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Massa, Lavagna y Lousteau, bajo la lupa analítica

En días de plasticidad política, El Economista consultó a Riorda, Sarlo, Feinmann y Römer para evaluar a estos candidatos.

04 junio de 2019

Por Ramiro Gamboa 

Sergio Massa, Roberto Lavagna y Martín Lousteau comparten por estos días el don de la plasticidad política. Sus indefiniciones los ubican en la órbita de distintos espacios, mientras se aguarda que decidan la orientación que finalmente adoptarán. Los movimientos de estos candidatos merecen un análisis profundo, para el que El Economista convocó a Mario Riorda, Beatriz Sarlo, José Pablo Feinmann y Graciela Römer, que aportaron sus miradas sobre este escenario.

Massa se kirchneriza

El tiempo, aliado de la experiencia, le enseña al tigrense a ser previsor. En 2017 hizo una elección muy pobre: sacó el 11,32% y quedó tercero, resultado que lo expulsó del Senado. Existe la reinvención y no es mala cosa; los errores son aleccionadores. En las últimas encuestas mide 10% y algunos de sus economistas predilectos -Martín Redrado y Aldo Pignanelli- son pesimistas con el rumbo económico. Le aseguran que previo a octubre el Gobierno padecerá una crisis severa.

El jueves, Massa llamó a armar una coalición opositora: “Tenemos que construir una mayoría arrolladora que ponga fin a este gobierno”. La realidad, con su topadora, pasa por encima la tercera vía, la Alternativa Federal. “Es un espacio que implosionó y el fracaso le permite negociaciones individuales o unilaterales a los actores que lo conformaban. Eso sucede con Massa”, dice el politólogo Mario Riorda.

“Hace un año que Massa se ubicó en el costado opositor al Gobierno y así como el 70% de sus votantes en el balotaje de 2015 votó a Cambiemos, hoy el 80% votaría a un frente opositor”, explica con didáctica elocuencia Riorda. Su credibilidad no se debilita, sino que ratifica un desencanto violento de su votante.

La socióloga Graciela Römer dice que es muy probable que el Frente Renovador haga un acuerdo con Unidad Ciudadana: “Es probable que al hacer la alianza ponga en riesgo parte de su intención de voto porque Massa representaba una alternativa al kirchnerismo y a Cambiemos”.

“Al fin Massa ha dejado de dudar a lo Hamlet; si acuerda con Alberto Fernández y advierte que es necesario ante todo derrotar a Macri en octubre va a tener un papel aceptable en la historia, muy meritorio, mucho más que si se lanza solo en una carrera electoral que no va a ganar porque no mide más de diez puntos”, dispara el filósofo José Pablo Feinmann.

“La candidatura de Alberto Fernández mejoró la oferta del kirchnerismo un poco en términos de intención de voto, pero mejoró muchísimo la proyección al centro por parte de Cristina Kirchner, y eso mejoró el vínculo entre el espacio Fernández-Fernández con los gobernadores y con Massa”, reflexiona Römer.

Lavagna, ¿muy distinto a Alberto?

Mario Riorda escribió un libro titulado Animate a controlar tu ego que le hubiera encantado regalárselo a Lavagna. Riorda entiende que en términos de percepción pública no hay mucha distancia entre el exministro de Economía de Kirchner y Fernández: “Estos días he visto algunas encuestas o estudios de corte más cualitativo. Las capacidades que la mayoría le atribuye a Fernández también lo hace con Lavagna, pero en menor medida”.

Graciela Römer critica el planteo de Lavagna: “Es muy contradictorio que no acceda a una interna con los dirigentes de Alternativa Federal. Ponerse por encima de la grieta implica una propuesta que supere esa grieta. La falta de republicanismo es uno de los temas centrales -aparte de la economía- y al negarse a una interna, el componente republicano falta en la estrategia política de Lavagna”.

“Voy a votar a Lavagna porque hará transformaciones que yo acompañaría, tiene una frase con la cual yo no tengo ningún problema: 'Voy a examinar toda medida de gobierno desde el punto de vista de la redistribución del ingreso'”, elogia la intelectual Beatriz Sarlo, quien votó en blanco en el último balotaje de 2015, pero no lo hará este año.

“Lo veo a Alberto Fernández y tenemos larguísimas conversaciones; sin duda es un tipo de una inteligencia para el análisis político extraordinaria. Al igual que Lavagna, tiene una enorme inteligencia política”, suma Sarlo.

Pero el exministro de Economía mide poco en las encuestas, aunque no se va a bajar porque, al igual que los economistas del Frente Renovador, proyecta un escenario económico muy adverso durante septiembre.

¿Dónde está Lousteau?

“No sé cual es el vrai homme, el verdadero Lousteau. Es demasiado su transformismo en un espectro ancho de la política. No me interesa votar a un tipo que a la mañana está en H y a la tarde en Z, no me interesa”, critica Sarlo. El futuro se acerca, el cierre de listas es el 22 de junio y el economista no toma una decisión.

Competir en la ciudad carece de sentido porque se arriesga a quedar en tercer lugar por detrás de Recalde -indican las últimas encuestas-. “Lousteau es un candidato que mide mucho en la ciudad de Buenos Aires y muy poco a nivel nacional. Someterse o dejarse someter a tanto tironeo de todas las fuerzas políticas produce lo que llamamos en la ciencia política desperfilamiento. No solamente puede ser candidato de todas las fuerzas, sino que aparece como posible candidato a todo, un serio problema que se traduce en el desperfilamiento de su imagen”, analiza Riorda.

José Pablo Feinmann dice que tanta ubicuidad -idas y venidas- arroja una sombra de sospecha sobre Lousteau y que maneja una política acomodaticia, oportunista, insincera y que nadie debería creerle si le da su adhesión.

Pura plasticidad

“Hay electores que están en el banquillo de suplentes. Exvotantes de Macri que están esperando ser seducidos por una oferta electoral que le ponga el freno al kirchnerismo y que mejore la situación económica. Si apareciera otra opción, la posibilidad de reelección de Macri sería menor. Hoy mantiene un tercio de los votos gracias al componente antikirchnerista y a la negativa de Lavagna de someterse a una interna que impide la cristalización del espacio de Alternativa Federal”, detalla Römer.

Casi todo en nuestra vida es algo así: el primer día nos parece un objeto estupendo fuente de inagotable alegría -y con globos de colores-, el tercero bajan las expectativas, el octavo bajan aún más, el undécimo la duda de por qué era que lo votamos y a partir del vigesimocuarto nos resulta perfectamente abominable. El Gobierno debe evitar la desilusión de la sociedad; Alberto Fernández, Lavagna y Massa trabajan para aprovechar ese desencanto. La plasticidad no sabe de grietas.

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