El Economista - 70 años
Versión digital

mar 23 Abr

BUE 18°C

Negociar con Europa en tiempos de cólera

08 abril de 2019

Por Jorge Riaboi Diplomático y periodista

Hace más de veinte años los representantes de lo que es hoy la Unión Europea (UE) le propusieron al MERCOSUR varias cosas que entonces sonaban como una atractiva oportunidad estratégica y económica. Entre ellas, un proyecto de acuerdo de comercio birregional que resultó ser un planteo eternamente desequilibrado y polémico, con insumos o exigencias cada día más onerosas que reflejaron la voluntad comunitaria de pedir a sus socios muchas concesiones del tipo que prefieren las clases rentistas y abúlicas, sin ánimo de brindar compensaciones sensatas, de genuino valor y comercialmente viables a sus contrapartes. Tal enfoque incluye la decisión de bloquear o reducir a  la nada cualquier exportación del MERCOSUR, o de otros socios globales, que alteren lo nervios de su sector agrícola, concepto que abarca a los commodities y a los subproductos de base agrícola como los biocombustibles.

Nuestros gobernantes, Mauricio Macri y sus muchachos, nunca entendieron que estas ideas no fueron pensadas sólo para acotar severamente la presencia que puedan ganar con esfuerzo y talento los países del MERCOSUR. El Viejo Continente le tiene miedo a todo lo que sea competir sin muletas o no pueda controlar con la mano como sucede con su propio ombligo. Más abajo retomaremos ángulos específicos de este enfoque.

Con el paso del tiempo, el proyecto de acuerdo quedó sumergido en los nuevos vientos políticos de naturaleza populista que soplan con fuerza en el Viejo Continente, una onda que brinda mayor espacio a la religión verde (las creencias y supersticiones concebidas por las ONG's ambientalistas y sus aliados) y  otras fantasías creadas por su clase dirigente para consolidar el apetito social por el proteccionismo regulatorio, lo que no digo para desmerecer ninguno de sus genuinos aportes a la defensa de los patrimonios globales de la humanidad. En esa moda sobresale la actividad legislativa del Euro Parlamento que se orienta a establecer una drástica sustitución de las importaciones agrícolas de soja y otros insumos proteicos y a exacerbar el alcance de un paquete que incluye nuevas reglas de competencia destinadas a contener la invasión china (dumping y subsidios) y algunas delicias gourmet en materia de  normas sanitarias, de calidad, ambientales y climáticas dedicadas a parar en frontera las legítimas presiones de la economía global.

Semejantes acciones nunca inhibieron a Bruselas de exigir a sus socios comerciales beneficios arancelarios y no arancelarios crecientemente amplios,  difíciles de mensurar y extravagantes, como la aplicación urbi et orbi de derechos de propiedad intelectual, un paquete que incluye pero no se limita a una caja de pandora llamada “indicaciones geográficas y de origen”, la que comenzó con la noción de darle status monopólico al gran paquete de vinos y licores y es una veta que no reconoce límites ni estimaciones numéricas; o el objetivo de prohibir al boleo las importaciones derivadas del uso de Organismos Genéticamente Modificados, tema que pasa por una etapa en extremo difícil.

Dentro de tan loco y prolongado ciclo, los diálogos informales entre legisladores de ambas partes fueron matizados por la idea europea de cerrar esta larga franela diplomática con un acuerdito light,  solución que en tiempos pasados llegó a ser contemplada con bastante cariño por al menos un ex Canciller y parte de la Cancillería de Brasil (Itamaraty). La Europa legislativa siempre advirtió a sus colegas del Tratado de Asunción que cualquier texto de acuerdo con agricultura adentro no tendría forma de atravesar con vida los recintos del Euro-Parlamento. Menos, si incluye la audacia de hablar con seriedad de reducir o eliminar toda clase de subsidios.

Indicio de este clima ficcional, es el hecho de que nuestras autoridades no hicieran ruido de prensa tras el insulso resultado de la 38° ronda de negociaciones birregionales sostenida en Buenos Aires los días 11 al 15 del mes pasado, sobre la que informó muy escuetamente un reciente boletín semanal publicado en Bruselas por la Oficina de la dinámica Comisionada de Comercio de la UE, Cecilia Malmström (ver Trade News).

Dada tal penumbra informativa, en nuestro medio también se suele ignorar que lo que sucede con el MERCOSUR no es un trato exclusivo o conspirativo. Bruselas y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) acaban de congelar otra vez la negociación de su veterano proyecto de Acuerdo de Comercio birregional y, salvo el caso de Singapur, quedaron igualmente varadas todas las negociaciones individuales que había entre la UE y varias de las diez naciones que componen esa Asociación, un proceso que se viene negociando hace 16 años.

