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Volvimos al mundo, ¿qué sigue ahora?

01 julio de 2019

Por Horacio Reyser (*)

En los últimos tres años y medio, Argentina corrigió distorsiones económicas e institucionales que venía arrastrando por décadas, problemas que volvían imposible el desarrollo sostenible de la economía y la integración al mundo como un actor responsable y previsible. ¿Cómo podíamos avanzar en objetivos estratégicos cuando cargábamos el lastre de una pésima imagen internacional, estábamos aislados de los grandes flujos de comercio e inversiones y registrábamos un déficit fiscal estructural?

Gracias a la paciente solución de los problemas fondo, hoy nos encontramos ante un nuevo escenario que nos permite proyectar políticas ambiciosas para el período 2019-2023. A continuación, algunos de los pilares clave que definirán el perfil de la Argentina futura, cotejando lo que encontramos, lo que hicimos hasta ahora y lo que nos proponemos profundizar para promover una transformación definitiva de la economía nacional.

 Integración estratégica

En 2015 éramos uno de los países más cerrados: teníamos acuerdos comerciales con sólo el 10% del PIB global, mientras que Australia y Chile, por citar dos ejemplos, sellaron tratados con el 50% y 80% del producto mundial, respectivamente.

Actualmente el panorama es otro. Argentina acaba de cerrar una asociación estratégica con la Unión Europea, un hecho histórico que marcará un antes y un después tanto en el desarrollo de nuestra matriz productiva como en el posicionamiento general del país en el sistema internacional. Este acuerdo, que nos vincula en forma permanente con la UE, debe ser solo el punto de partida para concluir el resto de los procesos abiertos con EFTA (Asociación Europea de Libre Comercio), Canadá, Singapur y Corea del Sur, alcanzando tratados con más del 40% del producto global.

Sin embargo, aquí no se detiene el proceso de inserción de la Argentina: desde este nuevo escalón y con solidez institucional, seguiremos identificando socios estratégicos que profundicen nuestra participación en el comercio y las inversiones mundiales.

Consolidar la cultura exportadora

Tantos años de aislamiento generaron incentivos negativos para el sector privado, el cual tendió a recostarse solamente en el mercado interno para colocar sus bienes. Esta orientación doméstica, si bien importante para adquirir ciertas capacidades, resulta insuficiente para volverse competitivo y alcanzar el crecimiento sostenido que requiere nuestro país. Es necesario abandonar esta zona de confort.

Los acuerdos comerciales, la mejora de la competitividad y la estabilidad macroeconómica permitirán construir una cultura exportadora sólida

Desde el primer día buscamos construir un nuevo sentido común que asocie la integración al mundo con una oportunidad para crecer, generar empleo y ganar eficiencia. Acompañamos este cambio con aportes concretos: abrimos más de 200 mercados para productos agroindustriales en más de 50 países, impulsamos la competitividad a partir de la mejora de la infraestructura y acompañamos a los exportadores en el proceso con una serie de políticas innovadoras sintetizadas en el sello “Argentina Exporta”.

La nueva etapa exige aprovechar el nuevo sistema de incentivos para redirigir todos los esfuerzos productivos al mercado internacional. Los acuerdos comerciales, la mejora de la competitividad y la estabilidad macroeconómica permitirán construir una cultura exportadora sólida, sobre todo en las MiPymes, verdadero motor de nuestra economía que representa el 99% de las empresas y el 65% del empleo.

Modernización del Mercosur

El bloque regional cumplió en sus orígenes un papel importante desde el punto de vista político, generando cohesión y construyendo confianza entre los países miembros. Pero en los últimos años, producto de su falta de dinamismo y capacidad de adaptación, derivó en un esquema más ideológico que pragmático, dejando de lado su objetivo inicial de impulsar el comercio intrarregional y la inserción de los países en el sistema internacional.

Desde 2016 venimos trabajando para convertirlo en una institución dinámica y moderna a partir de un mayor relacionamiento externo, inédito en la historia del bloque, y una estructura institucional eficiente que permita decisiones rápidas y coherentes con las necesidades de cada uno de los países que lo integran. Por ejemplo, generar un mecanismo que habilite negociaciones bilaterales, a distintas velocidades.

En los próximos años debemos reafirmar que el Mercosur solo sirve a sus integrantes si facilita el comercio entre ellos y los proyecta al mundo, integrándolos a las cadenas de valor. Por ello, entre otros aspectos, es importante avanzar en el diseño de un arancel externo común que promueva la competitividad y permita el acceso de bienes intermedios, fundamentales para elaborar productos complejos de mayor valor agregado.

Nueva etapa de la transformación

El camino transitado hasta el momento ofrece muestras claras de un cambio positivo que ya está en curso. Hoy están sentadas las bases para programar objetivos con un techo más alto, que incluso trasciende las aspiraciones exclusivamente comerciales. El nuevo esquema de inserción internacional activó un proceso transformador, con profundas implicancias institucionales, que afectará transversalmente la manera en nos relacionamos con el mundo. Esta nueva concepción ya es un patrimonio de todos los argentinos que debemos consolidar en los próximos años.

(*) Secretario de Relaciones Económicas Internacionales @HoracioReyser

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