El Economista - 70 años
Versión digital

jue 25 Abr

BUE 14°C

Lo necesario, ¿es posible?

La novedad es gobernar en la contradicción, que desconcierta e irrita: los simpatizantes desconcertados, los adversarios irritados. No es el clima de gobernabilidad necesario para un país que tiene un riesgo país en alza, un desempleo presionando para arriba y una pobreza escandalosa.

Carlos Leyba 03 mayo de 2019

Por Carlos Leyba

Noticia es la comunicación de una novedad. En el más estricto sentido de la palabra, las de la economía argentina, no son precisamente noticias porque no hay ninguna novedad. No es una novedad que nuestra economía involucione en términos reales: la producción declina y el dinero nacional reduce su capacidad de compra. Recesión e inflación.

El Estimador Mensual de Actividad Económica (Indec) de febrero cayó 4,8% respecto a febrero 2018. Las estimaciones de inflación de marzo son de 4%. La economía no sube, los precios no bajan.

La economía transcurre entre el nivel de actividad y el nivel de los precios; detrás de esos dos indicadores se asocian el nivel de empleo y los salarios reales, y también el estado de las cuentas fiscales.

El nivel de empleo declina, los salarios reales caen y los ingresos fiscales están comprometidos, todo como consecuencia de la mezcla de inflación y recesión.

El Presidente insiste en que “este es el camino” y nos quiere confortar con el mensaje que “recesión e inflación” son sólo un mal trago, pero que estamos en el camino que nos lleva hacia el objetivo. Un camino duro. Pero no equivocado, según Macri.

Mauricio no miente, pero se equivoca. “La inflación está bajando” y de la recesión “estamos saliendo”.

Cabría recordarle lo que escribía Antonio Machado: “Caminante, son tus huellas/el camino y nada más/Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Las huellas son los registros estadísticos y el andar son los pasos en la misma dirección según esos registros.

El Gobierno no está dispuesto a hacer nada consistente que procure salir de la doble vía de recesión e inflación y que coloque el aparato productivo sobre la vía de la recuperación de la actividad y la estabilización de los precios.

Ese programa no está en la agenda oficial y tampoco en la agenda opositora que se limita a decir que “hay que ponerle plata en el bolsillo a la gente”. Eso no es un método sino un resultado deseado.

Macri repite que su camino es lo que la mayoría quiere. No es lo que dicen sus propias encuestas. Pero igual no hay ninguna medida para la recuperación del nivel de actividad y ninguna que procure la estabilización de los precios.

Las medidas que están en acción son la restricción monetaria, la suba de las tasas de interés, el intento de anclaje del tipo de cambio (entregando reservas a los especuladores) por debajo del precio que muchos estarían dispuestos a pagar.

Hasta ahora no tienen resultados. Pero acentúan las tendencias recesivas e incrementan los costos y retroalimentan el fenómeno estanflacionario en una economía sometida a indexación.

¿Dónde nos lleva este camino por el que mes a mes producimos menos y reducimos la capacidad de compra. Un país en reversa.

¿Dónde quiere Macri que vayamos? Confieso no saber muy bien más allá de la “inserción en el mundo” y las “reformas estructurales”.

La inserción en el mundo parecería ser una mayor apertura que la que hoy tenemos, que no es poca. Lo que producimos tiene muchas componentes importadas. No es disparatado estimar que, dada la perforación de las cadenas de valor, la mayor parte de los bienes finales, que tiene un proceso de manufactura local, importan hasta 60% de sus componentes. La industria automotriz pasó del 90% de integración local a 20%. En la producción agraria hay también una importante componente de insumos y materiales importados. En ese sentido la economía argentina no es una economía cerrada.

Pero es una economía con baja capacidad de exportación de valor agregado y con una estructura de generación de valor desbalanceada a favor del sector de los servicios.

El desbalance a favor de los servicios, en nuestro caso, es consecuencia del subdesarrollo y no de la similitud con la estructura productiva de los países desarrollados que transcurrieron el proceso secuencial de primario a secundario y de ahí a terciario. Nosotros no hemos completado el desarrollo de los sectores productivos (primario y secundario) y hemos encontrado en el sector terciario un refugio de agregación de valor, empleo y baja productividad. Por ejemplo, el servicio doméstico y otros servicios comunitarios, sociales y personales, ocupan más trabajadores que la industria manufacturera o que la construcción. (EPH, 2019). Esto nos habla de economía de baja productividad.

Entonces, la apertura sin una previa recomposición de la estructura productiva será devastadora. Todos los procesos de apertura y tipo de cambio bajo fueron responsables de la perforación y de la asignación de la fuerza de trabajo a sectores de baja productividad.

El acuerdo con la Unión Europea, el “gran proyecto modernizador”, de haberse concretado habría generado la desaparición de sectores completos generando, de no haber habido una transformación previa, una adicional “presión sobre el mercado de trabajo” por el compromiso de reducción de aranceles a la que nos veríamos obligados. No ocurrió y nada indica que ocurrirá en esta gestión de Gobierno.

