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Crónica de un desenlace anunciado

15 agosto de 2019

Por Franco Tealdi

En sólo tres días, los argentinos hemos sido testigos de la furia de los mercados y visto como, en un abrir y cerrar de ojos, se esfumó el valor de nuestras empresas, nuestros ahorros, nuestro salario y nuestra moneda. El riesgo país se duplico, el dólar voló más de 30% y las empresas argentinas más importantes perdieron, en un solo día, US$ 18.144 millones de su valor de mercado. En los titulares de Bloomberg databan la crónica que Argentina se volvió más riesgosa que Zambia, y sólo quedó por detrás de Venezuela, luego de las primarias.

Este implacable desenlace fue detonado por la confirmación, una vez más, de que los argentinos no estamos dispuestos a pagar el costo y hacer el sacrificio que implica hacer las cosas de manera diferente a como lo venimos haciendo desde hace más de cincuenta años.

“No se le puede echar la culpa al votante”, nos reprochan los que advertimos y argumentamos que este desenlace iba a ocurrir. Por supuesto que no, nadie puede decirle al pueblo que destino elegir, de la misma manera que no puede desentenderse de las consecuencias que generan tal elección. A hacerse cargo.

Con este panorama, ¿es razonable estar invertido en Argentina? La respuesta es sencillamente no.

Los “mercados” a estas horas están siendo catalogados y hasta personificados como una especie de monstruo autoritario que no respeta la decisión democrática del pueblo. Error conceptual gravísimo: el mercado es un proceso dinámico del cual todos formamos parte. ¿Cuántos argentinos han dolarizado sus ahorros desde el año pasado? ¿Cuántos, en base a esta coyuntura, piensan hacerlo en el corto plazo? Eso es el mercado. El mercado somos todos, que con nuestras decisiones en base a expectativas, formamos precios. El mercado paga o vende de acuerdo a como ve el futuro, nunca en base al pasado. Hoy el mercado vende, no porque Mauricio Macri hizo desastres, sino porque cree que el futuro será incierto o incluso peor. Así como no se debe cuestionar el voto, ¿quién tiene derecho a cuestionar el genuino instinto del ahorrista argentino ?y extranjero? de salvaguardar su capital, por más mínimo que sea, de las garras de un Estado que los ha estafado tantas veces en la historia?

La pregunta que nos hacemos todos a esta altura es si está sobrerreaccionando el mercado, o sea la gente, lo malo que podría ser un nuevo Gobierno kirchnerista. Acudamos a las últimas declaraciones de su líder, Alberto Fernández, para darnos una idea de lo que tiene pensado hacer: no quiere aprobar el tratado con la Unión Europea, no quiere cumplir el acuerdo con el FMI ni quiere tasa de interés positiva, un requisito fundamental para estar en pesos. No va a revertir el déficit previsional, más bien lo va a aumentar 20% en términos reales. Además, según sus palabras, no se necesita una reforma laboral para reducir el costo del empleo formal y no corresponde al Poder Judicial pedir explicaciones a los funcionarios sino al revés.

Con este panorama, ¿es razonable estar invertido en Argentina? La respuesta es sencillamente no. Por lo menos hasta que se brinde certidumbre sobre lo que depara el futuro. Y la respuesta a eso la tiene el que mayor probabilidad tiene de asumir el Gobierno el próximo 10 de diciembre, no aquel que lo deja.

Nuevamente, el mercado paga o vende futuro. El dinero es miedoso, no le gustan las incertidumbres, huye de todos los lugares donde pueda existir inestabilidad. Y lo que lo hace aún más implacable, es que no tiene un solo rostro, ni un solo nombre ni apellido: somos todos nosotros.

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