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Las políticas económicas de última instancia

25 junio de 2019

Por Pablo Mira Docente e Investigador de la UBA

Argentina estuvo experimentando desde 2011 una nueva modalidad de fluctuación: el ciclo “corto” de dos años. Históricamente, los vaivenes comprendidos bajo el nombre de stop-go se caracterizaban por una dinámica relativamente virtuosa de crecimiento acumulado durante varios años, para luego experimentar un parate más o menos brusco de corta duración, que daba lugar a un nuevo ciclo expansivo. Durante los años '80 esta dinámica se modificó como consecuencia de un régimen de alta inflación, pero en los '90 y los 2000 la economía nuevamente mostró esa lógica de expansiones largas y contracciones bruscas.

Si bien todas las crisis observadas contienen el rasgo común de una economía que “se choca con la restricción externa”, en los últimos años se observa que estamos chocando más rápido. ¿Qué posibles explicaciones podemos dar respecto de esta mayor frecuencia cíclica que experimenta Argentina en los últimos años?

Una posible justificación de esta dinámica podría ser que nuestra “obsesión” por el dólar ha aumentado en los últimos años. Se ha argumentado por ejemplo que la aplicación del llamado “cepo” contribuyó a exacerbar en lugar de suavizar la demanda de divisas. Adicionalmente, se ha planteado que preservar una tasa de interés baja en términos reales desestimula formas de ahorro alternativas en pesos. Un tipo de cambio excesivamente administrado por las autoridades podría señalizar a los agentes económicos cierta reticencia a modificar su precio y por tanto una tendencia a la apreciación. Finalmente, el permanente financiamiento del déficit con emisión de pesos contribuye a dejar “cargada el arma de fuego” ante un potencial deterioro de expectativas que se traduzca en una corrida hacia el dólar.

Esas explicaciones, sin embargo, se corresponden con las políticas llevadas a cabo durante el gobierno anterior, de modo que sólo contribuyen a entender las crisis externas de 2012 y 2014. Los nuevos saltos cambiarios, en cambio, se han producido pese a la aplicación de políticas virtualmente opuestas a las anteriores. ¿Qué es lo que ocurre entonces?

Es posible que Argentina esté atravesando desde hace varios años una trampa de inefectividad de políticas económicas tradicionales, en las que las alternativas para generar crecimiento estén obturadas. Esto deja a las autoridades con la única opción de tomar “decisiones de última instancia”. Esta suerte de políticas de última instancia se ven obligadas a buscar un atajo, y el mejor consiste en crear las condiciones para una recuperación artificial y de corto plazo basada en el atraso cambiario. El problema es que ese atraso debe ser cada vez más pronunciado para tener efecto, y por lo tanto su duración es necesariamente menor.

Quienes le prestan a Argentina, mientras tanto, están perfectamente al tanto de esta lógica bianual y de la política económica de última instancia, lo que los hace muy reticentes a invertir en Argentina durante un período mayor a dos años. En los últimos tiempos, para colmo, todo parece indicar que la confianza y la paciencia de los capitales externos se sigue contrayendo, lo que impide siquiera una mínima recuperación antes de la siguiente recesión.

Las políticas de última instancia constituyen la nueva lógica de la economía argentina, y encierran un dilema de difícil solución. Y como siempre ocurre, los dilemas solo pueden ser superados mediante decisiones con un horizonte definido y con la suficiente perseverancia como para lograr erosionarlos de manera lenta pero sostenida.

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