Por cuerda separada Bruselas está preparando un revulsivo bastante torpe para Washington, un gobierno que no necesita estímulos ni asesoramiento externo para caer en la más sofisticada de las “chanto-cracias” mercantilistas. Según mis queridos colegas europeos, la UE está revisando el mandato de la Comisión para negociar con Estados Unidos un mini-paquete de concesiones comerciales que excluiría la agricultura, una prioridad de agenda que pidieron claramente el titular de la Oficina del Representante Comercial (USTR) y los legisladores demócratas de la Cámara de Representantes, y a la que se opone en forma tajante el Euro-Parlamento,  y agrega al temario la discusión sobre el intercambio de automóviles y auto-partes, ante el temor de que la Casa Blanca le aplique a las exportaciones de la UE la misma medicina restrictiva que se funda en razones de seguridad nacional (Sección 232 de la Ley de Comercio de 1962) que ya afecta a la importación de acero y aluminio.

El paquetito que está por alumbrar Europa es menos ambicioso que el discutido por el Presidente de la Comisión de la UE en la reunión que el 25/7/2018 sostuvo con Donald Trump en la Casa Blanca, lo que por ese motivo, la escasa cobertura del esquema planteado, podría obligar a multilateralizar todas las concesiones que pudieran decidir ambos interlocutores si se atienen a tal propuesta. Y eso no es todo. Bruselas discute, al mismo tiempo, la posibilidad de anular las instrucciones generales aprobadas para negociar el olvidado proyecto de Asociación Transatlántica que se consideró hace seis años bajo la presidencia de Barack Obama. Algunas de estas ideas parecen un thriller concebido para hacer saltar la térmica entre ambas potencias.

Mientras tanto, un muy inteligente trabajo del Centro Europeo para la Política Económica Internacional (cuya sigla inglesa es ECIPE, entidad claramente pro mercado y sustentada por muchos de los mejores cuadros profesionales de política comercial que hay en el mundo) titulado “El paso de la diplomacia al unilateralismo”(o sea de la negociación a la prepotencia de los grandes), hay un detallado informe explicativo de las razones por las que han vuelto a estancarse las antedichas negociaciones de la Unión Europea (UE) con la ASEAN. El informe señala que uno de los detonantes fue la decisión europea de prohibir la importación del aceite de Palma como insumo para el biocombustible (el que compite en forma directa con el biodiesel de soja que exportan la Argentina, Estados Unidos y el que producen ciertas naciones de la propia UE) por motivos ambientales (la destrucción del ambiente en el que se cría la declinante raza de orangutanes) y humanitarios. En vista de ello las naciones asiáticas, en especial Indonesia y Malasia, con la solidaridad del resto, consideran, con buenas razones, que ello supone un trato discriminatorio e ilegal y decidieron abandonar la sala de negociaciones del proceso de integración regional que venían sosteniendo desde 2003 con Bruselas. Obviamente la UE se va comer un panel como el que ya pidió Indonesia el que, si el caso está bien presentado, y no hay tontería institucional, va a perder por goleada.

El informe también advierte que, aún antes de conocerse los resultados de tal acción legal, los que podrían demandar un par de años o más ante el sabotaje que impulsa Washington hacia el sistema de solución de diferencias de la OMC, Indonesia podría aplicar medidas inmediatas de represalia comercial directa contra la UE, lo que supone continuar con la doctrina Trump de conseguir objetivos en este terreno a costa de ignorar a Ginebra y matar en lugar de crear comercio. Y aunque la decisión de Indonesia y Malasia es justificable, no tiene una base razonable de legalidad si se vuelca a sacar partido empleando dicho atajo (opinión mía).

ECIPE sostiene que, en pleno 2019, lo que está haciendo la dirigencia política de la UE es una especie de burrada, por cuando los “grupos de interés europeos continúan imponiendo pre-condiciones para cerrar o ratificar legislativamente esta negociación, a pesar de los objetivos de largo plazo que justifican sobradamente cerrar un trato con los mencionados países asiáticos, en especial al ver que Bruselas aún no consiguió poner una cabecera de playa en China o en India. Y ello supone, dice el Informe, que la UE quedó, al menos por ahora, fuera de los principales mega-mercados, lo que incluye al Asia, América del Norte (salvo Canadá y México que son importantes, pero no comparables a Estados Unidos) y el MERCOSUR.

Cualquier parecido de estos hechos con los que vivió en carne propia el MERCOSUR no es puramente casual. Es el neopopulismo, estúpido. Y si bien uno espera que los gobiernos del Tratado de Asunción aprendan de esta experiencia, las chances de que los gobiernos apelen a la sabiduría son mínimas.

En esta nota

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés