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El trabajo del futuro y los trabajadores del presente

Federico Recagno 01 mayo de 2019

Por Federico Recagno (*)

Hablar del trabajo, particularmente en Argentina, ya de por sí genera incertidumbre. En un país donde las certezas emigraron hace rato, “el trabajo” tiene peso propio a la hora de las preocupaciones cotidianas.

Por eso, encarar el tema del trabajo del futuro redobla las sospechas y ocasiona dudas entre los trabajadores.

Todo lo que tiene que ver con el futuro, por su propia imprevisibilidad, viene cargado de dos sentimientos extremos, la angustia y la esperanza.

La mayoría de los seres humanos vamos oscilando entre ambas partes, dependiendo de las realidades personales y el propio carácter.

Aparecen las preguntas y las vacilaciones. “¿Estaré mañana? ¿Llegaré?” versus las afirmaciones: “Lo que viene es mejor y voy a ser feliz”.

Mientras algunos países, sobre todo del norte europeo, discuten el trabajo del futuro y la incidencia de la tecnología que los va llevando al ocio y ensayan reducciones horarias o asignaciones universales básicas, los argentinos nos sumamos al debate con un tercio de la población en la pobreza y con el 50% de los niños (el futuro) en esa situación.

Algunos estudiosos sostienen con razón, y otros con avaricia, que el empleo se está transformando y pugnan por las modificaciones de los convenios laborales, reducciones de derechos y llaman a la reflexión a los sindicatos.

Ciertos sindicatos, mientras tanto, se oponen con verdad, y otros con intereses personales, a la precariedad y a la explotación y salen a la calle en busca de reivindicaciones.

A todo esto no es ajena la política que se mezcla con sus partidos fragmentados y va en busca de los desencantados del mundo empresarial y laboral, en muchos casos sin ideas ni proyectos.

Los profetas de la ambición pronostican un futuro sin sindicatos y, por ende, sueñan con trabajadores sin reclamos. Proponen la eliminación del derecho de huelga o sus limitaciones sucesivas y auguran la felicidad mundial.

Los relatores, acaparadores del presente, nos cuentan que las obligaciones y deberes son para los otros y los derechos siempre para ellos.

Otro 1º de Mayo llegó a nuestro país. Año electoral donde las grietas son negocios (hasta para los que dicen combatirlas).

Es el Día del Trabajador/a, el que lleva su dignidad al hombro y que sueña cosas pequeñas, mejorar su techo, que sus hijos estudien, cuidar los afectos. Por ellos y con ellos, sindicalistas, empresarios, funcionarios, políticos deben sentarse a encontrar el equilibrio entre los trabajos del futuro con el imperioso reclamo de los trabajadores del presente.

(*) Secretario General de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y Secretario General de la Organización de Trabajadores Radicales (OTR Capital)

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