En Argentina, tres presidentes intentaron ser reelectos y lo lograron: Juan Perón, Carlos Menem y Cristina Kirchner quien, además, obtuvo su primer mandato a partir de una lógica política propia de una reelección. En todos esos casos, los presidentes buscaron su segundo período con altos niveles de aprobación de sus gestiones. No sería ese el caso de Mauricio Macri y por eso su estrategia electoral necesita un grado de elaboración mayor que la de aquellos presidentes a los que alcanzaba con pedir el voto para asegurar la continuidad de un gobierno que era evaluado positivamente por la mayoría de la sociedad.
En Estados Unidos, país precursor en materia de mandatos presidenciales de cuatro años con reelección inmediata, se da por sentado que el principal motivo para decidir el voto para la reelección de un presidente es la evaluación que se hace de su primer mandato. Con esa lógica, fueron reelectos en las últimas décadas Ronald Reagan, Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama. Y fracasaron en su intento Jimmy Carter y George Bush padre cuyas gestiones habían perdido apoyo popular.
Las sociedades no cambian de Gobierno cuando están satisfechas con el rumbo del país y tienden a hacerlo en el caso contrario. Frente a esto, Macri necesita frenar el deterioro de la situación económica. Las medidas anunciadas recientemente y la posibilidad de que no haya sobresaltos con el dólar dado que la oferta será abundante en los próximos meses, la tasa de inflación podría mostrar una tendencia bajista en los tres meses previos a las primarias. Un segundo punto es lograr colocar a los temas institucionales, en los cuales el Gobierno tiene mejores credenciales, en el centro del debate electoral. Y el tercer paso será incentivar la polarización y apuntar a los riesgos que implica una vuelta al pasado.
Probablemente el Presidente necesita una combinación de las tres cosas. Y pronto, porque por ahora, no cumple con el requisito indispensable para obtener una reelección que es la conformidad ciudadana con la marcha del país.
