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¿Qué gestión del ambiente tenemos que hacer antes de la mitad de la década que viene?

17 julio de 2019

Por Mariana Conte Grand Economista ambiental de UCEMA

Los científicos vienen advirtiendo sobre grandes cambios en el medio ambiente del planeta, como el aumento de la temperatura y de las precipitaciones medias, el derretimiento de las capas de hielo, y la mayor intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos. Las consecuencias de estos cambios se ven cada vez más en las tapas de los diarios en forma de pérdidas humanas por inundaciones, hospitalizaciones por olas de calor, destrucciones de cosechas por sequías, incendios forestales, etc.

Los impactos ambientales son cada vez más visibles a los ojos. Los argentinos ya no solamente leemos sobre las inundaciones en Asia o las olas de calor en Europa o Estados Unidos, sino que las sufrimos en carne propia. Los años 2017 y 2018 fueron los más cálidos de los registrados en la ciudad de Buenos Aires y la sequía argentina fue uno de los eventos climáticos más costosos del 2018 a nivel mundial. A estos problemas hay que agregarle, por supuesto, otras cuestiones locales como la contaminación en el Riachuelo o las referidas a la minería o los transgénicos.

El tema ambiental estuvo totalmente ausente en los debates presidenciales de 2015, pero apareció una vez asumido el nuevo gobierno. Se creó por primera vez un Ministerio de Ambiente, hoy, Secretaría dependiente de la Jefatura de Gabinete. Se destacó la importancia de las políticas sobre cambio climático en los discursos ante líderes internacionales. Hubo avances en la gestión ambiental referidos a generar bases de datos como las de glaciares y de gases de efecto invernadero, entendiendo que las mismas son esenciales para diseñar políticas. También, en línea con el objetivo de acceder a la OCDE, surgieron algunos instrumentos de regulación modernos como el impuesto al carbono sobre los combustibles líquidos, aprobado en la última reforma impositiva.

Diversas encuestas recientes muestran que habría más conciencia en la sociedad argentina que hace cuatro años sobre la problemática ambiental, en particular entre los jóvenes. Ha comenzado la militancia de un grupo llamado Jóvenes por el Clima. Estos, emulando a la iniciativa de la sueca Greta Thunberg, llevaron sus reclamos a las calles, convocando a distintas concentraciones. Además, según una investigación reciente, los centennials argentinos, que tienen entre 16 y 24 años y son 22% del padrón electoral, están tres veces más preocupados que cualquier otro grupo etario por los problemas ambientales.

Entonces, ¿qué cambios pueden esperarse en la gestión amiental de los próximos años? El problema del clima se está agudizando, así que los costos derivados del mismo seguirán aumentando. La comunidad internacional (salvo casos como el de Donald Trump) continuará presionando hacia políticas ambientales cada vez más activas a través de requisitos de huellas ecológicas para los productos exportables o dejando de apoyar financiamiento, por ejemplo. Si el activismo de los jóvenes crece, habrá cada vez más presión popular.

Así como se dio el debate sobre el derecho al aborto y sobre los derechos de las mujeres, es momento de enfrentar formas anacrónicas de pensar y terminar con tabúes respecto a los temas ambientales. La plataforma del Frente de Todos parece apoyar la visión de que el origen de los problemas ambientales es el sobreconsumo y el sistema de mercado, y el candidato a vicepresidente de Juntos por el Cambio señaló que creía en desarrollar la minería cuidando el medio ambiente. El actual Gobierno ha dejado atrás el miedo a difundir información ambiental y se ha animado a introducir regulaciones ambientales innovadoras. Pero, no siempre discute abiertamente la relación entre economía y ambiente. Es hora de hacerlo.

Todos debemos entender que la contaminación cero no es posible, y no puede ser un objetivo de política. Todo lo que hacemos, comer o vestirnos o ir a trabajar, tiene un impacto. Y, para cuidar el ambiente se necesitan incentivos y, por supuesto, inversiones. Si hay menos subsidios a los combustibles fósiles, usamos menos el auto y más el colectivo, se incentiva la industria de los autos eléctricos; si la luz es cara, tratamos de usar menos o de instalar energías renovables, etcétera. Las actividades humanas no tienen por qué ser enemigas de la naturaleza. Del debate saldrán mejores y nuevas políticas.

 Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la UCEMA

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