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El precio del dólar y los fantasmas del pasado

Alejandro Radonjic 01 agosto de 2019

Por Alejandro Radonjic

Argentina tiene sus fantasmas históricos. Son reales (son cosas que ocurrieron de verdad), pero el carácter fantasmagórico es que siempre sobrevuelan. La Historia no se repite, pero no podemos evitar evocarla: las hiper, el corralito, el default o la gran crisis del 2001-2002 son algunos de ellos. El accionar del peronismo cuando no está en el poder es otro y ayer lo evocó la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, aunque el fantasma ya venía sobrevolando.

Bullrich, que está en la política desde antes de aquellos años mixtos, asoció el juego de Alberto Fernández a la erosión que el peronismo (en sentido amplio) hizo a los últimos días de la gestión de Raúl Alfonsín. Lo mismo sugirió el historiador Pablo Gerchunoff, días atrás, en la red social del pajarito. “No te va a salir”, le dijo a Alberto.

La tasa de inflación para julio mostró, según el IPC Online de Bahía Blanca, un aumento de 2,18% respecto al mes de junio: se computaron 46.297 precios.

Un juego sucio, en la lectura oficial. Que busca alentar una corrida sobre la moneda que acelere la inflación y, por ende, baje el salario real. El juego sucio, dicen del otro lado, es el del Gobierno, que incuba un atraso cambiario a fuerza de tasas altas, profundizando la recesión y dejando la tarea del ajuste devaluatorio a quien asuma el 10-D. Así las cosas, y teniendo en cuenta lo que unos critican de otros, no hay margen para el análisis porque las declaraciones tienen segundas intenciones y no buscan hablar de lo que aparientan hablar. Carecería de sentido porque la oposición sólo quiere alentar una corrida y forzar una devaluación mientras que el Gobierno no quiere decir que atrasa el tipo de cambio para ganar las elecciones, aun a costa de lesionar más el nivel de actividad, incubar una devaluación futura o deteriorar el patrimonio de Reconquista 266.

Esto último, como recordó Federico Moll (Ecolatina) en Twitter, no sería muy consecuente con el manual kirchnerista. “Cuando el kirchnerismo habla de 'atrasar el tipo de cambio artificialmente con fines electorales' está atacando sus tradiciones más sagradas”, dijo, junto con un gráfico con la evolución del tipo de cambio real multilateral.

https://twitter.com/mollfederico/status/1155949400222420993?s=20

La carta

Así lo resume un participante del mercado. “Alberto Fernández se dio cuenta que, si no hay ruido cambiario, corre riesgos de perder y entonces agita el fantasma de la devaluación para que el mercado se sacuda”. Si ese era el punto, sin embargo, fracasó por ahora: el dólar bajó 6 centavos ayer (aunque el BCRA estuvo muy activo y el volumen, superior a los US$ 1.200 millones, fue récord de 2019) y la renta fija estuvo firme, con el riesgo país bajando hasta 784 puntos. “No veo que sea una propuesta programática”, agrega. “Buscan hablar de economía porque allí es donde al Gobierno le duele, buscan hacer ruido entre los inversores y, obviamente, quieren ganar con el Gobierno pagando los costos de la devaluación”, agrega y dice que, aun si pasara eso (es decir, cayera el peso), eso depararía réditos en las urnas. “Una cosa es que la perspectiva de un triunfo kirchnerista genere volatilidad cambiaria y otra muy diferente es decirle en la cara al electorado que van a dejar que el peso se deprecie. Esto último dudo que genere votos”, cierra.

Las visiones

Integrando la política electoral con los números cambiarios, El Economista sumó la visión de tres renombrados analistas: Gabriel Caamaño Gómez (Consultora Ledesma), Hernán del Villar (Estudio Alpha) y Miguel Zielonka (Econviews).

