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En PBA, los liderazgos se construyen “desde afuera”

30 mayo de 2019

Por Néstor Leone

Axel Kicillof empezó a caminar la provincia de Buenos Aires el año pasado. De manera sistemática. El conurbano, donde la adhesión kirchnerista tiene mayor anclaje. Y también el interior, que suele ser más esquivo. Allí organizó actos en plazas públicas, generalmente concurridos, y reuniones con dirigentes locales. Sin trazar su horizonte electoral en la provincia, pero dando señales concretas en ese sentido. Y con resultados, a la postre. Esta semana fue confirmado como candidato a gobernador, completando el binomio con la intendenta de La Matanza, Verónica Magario.

Kicillof es diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires, electo en 2015. Y antes fue ministro de Economía, con antecedentes en la academia, la investigación y la militancia. Su precandidatura, por cierto, tiene que ver con cierto tesón demostrado en la tarea que se propuso, pero también con el hecho de que “fideliza” más que ningún otro dirigente del sector (intendentes, incluidos) los votos que acumula Cristina Kirchner en la provincia, importantes para una elección que se dirime por suma simple, sin balotaje.

Pero Kicillof lejos está de ser una excepción. La gobernadora de la provincia, María Eugenia Vidal, tiene un recorrido similar, si se quiere. Con más acento en los asuntos porteños, incluso. Fue ministra de Desarrollo Social de la Ciudad, durante la primera gestión de Mauricio Macri, y vicejefa de Gobierno, en la segunda. Desde allí, “saltó” a la provincia por estrictas necesidades electorales del frente que integraba para convertirse en novedad política y figura clave en el triunfo nacional de Cambiemos. De manera inesperada, incluso. Algo parecido a lo que sucedió, con Carlos Ruckauf (1999-2001) o Daniel Scioli (2007-2015), en ambos casos vicepresidentes que se quedaron con la gobernación, pero que tenían su vida más ligada a la ciudad que la provincia.

Otro que pasó de la vicepresidencia a la gobernación fue Eduardo Duhalde. Pero este caso resulta diferente. Y se asemeja más a los de Alejandro Armendáriz (1983-1987) o de Antonio Cafiero (1987-1991), por su estricto origen en la política bonaerense como intendente de Lomas de Zamora. En tanto, Felipe Solá (2002-2007) tenía su historia en la política bonaerense, pero llega a la gobernación desde la gestión nacional y luego de la renuncia de Ruckauf, del que había sido vice.

Varias explicaciones posibles confluyen para dar cuenta de este fenómeno. Por un lado, la naturaleza de Buenos Aires como provincia extensa territorialmente, con muchos contrastes y realidades diferentes, sin un centro definido. La Plata es la capital política, donde se asientan los tres poderes del Estado. Pero las problemáticas bonaerenses suelen tener mayor resonancia en Plaza de Mayo que en la plaza Moreno. Este aspecto, que suele ser un salvoconducto para el gobernador en contextos de alta conflictividad, refleja un problema previo de falta de articulación social y política provincial.

Algo parecido sucede respecto de los medios de comunicación. No los hay provinciales, en tanto ninguno abarca todo su territorio (a varias de sus regiones). Están los regionales para temáticas regionales. Y los nacionales para temáticas provinciales. En ese sentido, los intendentes pueden resultar eficaces a la hora de construir (y reproducir) sus maquinarias locales de poder, pero tienen dificultades para, desde allí, trascender más allá de sus municipios. Para convertirse, por ejemplo, en “primus inter pares”.

Por otro lado, también incide el carácter estructuralmente deficitario del Estado provincial, más allá de cómo se administre. Y esto ligado al desequilibrio entre la coparticipación que recibe y la que genera o necesitaría. Con matices, el problema se institucionalizó en 1988, con la Ley que determinaba los porcentajes que cada provincia recibiría. Duhalde, consciente de esta dificultad, aceptó ser gobernador si el entonces presidente Carlos Menem le transfería recursos para compensar esta situación vía un Fondo de Reparación Histórica del Conurbano, creado en 1992, congelado y “devaluado” desde entonces. La provincia necesita de ayuda permanente del Estado Nacional. A veces, con la forma de un pulmotor. Situación que muchas veces impide, incluso, que el propio gobierno provincial pueda construir su sucesión, más allá de las necesidades del elenco nacional de gobierno.

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