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Falló “la macro” y también su relato

13 agosto de 2019

¿Cuándo se jodió el macrismo? La pregunta revisitada de Mario Vargas Llosa invita a pensar en la corrida cambiaria que se desató en 2018 como punto de quiebre del derrotero de Cambiemos. Antes de eso, el destino podría haber sido otro. No sólo ya había ganado la elección presidencial de 2015 sino que había revalidado en las urnas de 2017: nunca fueron números descollantes, pero servían para ganar ante un peronismo disgregado que buscaba, sin éxito, deskirchnerizarse. Incluso había, a fines de 2017, un clima reelecionista?pero pasaron cosas.

El bolsillo es el gran elector en el mundo occidental. Tras la corrida, el salario real derrapó con violencia y la inflación se salió de escuadra: 47,6% en 2018 y va para 40% (ahora es piso) en 2019. No habían prometido un salariazo a lo Menem, pero, eso sí, que bajarían la inflación. Es más, se pusieron metas cuantitativas, pero fallaron. Con el kirchnerismo, la inflación era alta e invisible para las estadísticas pero estable: (casi) siempre, 25-30%.

Con esos ingredientes, más un mercado laboral achicando y con tendencia hacia la precarización, el consumo (aquello que determina los márgenes de libertad personal en una sociedad moderna) se hundió y sólo sobre el final del mandato pusieron la pata sobre los precios regulados sino, aun en momentos difíciles, seguían con el ajuste sobre el ingreso disponible de los hogares. El dólar prohibitivo (aun antes de la suba de ayer), la suba de la pobreza en cuatro millones de personas (desde 2015), el flaqueo del añorado tejido industrial y las tasas de interés en 70%...configuran una lista (arbitraria y rápida) que puede seguir. En resumen, el nivel de vida general, sin guerras de por medio, se deterioró, sobre todo en los últimos dieciocho meses y el Gobierno nunca encontró adelantarse a la curva. Siempre la miró de atrás y pateó para adelante las recuperaciones que auguraba. Volatilidad al palo. La agenda nunca salió de allí porque pensaban que la daban vuelta, pero los dio vuelta a ellos.

Pero también falló la arista del relato económico, indispensable en épocas de vacas flacas. Por cierto, la narración adhiere más cuando discurso y realidad (o bolsillo) se alinean, pero hay una necesidad de acompañar a las épocas de las vacas flacas. Se requiere capacidad de convencer, persuadir, hablar y predicar para darle sentido a ese esfuerzo. Solidaridad y confianza, también. Las metáforas del “segundo semestre” o “la luz al final del túnel” no alcanzaron. “Gobernar es explicar, explicar, explicar, decía Fernando Henrique Cardoso”, como recordó Andrés Malamud, días atrás, en Twitter.

El relato amarillo nunca adhirió y fue visto como un Gobierno para los ricos, con excesos de offshores. Por y para los amigos de Mauricio Macri. Lo muestran las encuestas (hoy algo vapuleadas) y no pudieron revertirlo las obras públicas. El Metrobus no alcanza si faltan ingresos. La mejora reciente en el humor social se debió a herramientas tardías e implementadas con desgano: los estímulos para el consumo, el dólar planchado y las tarifas congeladas.

Más allá de los juicios valorativo, (si estaba bien tal decisión o no o si todo esto era evitable), falló la “macro”, pero también su relato. Las palabras del domingo del Presidente (las de Lilita, capítulo aparte) parecieron no reconocer eso. Las de ayer, tampoco. Gobernar es ir hacia donde un cree que debe ir el país, pero con la gente acompañando.

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