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Con Alberto, CFK le abre la puerta al peronismo para un nuevo Gobierno

21 mayo de 2019

Por Lucio Guberman

El peronismo es un movimiento político que no se aglutina en torno a un programa de gobierno. No lo tiene y conviven en ese polisémico sello posiciones que pueden ubicarse a derecha e izquierda en los grandes asuntos de las políticas públicas. Lo que le da unidad es una cultura política en la cual la conducción del país es aspiración prioritaria y una gestualidad del liderazgo en la cual hasta el último de los dirigentes siente que es parte de esa conquista.

A CFK le falta ese vínculo con la dirigencia peronista: no todos sienten que definirán algo en una eventual tercera presidencia. Alberto Fernández viene a resolver esa carencia. Entonces, lejos de la interpretación antiperonista, en la lectura justicialista de la fórmula de los Fernández hay ampliación, hay una puerta de ingreso mucho más amplia y una oportunidad de ser parte del próximo Gobierno mucho más grande. Esta es la lectura que tarde o temprano harán los gobernadores. Algunos necesitarán más tiempo, pero no más de treinta días.

Cristina hizo un viraje gramsciano. Antonio Gramsci veía a la hegemonía no solo en clave política, sino moral y cultural. Este es el país de los primeros. Es el país que se amarga por el segundo lugar en un Mundial, en una Copa América o en el que los padres no se alegran con el hijo escolta y lo desean abanderado. En este país, y con esta cultura del campeón o nada, que una posible ganadora acepte el segundo lugar por las razones que fueran, no puede pasar inadvertido, indiferente ni falto de una extraña grandeza.

Da la impresión de que el escenario cambió culturalmente. Ya en su primera intervención como expresidenta, en las puertas de Comodoro Py, CFK había adelantado que la pelea que tenía por delante era cultural. Fue consecuente con ese concepto en la estrategia electoral de 2017 y en la actual, también. Sin embargo, los analistas más antikirchneristas la leen en la serie de los errores estratégicos electorales de CFK. Sin embargo, se subestima así la capacidad de aprendizaje de la expresidenta y su partido y se ubica dogmáticamente a Jaime Durán Barba como único portador de la ciencia o el arte de ganar elecciones.

Ejemplo: seguir insistiendo con verosimilitud en que la dirigente más fanática y autoritaria, en el momento  que más mide en las encuestas, se autoexcluye de ir por todo, aquella actitud tan temida y criticada. Es más creíble la propia definición explícita en el vídeo de definición de la fórmula, locutado por CFK, cuando dice que se necesita una coalición de Gobierno más amplia que la que la electoral.

Se supone que el “West Point de la política”, la Graduate School of Political Managment de la George Washington University (GWU), en la que es profesor, le permite a Durán Barba decir que "hemos colaborado en elecciones argentinas durante los últimos quince años aplicando esas técnicas y nunca se perdió ninguna”. Pero hay dudas respecto al score duranbarbista. ¿Acaso no perdió Miguel del Sel en Santa Fe en 2015 usando estas técnicas? Pero más importante aún es que supo eludir derrotas por planilla o sacando al candidato de la competencia, como hizo con Mauricio Macri en las presidenciales de 2011. Lo que es totalmente desacertado es ubicar a los resultados electorales como influenciados principalmente por la técnica electoral.

La técnica electoral influye como factor de corto plazo. Sin embargo, hay factores de mediano y largo plazo interviniendo en la decisión de voto. En esa misma GWU hemos dado clases quiénes consideramos que hay factores de largo plazo como las ideologías y los partidos políticos que inciden en la definición de una votación. También otras motivaciones de mediano plazo, como la evaluación de las gestiones de gobierno, que, si quedan muy por debajo de las expectativas populares, son difícilmente remontables, aún con excelentes diseños de campaña. Es bastante probable que esta última causa sea la que selle definitivamente la suerte electoral del Presidente Macri y que ninguna depurada técnica electoral le permita vencer a la realidad política y social que se cristalizó durante el Gobierno de Cambiemos.

La técnica electoral se basa en una estrategia. Durán Barba adelantó en una entrevista en CNN cuál era la estrategia para enfrentar a CFK: Macri está mal en las encuestas porque su Gobierno cometió errores económicos, pero esos errores son explicables y reversibles. Sin embargo, Cristina es autoritaria y eso no es explicable ni reversible. Por supuesto que todo el encuadre de las respuestas hasta la elección van en línea con ese plan. Luego de la decisión de la expresidenta de candidatearse a vice, la estrategia continúa por el mismo andarivel. CFK "representa una visión no democrática del mundo compartida por muchos argentinos y latinoamericanos”, insistió Durán Barba el domingo 19 de mayo. La reacción del Gobierno y sus voceros más duros fue en clave de profundizar la grieta. Parece un error de lectura por donde se lo mire.

Error porque el escenario cambió. La ampliación del peronismo que habilita el paso al segundo plano institucional de CFK es un desafío electoral enorme para Cambiemos. Los resultados provinciales están mostrando la alta competitividad electoral del peronismo unificado. Difícilmente el oficialismo resuelva con técnicas sofisticadas de campaña el planteo porque lo que está prometiendo el peronismo ampliado es una respuesta en términos de lo que verdaderamente importa en una elección y es si logrará el próximo Gobierno hacernos la vida un poco menos difícil.

El riesgo que debe exorcizar el Gobierno es que al movimiento de coalición en torno al peronismo le siga un movimiento centrífugo dentro de su alianza. El radicalismo tenía dudas antes de la definición de CFK, y estas no harán más que aumentar en la misma proporción en la que los gobernadores vayan aceptando el convite peronista.

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