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Un mundo sin liderazgo y muy cerca de una temible recesión

La política sobre la región amazónica de Brasil corresponde a quienes despachan en Planalto, aunque los efectos de los aciertos o desaciertos brasileños le pueden costar un enorme dolor de cabeza a la totalidad del planeta, asunto que debía analizar el G7.

27 agosto de 2019

Por Jorge Riaboi Diplomático y periodista

Horas antes de empezar, cuando aún no había evidencia pública de los primeros escarceos que llegaron a los salones de la ciudad vasco-francesa de Biarritz, donde del 24 al 26 de agosto sesionó el Grupo de los Siete (G7) a nivel de líderes de Estado y de Gobierno, ya se intuía que algunos participantes irían al foro con la expectativa de dejar que pase cualquier cosa, inclusive un claro y honesto debate. Y no se equivocaron. Aquellos conflictos in pectore que muchos arrastraban desde fines de 2016, al saberse que en Washington había otro presidente mercantilista y ese hombre era Donald Trump, surgieron como hongos después de la lluvia. Todos los participantes del Grupo llegaron con plena conciencia de que, con la única salvedad de Japón, los demás interlocutores del G7 (los líderes de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania e Italia), tienen ante sí complejos desafíos electorales o se aprestan a dejar los sillones del poder. Ante semejante cuadro, me pareció que valía la pena concentrar la vista en el sustantivo análisis de los hechos.

En la noche del viernes, mi amigo Donald se largó, para amarga resignación del periodismo selectivo como el que suelen practicar los analistas de la cadena Bloomberg, el New York Times, el Wall Street Journal, el Financial Times o el Washington Post, en dos apetitosos bocados de la política comercial. Mediante la primera de esas reacciones, el presidente de los Estados Unidos se desdijo de anuncios anteriores, y por anteriores me refiero a la misma semana, para informar que había decidido elevar del 25% al 30% una lista que cubre importaciones provenientes de China por US$ 200.000 millones dólares, así como del 10% al 15% los incluidos en otra lista del mismo origen por unos 100.000 millones adicionales. Además, corrió hacia adelante la fecha de aplicación de esos gravámenes. Tales medidas serán parte del paquete amparado en la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974, cuya legalidad y confiabilidad tienen la misma fuente espiritual que los domicilios en que dicen residir de algunos políticos de nuestro país al presentar sus candidaturas electorales. Una parte de esa canasta de productos tenía fecha posdatada de aplicación para no distorsionar el abastecimiento estacional de Navidad y Año Nuevo. O sea para no alterar, por ejemplo, el precio de los celulares. Con la última (?) movida, la administración Trump dejó para mejor oportunidad el desearles felices fiestas a los productores, transportistas, comerciantes y consumidores de los Estados Unidos, así como a sus desconcertados proveedores extranjeros, quienes acaban de expresar la enorme alegría que les causa ver como se achican o cierran sus mercados con estas megaimprovisaciones. Idéntica alegría se advierte en los productores agropecuarios estadounidenses, quienes sólo tienen elogios hacia la Oficina Oval por el prolongado y amplio cierre del mercado que les impide exportar a China.

Mientras el G20 se dedique a priorizar el buen trato grupal antes que a resolver los conflictos que traban al mundo, ese mecanismo de cooperación no servirá para mucho.

Pero ese es sólo el efecto comercial del asunto. Al mismo tiempo, Trump le comunicó a todos los industriales de su país(naturalmente por tweet “oficial”) que hoy dependen de las materias primas, insumos y componentes de origen chino, que dejen de comprar en ese mercado y busquen fuentes alternativas de aprovisionamiento. Desarrollar proveedores es un proceso que toma años y es una de las decisiones más sensibles de la producción industrial, cosa que cualquier dirigente empresarial o político con un poco de cultura de mercado no suele desconocer. Claro que si bien fue Trump el que dispuso esa barbaridad, la idea de aplicarla a la guerra comercial no le pertenecería. Alguien de su entorno le recordó la existencia de una ley de 1977, denominada Atribuciones Económicas Internacionales (International Economic Powers Act), concebida para penalizar o cortar las relaciones con Estados parias tipo Corea del Norte o Irán, u organizaciones terroristas y de traficantes de drogas, un enfoque que seguramente sabrá valorar en forma “constructiva” el que preside la primera potencia comercial del planeta (China).

Paso por alto la sorpresa que se mandó el anfitrión circunstancial de la Cumbre de Biarritz, el presidente Emmanuel Macron, al informar sin anestesia, el domingo pasado, a varios asistentes al evento, no a todos, que estaba por el barrio el canciller de Irán y que quizás fuera una buena oportunidad para charlar un rato con él. El enviado de Teherán llegó sigilosamente a Francia el viernes 23 con la finalidad aparente de dialogar con su primer mandatario y con el ministro de Relaciones Exteriores local. Esto le aumenta la tasa de riesgo diplomático a la prosapia del Quai d'Orsay (la cancillería francesa). Por otra parte no exageremos. ¿Aqué gobernante le puede caer mal enterarse en ayunas acerca de esta clase de “astucias”? En apariencia existe consenso para olvidar la genialidad de su autor.

