso inteligente de nuestros recursos naturales, de nuestra capacidad de innovar y de ser protagonistas de la revolución tecnológica: ¿bíoeconomía + energía = Industria 4.0? Que ese futuro sea realidad depende de lo que empecemos a hacer hoy.

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