“Primero que nada, creo que Alberto sabe que su principal carta es la económica”, dice Caamaño Gómez. “Pero me parece que la están jugando mal esa carta. Se están enfocando en los síntomas, la tasa real de corto plazo y el Tipo de Cambio Real (TCR), y no en las cuestiones de fondo”, dice. “El tema del TCR es claro. Pocas variables más endógenas que esa. Poca cosa más trillada que intentar andar determinado el valor del TCR de equilibrio cuando, en realidad, es un resultado. Decime qué esquema de política económica y programa de reformas estás proyectando y entonces nos vamos a poder imaginar el nivel de TCR que eso da como resultado, su dinámica y si eso es o no sustentable”, agrega el hombre de Consultora Ledesma. “Empezar esa discusión por el TCR es repetir errores. Es volver a poner la carreta delante del caballo”, dice y agrega: “Por otro lado, si se mira el valor actual del TCR y los determinantes (términos de intercambio, nivel de gasto primario versus PIB, déficit primario, tasas de interés internacionales, y demás) no parece que el peso esté más caro que los últimos 8 o 9 años. Parece, incluso, el más holgado o menos incómodo del período de 2011 hasta actualidad. Por todo lo dicho, queda claro que antes de hablar de TCR atrasado más de uno debería ruborizarse”, reseña. “Con la tasa real de corto, pasa lo mismo. Hoy la tasa refleja una coyuntura muy cargada de incertidumbre. En el contexto, además, de una demanda de pesos que se deshizo hasta niveles de 2005-2006. Léase, lo que refleja la tasa es que todos quieren tener la menor cantidad de pesos posibles porque no hay horizonte. Cuesta mucho pensar como sigue la economía local luego de las elecciones dado lo polarizado de las opciones, el desgaste del Gobierno tras la crisis de 2018 y los desafíos que hay por delante. Hasta que no se resuelvan las elecciones, todo lo que el mercado no pueda proyectar con niveles de error aceptables, lo va a exigir en la tasa”, sentencia.

El dólar mayorista cerró julio con un avance de 3,2%, dijeron desde Tavelli. “Fue un mes positivo para la renta fija”, agregaron y señalaron que la renta variable “finaliza con un saldo levemente ganador”

“No podemos decir que está atrasado, aunque, sí, que perdió el colchón que tenía a fines de 2018”, dice Hernán del Villar desde el Estudio Alpha. “Actualmente el tipo de cambio real está 45% por encima del inicio del actual Gobierno, que serían uno $30 de hoy y 26% por encima de diciembre de 2017”, dice y agrega, como argumento: “Un reflejo de que no está atrasado es el superávit de la cuenta corriente cambiaria de los últimos doce meses de U$S 8.000 millones”. Sobre la coyuntura, señala: “Lo que tenemos hoy es una demanda transitoria exacerbada por la incertidumbre electoral que hace necesario tasas de interés muy elevadas. Un proceso que deberá ser transitorio”. Ayer, la Leliq promedió 60,396%. Sobre las intenciones de Alberto, dada la evidencia, dice: “Hay antecedentes históricos comparables en períodos preelectorales. Si bien es difícil juzgar una intención, el concepto de atraso está errado”.

En una línea coincidente, Miguel Zielonka sostiene: “No creo que nadie pueda afirmar que el dólar está subvaluado por lo complicado que es hacer la evaluación del 'valor justo' del tipo de cambio que depende de innumerables variables. Pero además, en este momento no hay ninguna medida objetiva que te permita afirmar algo así. El tipo de cambio real multilateral, el saldo de la balanza comercial y el saldo de la cuenta corriente, todo apunta a que las cuentas externas están bastante niveladas dado el contexto”, arguye ante El Economista. “Ahora bien, eso no implica que la segunda parte de lo afirmado por Alberto sea falso (Nota del Redactor: la referencia a las tasas altas como sostenes del dólar). Ese bastón que son las tasas altas evitan que haya aún más dolarización, y no porque el peso esté subvaluado ex ante sino porque, bajo un escenario binario negativo, podría estarlo ex post”, señala y concluye: “En cuanto al discurso, Alberto se metió, tarde por suerte, en el campo de la economía, el único lugar donde tiene chances de criticar con más fuerza al oficialismo. Además, y también por suerte, el contenido que está transmitiendo no le está jugando a favor”.

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