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Claves y preguntas sobre la fórmula MP

12 junio de 2019

Por Néstor Leone

Opositor y rueda de auxilio. Miguel Angel Pichetto fue un opositor moderado, negociador. Un miembro del peronismo “responsable” o “republicano”, según funcionarios del Gobierno. O un opo-oficilialista, según el kirchnerismo. Luego de la temprana ruptura con el Frente para la Victoria, apenas asumió Mauricio Macri, logró “llevarse” una veintena de pares hacia el bloque Justicialista, que pasó a presidir, y se convirtió en interlocutor privilegiado y rueda de auxilio de Casa Rosada. Acostumbrado a ser oficialista (fue clave en el andamiaje legislativo durante el menemismo, y también lo sería durante el kirchnerismo), contribuyó de manera decisiva a que Cambiemos pudiera construir mayorías parlamentarias desde la posición minoritaria de sus interbloques. De esta manera, el oficialismo aprobó leyes que consideraba clave, como los Presupuestos, el pago a los fondos buitres o la reforma previsional. ¿Podrá construir en campaña un perfil fuera de ese rol? ¿Tendrá incidencia que no lo tenga?

Pocos votos, muchos gestos. La decisión de Cristina Kirchner de nominar a Alberto Fernández como candidato a presidente (y su precandidatura a vice) tuvo su impacto en el escenario político. Que el Gobierno intentó minimizar. La mayoría de gobernadores del peronismo mostraron simpatías con la decisión y se encolumnaron detrás, mientras que Alternativa Federal fue perdiendo los pocos anclajes territoriales que tenía y a sus interlocutores potenciales. La designación de Pichetto como compañero de fórmula de Macri, de alguna manera, es una respuesta a ese juego táctico. El senador rionegrino no tiene peso territorial propio (ni siquiera en el distrito que representa) ni votos cautivos. La baja performance en la mayoría de las encuestas que circulaban (era ubicado en el indiferenciado “otros”, en muchas ocasiones) es un indicador de eso. Con el radicalismo orgánico confirmado dentro de Cambiemos y necesitado de sumar más allá de su núcleo duro, el Gobierno vio en Pichetto a un dirigente que representaría (gestualmente, al menos) a un sector donde los votos todavía están disputa: el peronismo que se resiste, a pesar de las acciones aperturistas de Cristina, a votar a su fórmula. ¿Qué papel jugará el gobernador cordobés Juan Schiaretti, armador de Alternativa Federal y de buena relación con el binomio de Cambiemos, en ese sentido? ¿Qué hará, finalmente, el salteño Juan Manuel Urtubey, también precandidato?

Polarización de hecho. Hasta hace unas semanas una pregunta posible era si la polarización del escenario electoral se daría de hecho (es decir, en el transcurso de las PASO a las generales, o al eventual balotaje) o si la oferta misma ya sería polarizada. El acuerdo del Frente Renovador con el kirchnerismo, el deterioro político de Alternativa Federal, el aislamiento de Roberto Lavagna y la decisión de ayer inclinan la balanza hacia la segunda opción. De manera definitiva, tal vez. El escenario parece dividido en dos opciones irreductibles, que posiblemente acaparen entre el 75 y 85% de los votos ya en la instancia de primarias y es más que probable que no haya balotaje en esta ocasión, dada las características de la legislación electoral. ¿Qué hará Lavagna, entonces? ¿Apelará al discurso de la “antigrieta”? ¿Modificará en algo que Massa finalmente decida disputar la interna peronista ante la fórmula Fernández-Fernández o que decida ser candidato a diputado nacional?

Afinidad ideológica. Como se dijo, Pichetto fue presidente del bloque de senadores del Frente para la Victoria durante sus doce años de gestión. Y fue ciertamente eficaz en su tarea. De todos modos, podría inferirse que, en estrictos términos ideológicos, se sintió más cómodo como opositor que entonces como oficialista. Peronista conservador o de centroderecha, en definitiva, acompañó al Gobierno discursivamente en temas importantes como las restricciones a la inmigración o en cuanto a las políticas de seguridad o de “mano dura”. ¿Se darán eventualmente diferencias en la gestión? “El vicepresidente tiene que acompañar al Presidente y no interferir en el poder, que está en la figura del Presidente”, dijo Pichetto entre sus primeras declaraciones. Para circunscribir sus funciones. Y, de alguna manera, para señalar que, de darse definiciones ajustadas, evitará votos “no positivos”.

