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(Des)coordinación, apagón y después

El procedimiento y la transparencia de la investigación sobre lo sucedido el domingo pasado son muy importantes para estar mejor preparados para estos eventos tanto en lo preventivo como en lo correctivo haciendo uso de los avances que brinda una mayor digitalización.

19 junio de 2019

Por Fernando Navajas 

Evaluar, sin conocimiento específico, algo tan técnico como el evento del pasado 16 de junio en nuestro sistema eléctrico interconectado es sumamente difícil para todos aquellos que no tenemos una formación tan especializada, por lo que dependemos de los expertos que nos expliquen a un nivel tal que podamos comprender y usar. Esto es indefectiblemente así aún para aquellos con algunos conocimientos derivados de haber mirado libros o artículos sobre la confiabilidad de los sistemas de transmisión eléctrica para luego aplicar los aspectos económicos o regulatorios que se vinculan (antes y después) con los mismos. Es decir que tampoco se puede opinar con autoridad sin conocimiento operativo concreto del caso de nuestra red y de su particular (y actual) configuración.

Pero las lecturas y los seminarios sí sirven lo suficiente para lograr dos cosas importantes. La primera es entender el fenómeno a partir de primeros principios y, además, para reconocer la existencia, en la práctica y en el mundo, del tipo de fenómenos como el que nos ocurrió. Por ejemplo, el libro de economía de la energía de Percebois y Hansen, que fue traducido al español no hace mucho por Gerardo Rabinobich tiene, en el capítulo del mercado eléctrico, una reseña simple que va desde los principios y leyes que rigen las redes eléctricas hasta el reconocimiento de su vulnerabilidad o desestabilización y la mención de una docena de eventos en Europa y Estados Unidos. que tuvieron órdenes de magnitud similares a los que nosotros experimentamos. Es decir que no estamos solos en el universo?de los megacortes.

La segunda cosa es entender las particularidades de nuestro caso en este preciso momento de la historia (evolutiva) de nuestra red de transmisión. Eso no está en los libros pero sí en los seminarios. Yo me quedé bastante perplejo cuando presencié, en Marzo pasado en un seminario organizado por el EPRE en Mendoza, una clase magistral que entre varias cosas tocó explícitamente un punto sobre las disyuntivas que Argentina enfrenta entre la necesaria y planeada realización de obras destinadas a elevar la confiabilidad de nuestra red y el efecto que esto podría causar sobre la probabilidad de ocurrencia de eventos de cortes grandes. Si uno suma al libro de Percebois esta charla entiende las cosas bastante mejor, con la debida asistencia de los expertos.

La lectura (muy) simplificada de lo que hasta ahora se ha explicado a través de los medios puede resumirse diciendo que hubo falla operativa en la gestión del sistema de transporte y en los mecanismos de su estabilización frente a disrupciones que estuvo enmarcada previamente por una descoordinación entre, por un lado, la realización de obras necesarias para aumentar la confiabilidad de la red (que, paradójicamente, mientras se hacen pueden subir el riesgo de un evento, porque sacan del sistema capacidad de transporte alternativo) y, por el otro, la búsqueda de reducción de costos de generación que aprovechaba el exceso de capacidad de generación más barata en los recursos hídricos del litoral. Me parece que esto nos lleva a hacernos preguntas vinculadas a fallas de coordinación que van más allá de las responsabilidades puntuales que ahora se van a investigar. Querer achacar responsabilidad a las partes en un juego de coordinación es fácil si una de las partes se salió visiblemente de alguna regla preestablecida, pero es más difícil si esa regla presupone que otras partes se comporten dentro de cierto rango de acciones o que algún coordinador externo actúe resolviendo inconsistencias. Es esta diferencia lo que hace que el planeamiento energético ?del cual el manejo del sistema eléctrico es un ejemplo paradigmático, más allá de que uno pueda pensar en mercados y prestadores privados sin inconveniente- sea algo distinto a la regulación económica de actividades (como la transmisión) que se refiere a obligaciones puntuales de un contrato.

Dicho esto hay otro costado en el diagnóstico que ha circulado sobre lo que ocurrió que probablemente va a ser también revisado en la investigación y que se refiere a si el conjunto de decisiones llevadas adelante y que prepararon el marco oportuno para esta falla del sistema no encerraba alguna suerte de decisión implícita basada en costos (de cortes) y beneficios (de ahorro de costos de generación) en base a probabilidades subjetivas aplicables a eventos de cortes más pequeños que el que resultó. Es decir que en la toma de decisiones colectivas (no necesariamente coordinada) se produjeron sesgos que llevaron a un evento mayor al que se esperaba. Los eventos catastróficos (y este por suerte no lo fue, en parte porque estuvo bien manejado por las autoridades) vienen precedidos de subestimaciones y falta de reaseguros (porque son muy raros, precisamente) y luego son seguidos por sobre-reacciones desmedidas en busca de culpables o por excesos de reaseguros futuros. Esperemos que esto no ocurra.

De todos modos, lo que se pueda decir en cuanto a aspectos económicos o regulatorios a futuro, incluyendo estos temas de coordinación y de sesgos de predicción ex ante y de sobre reacción ex post, siempre van a depender de la exactitud (o de la resolución de incertidumbre científico y técnica) detrás de las causas del fenómeno que ocurrió ese domingo. Para ello necesitamos una investigación precisa que, en el caso de varias de las experiencias del exterior, han venido acompañadas por recomendaciones y por protocolos mejor elaborados. El procedimiento y la transparencia de la investigación son muy importantes para estar mejor preparados para estos eventos tanto en lo preventivo como en lo correctivo haciendo uso de los avances que brinda una mayor digitalización.

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