¿Cuál es concretamente el proyecto de inserción? Las importaciones declinan por nuestra recesión y las exportaciones no están empujando la economía.

¿El dólar anclado menos retenciones, menos desaparición de reintegros impositivos, menos sistema financiero a tasas de interés prohibitivas, ayuda a la inserción en el mundo de nuestras exportaciones con valor agregado? ¿Quién lo cree?

El otro objetivo es el de las “reformas estructurales”. Multiplicar y mejorar las rutas es necesario y está muy bien hecho. Pero es una “mejora” estructural, no una “reforma”.

Una reforma estructural del sistema de transporte es, por ejemplo, recuperar el sistema ferroviario de carga y de pasajeros de larga distancia, es integrar el sistema fluvial y recuperar la bandera marítima. La reforma estructural implica reinstalar las industrias proveedoras de esos sistemas.

La mejora no está mal. Pero, cualquiera sean las razones, los costos de ese sistema por ahora no hacen más que aumentar en términos relativos: la energía y los peajes.

La que más cartel PRO tiene es la reforma laboral. Sin ninguna duda las normas de trabajo deben ser adaptadas a condiciones de más exigencia y rigor para poder competir o al menos resistir en el mundo del valor agregado.

No se trata de perder conquistas sociales. Si no de evitar desordenes sociales, el ausentismo, la judialización extrema de las relaciones, etcétera.

Es absolutamente necesario acordar nuevas normas y la prioridad es hacerlo en el marco de las convenciones de trabajo. Ya se han dado pasos que deben ser extendidos a otros sectores. Pero el primer paso debe ser siempre a nivel sectorial.

Esas reformas son posibles en el marco de la expansión del empleo y esta sólo es posible en el marco de un proceso de inversión. Estamos en retroceso del empleo y en estancamiento de la inversión.

Los procesos de regularización del trabajo informal, que son imprescindibles también, más allá de las normas que se establezcan, se hacen realmente posibles en la medida en que la economía asista a un proceso de expansión cuyo núcleo duro es la inversión reproductiva.

Expansión y proceso de inversión van a la par. Pero el proceso de inversión que es “el motor”, el estado de salud de la economía, además requiere certidumbres de corto y largo plazo.

¿Puede dar certidumbres de corto plazo un equipo de Gobierno que se contradice no sólo, como dice Miguel Angel Broda prendiendo frío y calor al mismo tiempo, si no haciendo lo que consideraba no sólo un error sino la causa de todos los males cuando llegó al podes? ¿Cómo creerle a quien dice que lo que esta haciendo cree que está mal?

Eliminaron las retenciones cuando, al devaluar, era una tontería hacerlo porque entendían que eran “el peor impuesto” y las impusieron a todas las exportaciones ?algo inédito? cuando era la peor noticia para la salud de la economía.

Propusieron como “reforma tributaria” la reducción de algunos impuestos para volver marcha atrás apenas sintieron los efectos de esa decisión. Por ejemplo, al eliminar reintegros aumentaron los impuestos. Con más inflación y sin ajuste por inflación, también aumentaron los impuestos.

Condenaron toda política de “control” de los precios de los bienes y servicios y cuando la marea inflacionaria amenazaba con ahogarlos, decidieron un “acuerdo de precios” con una pistola de multas para quien viole el acuerdo de caballeros.

Liquidaron miles de millones de dólares para frenar la escalada del dólar y debieron acudir al FMI en busca de dólares para poder contener el nivel del tipo de cambio. Incumplieron, vendieron y expulsaron al jugador que había evitado los goles con la mano. Volvieron cabeza gacha a un esquema de gigantescas zonas de intervención ajustables. Después congelaron las zonas de intervención y rapidito, rapidito, decidieron intervenir en las zonas de no intervención.

Así no se genera certidumbre de corto plazo y administración. Improvisan. No con los petroleros: para ellos, ajuste en dólares que el Gobierno convalida.

La novedad es gobernar en la contradicción. Desconcierta e irrita. Los simpatizantes desconcertados, los adversarios irritados.

No es el clima de la gobernabilidad necesaria para un país que tiene un riesgo país en alza, un desempleo presionando para arriba y una pobreza escandalosa.

No es que el presente sea durísimo sino que el futuro se está tornando una barrera dificil. Dificil de superar para una pequeña parcialidad. Además de la certidumbre de administración del corto plazo, que pasa por tener un programa claro de funcionarios convencidos del diagnóstico y de la terapia, hace falta la certidumbre del largo plazo que no la da una parcialidad.

En el corto plazo Groucho Marx (“si no le gustan estas medidas, tengo estas otras”) desconcierta e irrita. En el largo plazo la certidumbre de una dirección es decisiva para un proceso inversor que es “el problema”.

Para eso es imprescindible un “consenso diagonal”, no sólo el de “los propios” sino el de una línea que une los extremos: sin una parte de cada uno de ellos no se llega al 80% necesario, aunque no parece posible.

Las grandes crisis ocurren cuando lo necesario no es posible. Ahí estamos.

últimas noticias

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés