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La guerra de las emociones

24 junio de 2019

Por Jorge Imhof Director de iLatina Agency

La política ya no oculta los trucos. Ya no hay magia en la magia.

No se ocultan las cartas en la manga ni las palomas blancas en los bolsillos.

Todo está a la vista.

Nunca, como en este cierre de alianzas y de listas, la política se ha mostrado tan desnuda, tan transparente y tan distante ante sus ciudadanos.

“La política es el arte de lo posible” es una definición que se le atribuye a Aristóteles, Maquiavelo, Churchill y Bismarck, entre otros y que es posible que sea de cualquiera de ellos o de todos, dándole verdadero sentido a esa definición, que describe también y tan bien a la política argentina de los últimos meses.

Todo vale, en función de hacer posibles los objetivos de la política.

Una vez jugadas las cartas, la gente tendrá que elegir entre las opciones que esa política le de.

La democracia no es perfecta, y pareciera que en esta democracia los ciudadanos solo son el combustible para que ella funcione y no su fin o destinatarios.

Planteado así el juego, solo resta ver si la gente acepta sus reglas.

Los más fervorosos, de un lado y del otro, alimentan el juego, justificando todo para poder justificar sus posiciones, el resto de la sociedad se siente cada vez más huérfana.

La verdadera grieta se agranda cada vez más y es entre la política y los ciudadanos.

No hay ideas, no hay propuestas y no hay soluciones. La política no está al servicio de la gente, si no la gente al servicio de la política.

Así está la cosa. Hasta hoy.

Pero como la política es el arte de lo posible, a partir de mañana comenzará otro juego, completamente distinto, en el que esa gente, al menos desde lo discursivo, será el centro de la escena.

Un nuevo juego, ya con las cartas sobre la mesa, que será la disputa por el voto de esas mismas personas.

La política, desnuda, abrazando ahora a la misma gente a la que no miró, ni siquiera de reojo hasta hoy.

A partir de mañana, como si nada hubiera pasado, comenzará la guerra de las emociones, que no es ni más ni menos que la puja por la preferencia de los ciudadanos y para ello, habrá que interpretar y conectar con sus emociones. Quien mejor lo haga, tendrá mejor destino.

Juntos por el cambio se enfrentará al difícil desafío de encarnar al futuro desde este presente y el frente Todos, paradójicamente deberá demostrar que cambió, fundamentalmente en sus formas.

Para los primeros, a mi parecer, se les acabó el largo del tiempo del contraste, éste ya no tiene la misma fuerza y tendrán que ponerse además, ellos mismos en valor para poder seducir a quienes no quieren al kirchnerismo o a lo que fue mutando del mismo.  Los cucos ya no asustan tanto y el tiempo no sé si alcanza para crear príncipes. Deberán crear un horizonte de sentido convincente y estimulante, tarea ambiciosa en extremo en este contexto y con los tiempos disponibles, pero necesaria si quieren alcanzar el objetivo.

Para los segundos, desde el mismo parecer, la tarea consistirá en hacer creíble ese cambio, esa renovación, ese paso de lo sectario a la inclusión, de la confrontación a la invitación.

Un cambio profundo de tono, de caras y de modos, que parece sumamente complejo teniendo en cuenta el punto de partida y los tiempos, pero que en sus primeros metros se ve bien encaminado.

El resto, tiene tal vez la misión más difícil que es zanjar la grieta, no la de la polarización, si no la más profunda, esa que mencionamos que hay entre la política y la gente.

Se tratará de ver de qué va esta elección, de entender cuáles son los dos o tres ejes emocionales que atraviesan a la mayoría del electorado argentino y de quien los interpretará mejor.

Se juega el futuro próximo de Argentina.

El juego está abierto, todo es posible, todo puede pasar, pero ahora juega la gente. Comienza la guerra de las emociones.

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