  Gobernabilidades posibles. Tanto el binomio de Unidad Ciudadana-PJ, como el anunciado ayer por el Gobierno tienen una doble dimensión u objetivos. Por un lado, ligados a la ingeniería electoral y la posibilidad de captar votos donde no se los tiene. Por el otro, vinculados a la necesidad de generar esquemas de gobernabilidad posibles. Las dificultades con las que se encontrará la próxima administración serán enormes y las posibilidades de ofrecer una salida virtuosa (en uno u otro sentido) reducidas a los más escasos márgenes de maniobras que el país tendrá, necesidad de renegociar la deuda con el FMI incluida. “Esta fórmula que proponemos es la que mejor expresa lo que en este momento de la Argentina se necesita para convocar a los más amplios sectores sociales, políticos y económicos, no sólo para ganar una elección, sino para gobernar”, dijo Cristina cuando comunicó su decisión. Y ampliar los acuerdos posibles era una demanda importante de un sector del oficialismo. ¿Modificará Cambiemos su naturaleza con esta decisión? ¿Dará el paso, eventualmente, de frente electoral a coalición de gobierno, algo que le reclamaron sus aliados al PRO?

Engranaje parlamentario. Ligado a lo anterior, es posible que también haya volcado la decisión en favor de Pichetto su expertise como correa de trasmisión de iniciativas del Ejecutivo en el Congreso. Verdad de Perogrullo, ese precisamente es el rol institucional dado al vicepresidente, cumplido de manera opaca por Gabriela Michetti. Las reformas laborales y previsionales que el Gobierno intentó a medias o que quedaron en las gateras serán cuestiones a las que Macri intentará darle prioridad si es reelegido. A ese expertise y experiencia negociadora, en Casa Rosada suponen que Pichetto le adosará un vínculo distinto con los gobernadores y legisladores peronistas.

La UCR, uno de los perdedores. Si se puede establecer que el ala política del Gobierno (el ministro Rogelio Frigerio, por caso; pero también el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó) fue uno de los ganadores claros de esta pulseada interna, el radicalismo aparece como uno de los derrotados. Luego de ratificar su permanencia en Cambiemos en la Convención de su partido, a fines de mayo, especulaba con la posibilidad de tener vicepresidente entre sus filas. Tenía sus candidatos, pero sin que ninguno de ellos moviera el amperímetro. Ernesto Sanz desechó la posibilidad, según cuentan. Y el diputado nacional Mario Negri, presidente del interbloque de Cambiemos en la Cámara Baja, quedó malherido políticamente luego de las elecciones en Córdoba. Eran los que tenían mayor afinidad con Macri. Mientras que Alfredo Cornejo, gobernador de Mendoza y presidente del partido, y el diputado Martín Lousteau no generaban la confianza necesaria. Persiste el apoyo orgánico, ¿bastarán los cargos parlamentarios para convertir esa pertenencia en apoyo convencido en la campaña? ¿Pasarán facturas los sectores minoritarios, aquellos que pretendían primarias con Macri o, incluso, romper Cambiemos? ¿De qué manera?

De la polarización a la grieta. Más allá de la proliferación del término grieta, promovido desde algunos medios y por ciertos analistas, el escenario político argentino parecía más bien atravesado por una politización creciente dos minorías intensas entre un espacio mayor compuesto por independientes, despolitizados, votantes lábiles o volátiles que resultaban claves a la hora de construir mayoría. Las elecciones de 2015, en buena medida, mostraron esto, con tres instancias electorales para definir esa mayoría. Como profecía autocumplida, este escenario parece estar cambiando. ¿Será una realidad, finalmente, la grieta? ¿Se acentuará con el tiempo?

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