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¿Qué se juega y qué no el 27 de octubre?

Pequeñas variaciones electorales pueden tener fuerte impacto en la distribución de bancas.

30 agosto de 2019

Por Nicolás Solari Director de RTD

Faltan 58 días para las elecciones generales del 27 de octubre. Es un plazo extensísimo durante el cual el país afrontará enormes tensiones bajo una doble conducción: la del liderazgo que se apaga y la del que aún no ha nacido. La pulseada entre ambas fuerzas tiene un ganador prefijado. El 11 de agosto los argentinos expresaron mayoritariamente que el tiempo de Mauricio Macri al frente de la Casa Rosada ha expirado. Las elecciones son así. En la alternancia del poder está el sustrato de la competencia democrática, lo que lo hace perdurable en el tiempo. Un juego perpetuo donde los vencedores gobiernan y los perdedores se rehacen a la espera de una revancha que ya está pactada para 2023.

Ahora bien, si el resultado de las primarias es prácticamente irreversible ¿por qué se molesta el peronismo en dinamitar la precaria estabilidad del Gobierno? Y, del mismo modo, ¿por qué es que el oficialismo no se concentra únicamente en garantizar la mejor transición posible, dejando de lado una campaña improbable y peligrosa?

La respuesta a ambos interrogantes es que el 27 de octubre no se dirime la presidencia sino la subsistencia y viabilidad de Cambiemos como oposición. A ambos lados del espectro político se descuenta que el peronismo ganó la presidencia en las PASO, cuando cosechó una avalancha de votos en 22 de los 24 distritos del país. Más allá de eso, aún está en suspenso el balance de fuerzas con el que gobernará Alberto Fernández.

Vamos por partes. El 27 de octubre se votará para elegir presidente, la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. En la provincia de Buenos se elegirá gobernador, legisladores e intendentes. Mientras que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se votará al Jefe de Gobierno y al 50% de la legislatura porteña. Además, habrá elecciones en Catamarca y La Rioja.

De los platos fuertes de la elección, dos tienen un ganador ya puesto. Alberto Fernández y Axel Kicillof tienen garantizada la presidencia y la gobernación bonaerense. Sólo un tsunami político podría evitarlo. A esta certeza se le contrapone la incertidumbre que flota aún sobre algunos distritos clave para el oficialismo.

A nivel territorial la competencia no está definitivamente zanjada en la Ciudad de Buenos Aires. Allí, Rodríguez Larreta cuenta con una ventaja significativa de votos, aunque el momentum podría perjudicarlo forzando un balotaje. También están en disputa las ciudades más importantes de la provincia de Buenos Aires (Mar del Plata, Bahía Blanca y La Plata) y varias intendencias del conurbano como Morón, Lanús, o Tres de Febrero. Conservar el anclaje territorial es una parte esencial de la estrategia de supervivencia del macrismo fuera de la Casa Rosada.

A nivel legislativo pequeñas variaciones electorales pueden tener fuerte impacto sobre el próximo Congreso. Según la proyección de Real Time Data, si los resultados de las PASO se repitieran en octubre, el Frente de Todos podría aspirar a un interbloque de 116 diputados y 36 senadores, ligeramente por encima de los 110 diputados y 28 senadores de Juntos por el Cambio. Ahora bien, de mejorar su performance en la provincia de Buenos Aires, Tucumán o Santa Cruz el macrismo podría arrebatarle al Frente de Todos entre 3 y 4 diputados, equilibrando el balance de la Cámara Baja. No alcanzaría para arrebatarle el dominio parlamentario a un gobierno fuerte tanto electoral como territorialmente, pero sería una amenaza constante que forzaría una mayor moderación legislativa e influiría en la conformación de las comisiones parlamentarias y el nodal Consejo de la Magistratura.

En definitiva, la elección primaria del 11 de agosto clausuró el debate sobre el nombre del próximo presidente aunque abrió el interrogante sobre el ecosistema en el que gobernará. El duelo actual se concentra en definir qué fortaleza y qué ductilidad tendrá la oposición a Fernández a partir del 10 de diciembre. Es esa la naturaleza de la pugna que enfrenta a macristas y albertistas en estos días de crisis económica y efervescencia social.

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