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¿Son verosímiles las amenazas de Trump?

Jorge Elías 28 junio de 2019

Por Jorge Elías

De haber cumplido con sus amenazas, Donald Trump no hubiera cancelado diez minutos antes un bombardeo contra Irán con aviones en el aire y buques en posición. Tampoco hubiera dado marcha atrás con la imposición de un arancel del 5% a todos los productos importados de México si no frenaba la migración de centroamericanos. Ni hubiera permitido más ensayos nucleares de Kim Jong-un. Ni hubiera descartado la “opción militar” ante la permanencia de régimen de Venezuela. Ni hubiera soslayado la interferencia de piratas informáticos de Rusia en las legislativas norteamericanas de 2018, revelada por él mismo, sospechoso de haberse beneficiado de ese artilugio en 2016.

Así como Trump insiste en la guerra tecnológica y comercial contra China y fustiga a la Unión Europea con su apoyo al Brexit y su reclamo de mayores aportes económicos a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), también aplica en la faz interna su táctica, la de la negociación empresarial, en campaña para ser reelecto en 2020 mientras una veintena de precandidatos demócratas procura curarse en salud del trauma por la derrota de su última candidata, Hillary Clinton. Un traspié inesperado frente a un outsider cuya regla frente a adversarios y amigos consiste, según sus propias palabras, en “mantenerlos ligeramente desconcertados”.

En la retahíla con Irán, el presidente Hassan Rouhani abandonó su habitual temple moderado cuando acusó a Trump del “retraso mental de la Casa Blanca”. Obtuvo como respuesta, vía Twitter, los motes de “ignorante e insultante”. Poco antes, Trump había amenazado con “una fuerza grande y abrumadora” al ayatolá Ruhollah Khomeini, muerto en 1989. El apellido de su sucesor, Alí Khamenei, es parecido, no igual. Dentro de su gobierno, Trump interpreta el papel de policía bueno mientras el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, hacen el numerito de policías malos.

El daño colateral recayó en los países europeos que firmaron en 2015 el pacto nuclear, del cual Estados Unidos desertó en forma unilateral. Los acusa el régimen de los ayatolás de no haber hecho lo suficiente para salvarlo. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, oficia de mediador para salvar las inversiones en Irán tanto de compañías de su país como de sus aliados. La falta de ingresos por las exportaciones de petróleo apremia a una economía que se contrajo un 4% en 2018, cuya moneda cae en picada y cuyas transferencias al exterior, en particular a organizaciones como Hezbollah que les permiten ejercer influencia regional, han disminuido en forma considerable.

Con la presión, Trump pretende un cambio de régimen en Irán. Algo tan improbable como el muro para impedir el ingreso en su país de los “bad hombres” provenientes de México, la democracia en Corea del Norte o la renuncia de Nicolás Maduro. Cuatro décadas después de la revolución islámica y de la toma de la embajada norteamericana en demanda de la entrega del depuesto sha Mohammed Reza Pahlevi, Irán responde con el derribo del dron y con el embate de la insurgencia chiita de Yemen, que apadrina, contra uno de los mayores oleoductos de Arabia Saudita tras el sabotaje contra cuatro barcos frente a las costas de Emiratos Arabes Unidos.

La escalada más silenciosa han sido los ciberataques de Estados Unidos contra el sistema informático militar de Irán. Otra muestra de fuerza en una pulseada de mayor magnitud que las otras. En casa, Trump lidia con más del 40% de los norteamericanos que no confía en él y con un 64%que afirma que el país “se divide entre gente común y élites corruptas y explotadoras”. Las estadísticas, muchas veces, empañan la realidad. Las de YouGov-Cambridge Globalism Project contrastan con un sentimiento a pesar de la polarización. El de vivir en el mejor país del mundo supera a otras 22 naciones auscultadas. Un capital político para continuar con las amenazas y martillar el lema America First en clave electoral.

***

Un “no” supremo

La Corte Suprema de Estados Unidos propinó ayer un revés a Donald Trump y dictaminó que su Gobierno no presentó una explicación adecuada para su plan de incluir una polémica pregunta sobre ciudadanía (es decir, si era ciudadano o no) en el censo de 2020. Algo que nunca se hizo desde 1950. Así, bloqueó, por el momento, su inclusión en el estudio que, según sus detractores, tenían oscuros motivos electorales, como influir en las poblaciones oficiales dado que varios millones iban a eludir la pregunta por temor. La decisión no cayó bien en Osaka, donde está Trump. “Rídiculo”, dijo desde la cumbre del G20 (por Twitter, claro) y amenazó con postergar el Censo 2020.

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