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El que no corre, se corre

15 agosto de 2019

Por Sandra Choroszczucha  Politóloga

En Argentina el voto corrió, corre y correrá detrás de los billetes, preferentemente en tonalidades verdes.

Aunque no recordemos con tanta precisión, y aunque la entidad encargada de medir lo mal que estábamos hace cuatro años estaba “intervenida” por el bueno de Guillermo Moreno, la crisis inflacionaria en la última etapa del Gobierno de Cristina se sentía fortísima.

En paralelo, los dueños de los billetitos verdes sufrían sobremanera por un cepo que impedía disponer de su capital a piacere.

Hace cuatro años la economía argentina no gozaba de buena salud.

Cabe destacar que las sospechas de alta corrupción también afectaron la afiliación a un peronismo devaluado éticamente.

En este marco, una nueva coalición conformada por el PRO, la UCR y la Coalición Cívica tomaba ventaja sobre un peronismo apesadumbrado y liderado por un candidato que era más amigo de Macri que de Cristina.

Eran vientos a favor del cambio y la nueva coalición definió muy inteligentemente que Cambiemos sería su poderoso emblema.

Así, Mauricio Macri ganó la Presidencia de la Nación con 51,34% de los votos contra 48,66 % obtenidos por Daniel Scioli, en una segunda vuelta electoral o ballotage.

Ganó Cambiemos y ganó. Pero por menos de 3 puntos porcentuales, lo cual no deja de ser un dato. El peronismo cuenta con un electorado fiel hasta las últimas consecuencias. De todas formas, la crisis económico-ético- financiera dio ese empujoncito final, para que los votantes descontentos con un escenario poco confiable y desordenado, le arrebataran con dificultad la banda presidencial a Cristina para que Macri se la autocoloque en tiempo y sin formas.

Así Macri llegaba a la Presidencia y prometía mejorar la economía en tan sólo seis meses y acelerar los tiempos de la Justicia para que los corruptos que dejaban el poder tuvieran su merecido castigo.

Las expectativas eran altísimas y las expectativas suelen generar confianza y la confianza suele generar ilusión, y la ilusión suele generar felicidad. Argentina se mostraba feliz mientras esperaba ansiosa que llegaran los 180 días de Gobierno para ingresar al paraíso.

Pero el paraíso se prorrogó por 180 días más y 180 días más y 900 días más porque el paraíso no llegó. Y sí llegaron las infernales tarifas multiplicadas por diez, por veinte, por cincuenta, los despidos en masa, un dólar que no paraba de escalar y junto a esto un aumento de precios escalofriante.

Mientras tanto, la Justicia cumplía con lo prometido y Comodoro Py se transformaba en un desfile de reos kirchneristas que merecían el castigo y la prisión, y esto se celebraba, mientras el pan, la leche, la carne, el gas y la electricidad empezaban a ser un lujo para unos pocos.

El Gobierno confió en la paciencia de los argentinos, en que el hambre podía esperar, mientras nos sumergíamos en un primer mundo que prometía que el paraíso llegaría, había que confiar y esperar un poco más, con la panza vacía y sin poder solventar los servicios básicos del hogar, pero había que esperar, sólo un poco más.

Pero Argentina corrió, corre y correrá detrás de los billetes, ya de cualquier color y valor; cuando el hambre se transforma en un flagelo real, no hay expectativas ni confianza ni ilusión que valgan.

El hambre no puede esperar lluvias, tormentas ni torbellinos de inversiones porque el hambre es hambre, y él que no entiende esto obtiene 32,08% de votos en las PASO, y posiblemente pierda en las próximas elecciones frente a un candidato que hasta hace menos de tres meses twitteaba y se paseaba por unos pocos programas televisivos hablando de la nada misma.

Sólo cabe esperar si un golpe de timón aún es posible para el Presidente de los argentinos. Ayer, un nuevo hecho se instaló en los primeros lugares de las agendas pública y mediática. El presidente Macri anunciaba un importante paquete de medidas para alivianar la crisis padecida por los diferentes sectores que manifestaron el domingo último “no va más”.

Anuncia el Presidente que, desde ahora, trabajadores, pyme, empleados públicos, privados, estudiantes, cuentapropistas, monotributistas y hasta los miembros de las fuerzas de seguridad, gozarán de nuevos beneficios para poder renacer después de casi ocho semestres de agonía.

En los últimos cuatro días, el presidente Macri se sorprendió, se enfureció, se serenó y reaccionó.

Continúa la carrera hacia el “sillón de Rivadavia”, y como cabe de esperar en una república que se aprecie como tal, los ciudadanos serán los que decidirán si van a seguir corriendo con el Presidente o corriendo al Presidente.

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