Tampoco fue excéntrica la polémica generada por Macron acerca de la gravísima e indolente situación que hoy se registra en la región amazónica de Brasil, cuestión en la que resulta claro que tiene razón, como siempre, Angela Merkel. Nada ni nadie puede asegurar, sostuvo la canciller alemana, que el desconocimiento comunitario del borrador de Acuerdo UE-Mercosur (sobre el que por ahora no hay ningún texto con entidad legal) servirá para frenar, mitigar y reparar lo que sea reparable de ese vital patrimonio de la humanidad. De ese modo recordó, con delicadeza,que el poder soberano de definir la política sobre su región amazónica corresponde a quienes despachan en Planalto, aunque los efectos de los aciertos o desaciertos brasileños le pueden costar un enorme dolor de cabeza a la totalidad del planeta, asunto que debía analizar el G7. La propuesta francesa de crear un fondo global para ayudar a la Amazonia no es mala idea, siempre que Brasil y sus vecinos la consideren aceptable. En lo personal creo dos cosas. El proyecto UE-Mercosur era y es necesario y estuvo bien inspirado pero tiene insuficiente sustancia en su versión actual (ver mis numerosas columnas sobre el tema en El Economista, en el Informe Económico Mensual de la USALy en otras publicaciones especializadas). Si uno evalúa la hoja de ruta de su aprobación en el Viejo Continente, tampoco hay grandes motivos para aguardar el futuro respaldo de toda la UE.

Dejé como último punto, no el de menor entidad, el comentario sobre la recesión global que se avecina la que a mi modesto y ya histórico juicio (por lo antiguo, no por la sabiduría de mis opiniones), debería ser tratada con mayor liderazgo, mejores ideas y con un ritmo menos displicente. Desde que llegó Trumpa la Casa Blanca, el G20 se dedicó a jugar a los amiguitos en vez de arremangarse y proponer la terapia adecuada de políticaspara sanar y reactivar los grandes foros sistémicos (la OMC, el FMI y el Acuerdo sobre Cambio Climático), las disputas bilaterales y los mega-acuerdos de integración.

En esta ocasión voy a sintetizar el pronóstico que comparto e hizo el economista Nouriel Roubini en una columna que publicara en Project Syndicate el pasado 22 de agosto. Su nota empieza por enfatizar tres referencias s obvias y sensatas. Por lo pronto, que la nueva recesión no tiene origen financiero, ni podrá ser corregida con una terapia basada en el uso de los mecanismos de política monetaria y fiscal como se hizo con la crisis multidisciplinaria subprime que se iniciara en 2008. Ello supone desestimar de cuajo el enfoque ad hoc de Donald Trump. La presente recesión, entiende,está claramente originada en los sucesivos remezones ocasionados por la guerra comercial y tecnológica que protagonizan China y Estados Unidos.

Los centros de ese movimiento económicotelúrico se hallan localizados en China, Estados Unidos y Alemania, pero en el 2020 tendrán efectos globales por la caída de la demanda (y las presiones inflacionarias). Los indicadores de ese país europeo están yendo para abajo debido a que su bienestar económicoderiva de la alta incidencia del comercio exterior en el PIB (50%). Lo que no es tan conocido, es que la caída de la demanda de soja y harinas de soja de China está lastimando, y fuerte, a las otras dos potencias (lo que preocupa tanto a Washington como a Berlín). Adicionalmente esos datos explican la justificada paliza que recibe el precio internacional de la soja y subproductos, desde que alguien parece haberle robado la clase media a China (la supuesta garantía y fundamento que se solía esgrimir en la Argentina para hacer el cálculo de ridículos precios futuros del yuyito, otra acotación mía), tesis central y muy sólida por lo visto, que venían sosteniendo el USDA, la OCDE, la FAO y, hasta mediados de 2014, los círculos áulicos de la política económica y agropecuaria argentina. En mi incontenible audacia sugerí repetidamente que los apologistas de esta doctrina repasen las nociones básicas de la oferta y demanda sectorial del planeta. A mí me dio resultadoentender los hechos.

Los diferentes ciclos de la recesión tienen, según Roubini, tres orígenes conocidos y previsibles. El primero, la artificial trifulca sobre la manipulación de las divisas entre Washington y Pekín, tema que desarrollé recientemente en El Economista. El segundo está referido al porvenir de la guerra tecnológica que también afecta de manera decisiva otros planos del equilibrio geoestratégico como la primacía en el equilibrio bélico y el liderazgo competitivo. Finalmente, destaca que el enfoque de la administración Trump respecto de la política nuclear de Irán puede ocasionar, en determinado momento, claros problemas de abastecimiento energético.

¿Cómo juega en todo esto en el actual problema de liderazgo? Es bastante simple. Mientras el G20 se dedique a priorizar el buen trato grupal antes que a resolver los conflictos que traban al mundo, esemecanismo de cooperación no servirá para mucho. Y si el núcleo desarrollado del capitalismo tradicional no despierta y hace cambios de fondo en su bucólica visión actual, el horizonte será oscuro, muy oscuro.

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