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La necesidad de crecer sin gestar nuevas crisis

31 julio de 2019

Por Guido Lorenzo LCG

Amedida que se acercan las PASO, el mercado de cambios empieza a reflejar la incertidumbre política. Luego de esta primera contienda electoral habrá que esperar a las elecciones generales de octubre para que finalmente, en el escenario más probable, se defina la elección en noviembre. Uno de los problemas que enfrenta la economía es como llegar de agosto a noviembre con este nivel de tasas reales y el ajuste fiscal planeado.

La única ventaja de no estar creciendo es que el país no está engendrando ninguna crisis y es por ello que, para no caer en la tentación de crecer con atajos, cualquier gobierno que asuma deberá tener un diagnóstico correcto y priorizar la sostenibilidad a la velocidad.

Una vez pasadas las elecciones la incertidumbre se reducirá, ejerciendo menor presión sobre la economía y permitiendo reducir las tasas de interés. Si se logra la reactivación del crédito y volver a poner en funcionamiento el aparato productivo, el país habrá salido de uno de los problemas que enfrenta sistemáticamente: megacrisis que desordenan el tejido social y deterioran el punto de partida para encarar un nuevo proceso de crecimiento.

Para no repetir este problema hay que empezar a sentar las bases de transformaciones micro y macroeconómicas que el país necesita. Básicamente se deben dirigir hacia dos ejes.

El primero es aumentar las exportaciones. Crecer y consumir encontrará límites dado que para consumir e invertir se necesita una demanda creciente de dólares que debe ser cubierta con un mayor flujo de ingresos. La forma genuina de aumentar la oferta de dólares es a través de las exportaciones. Es por ello que se necesitan reducir costos y ampliar mercados.

Mejorar la eficiencia del Estado. Nuestro Estado quedó antiguo, se ha duplicado de tamaño en los últimos veinte años y no funciona de manera ágil como otros pares modernos. No ayuda al propósito anterior de aumentar las exportaciones y sigue siendo un sector que le resta productividad a la economía en su conjunto.

Con el eje en esos dos compromisos y con gobiernos más abiertos al diálogo que puedan diagnosticar mejor, el país podría retomar un sendero de crecimiento sin necesidad de tener que recurrir a una de las grandes crisis que vuelven a desacomodar a la sociedad.

El desorden de la gestión kirchnerista fue grande, al punto de dejarnos al borde de una de estas grandes crisis que mencionamos: cepo cambiario, Indec intervenido, tarifas desalineadas, tipo de cambio atrasado, prohibición de giro de utilidades y la economía estancada en su PIB per cápita.

La gestión actual subestimó completamente esa herencia y perdió tiempo intentando hacer un falso gradualismo fiscal donde se pensaba que el financiamiento externo iba a estar disponible para siempre. Cuando se cortó, el ajuste se tuvo que hacer todo junto y eso duele más.

Sería esperanzador que al que le toque asumir en diciembre 2019 pueda entender que Argentina debe evitar caer en la tentación de soluciones rápidas como defaultear la deuda y crecer emitiendo moneda, o manotear la caja previsional para financiar gasto corriente u otras de las ideas que se han materializado durante anteriores gestiones.

Hay margen para ser optimistas. La mala gestión actual dejó en evidencia que parte de la crisis que tenemos hoy en día es una acumulación de inconsistencias no resueltas y que la sociedad no quiere que se resuelva mediante una crisis de la magnitud del 2001, la híper del '89, etcétera. Las posibilidades de sentar las bases para transformar la sociedad la tiene cualquiera de los dos espacios que gane, pero las tentaciones de tomar atajos y cortar el diálogo también. La responsabilidad está en manos de los votantes, los que, lamentablemente, no escuchan debates en torno a estos temas.

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