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Los ucranianos optaron por un Presidente sin prontuario político

Atilio Molteni 30 abril de 2019

                                                                             Por Atilio Molteni Embajador

El pasado 21 de abril los ciudadanos de Ucrania se sumaron a las naciones que en estos días prefieren cambiar el aire y ser liderados por una persona sin experiencia en la vida política. Al menos ese aparenta ser el apabullante y quizás desesperado mensaje que salió de las urnas electorales de un país en guerra que ungió a su propia versión de Donald Trump, con el obvio deseo de probar suerte con alguien “no contaminado” con las fórmulas y bloqueos mentales que ofrecieron los dirigentes de cuño tradicional. El beneficiario de esta mayoritaria corriente de opinión es un actor y comediante muy popular,  a quien sus electores le atribuyen la aptitud de adoptar la clase de decisiones que resultaron esquivas para quienes  ocuparon el despacho del primer mandatario tras el ocaso de la era soviética.

Se trata de Volodymyr Zelensky, de 41 años, quien venció en 25 de las 26 regiones del país sin otra herramienta que el uso intensivo de medios de comunicación no tradicionales (sus programas y entrevistas televisivas) en una campaña que sólo duró cuatro meses. Para sorpresa de los analistas, con ello pudo reunir el 73% de los votos y dejar sin aliento a su oponente, el actual presidente Petro Poroshenko, quien apenas pudo reunir un magro 24% , a pesar de haberse desempeñado en el cargo desde mayo de 2014, cuando obtuvo más del doble del respaldo que exhibiera en esta segunda elección. Poroshenko había llegado al poder con una plataforma pro-europea, la que emergió de  un gran movimiento popular de protestas (llamado Maidam) en favor de mayores vínculos con Occidente y en contra de la influencia rusa en territorio ucraniano.

Un mes después, Moscú inició sin pestañar la secesión y absorción por la fuerza de la península de Crimea, región a la que el Presidente Vladimir Putin calificó como una provincia perdida de Rusia. Obviamente, esa movida no terminó ahí. Tras la ocupación de ese territorio comenzaron los enfrentamientos en el este y en el sur de Ucrania, donde los separatistas buscaron crear lo que dieron en llamar “Nueva Rusia” y controlaron áreas y ciudades en las regiones de Donetsk y Luhansk, apoyados por acciones de “guerra híbrida” o ambigua a favor de la presencia rusa.

Estos hechos indican que la maniobra de Putin guarda directa proporción con la gran importancia estratégica de ese territorio (Ucrania tiene la superficie más grande de Europa y 40 millones de habitantes), cuya histórico vínculo con Rusia es de enorme gravitación geopolítica. Es también una de las rutas obligadas de paso del petróleo y gas que Moscú le vende a Europa, para la que por el momento no existen alternativas satisfactorias. A ello se agrega el hecho de que estas acciones permitieron atrasar el proceso de integración ucrania con la familia europea y fueron el origen de las sanciones que desde 2014 aplican a Moscú la Unión Europea (UE) y Estados Unidos.

La elección demuestra que los votantes ucranianos están muy insatisfechos con el actual escenario político y la conducción del país, ya que el gestionar de los gobernantes que se sucedieron en el mando no consiguieron detener el aumento de la pobreza y la tendencia a endeudar irracionalmente la economía. El triunfo de Zelensky, ligado  a su exitoso protagonismo en la serie llamada “Servidor del Pueblo”, en la que personifica a un maestro de escuela que es elegido presidente de Ucrania, se vincula con el persistente discurso contra la corrupción y la oligarquía del libreto, cuyo contenido fue potenciado al difundirse en las redes sociales. Los vídeos enfatizaron que sólo los oligarcas ligados al poder obtuvieron pingues ganancias del paso de una economía socialista a un nuevo sistema, donde estos lograron controlar grandes sectores económicos. Tres de esos representantes acumulan un patrimonio que equivale a más del 6% del PIB ucraniano.

De este modo, la ficción se convirtió en realidad (el partido de Zelensky lleva el nombre de su programa televisivo), con la adición de que el Presidente electo no sólo es ajeno a la vida política, sino también pertenece a una de las dos de las grandes mayorías étnicas del país, ya que forma parte de los ucranianos cuya lengua es el ruso -es de la región de Dniepropetrovsk en el norte de Crimea- y  es de origen judío, factor que no fue tenido en cuenta por los votantes. Esto último resulta particularmente sugestivo, por cuanto los ucranianos ortodoxos solían ser muy influyentes y adherían sin tapujos a las amplias y nefastas persecuciones antisemitas que registra la historia de Ucrania.

A pesar de lo anterior, en la campaña política se cuestionó la relación de Zelenky con uno de los oligarcas del país, Igor Kolomoisky, a quien se le atribuye un patrimonio de unos 1.100 millones de dólares y es dueño de la cadena de televisión llamada 1+1 que difundió sus programas y con cuyo aporte se habría financiado gran parte de su campaña electoral.  Kolomoisky es un público adversario político y víctima de algunas acciones de Petro Poroshenko quien, desde el poder, es dueño de una gran fortuna y es reconocido por ser otro de los oligarcas del país. Ambos se dedican a la política y controlan los medios para resguardar o acrecentar su patrimonio.

Las ideas orientadas a poner término a la continuación de la guerra en el este de Ucrania (que ya causó 13.000 bajas entre militares y civiles), a los problemas económicos de un país que, como la Argentina, tiene un programa de estabilización de menores dimensiones con el FMI, y el cuestionamiento a la visible corrupción del sistema político integraron los temas  que enarboló Zelensky en su derrotero para llegar al gobierno. Sugestivamente, sin ser populista o nacionalista -como otros líderes europeos-,  construyó un mensaje de cambio que generó esperanzas en la población. En materia geopolítica, anunció que sin dejar de lado la necesidad de mantener estrechas relaciones con Occidente, se propone desplegar un enfoque más negociador con Rusia, algo que también lo distingue de Poroshenko, quien siempre privilegió un discurso en favor de la integración con la UE y la OTAN, apelando a un mensaje que se caracterizó por una extrema posición nacionalista y sin concesiones en pro del lema “Ejército, Lengua y  Fe”, que inspira sus acciones para conservar la integridad de su país y la separación de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana de la Rusa, una decisión que acaba de concretar.

El otro punto a tener en cuenta, es que en Ucrania, al igual que en Brasil, la elección presidencial no lo dice todo.  Conforme a la Constitución, el titular del Poder Ejecutivo tiene un poder restringido que comparte con el Parlamento (llamado Verkhovna Rada), cuyas elecciones recién se llevarán a cabo en octubre. Es altamente posible que tras la votación el cuerpo legislativo incluya a las distintas corrientes políticas que tuvieron candidatos en la primera vuelta electoral pero no calificaron para el balotaje.  No es descartable que ello suponga la llegada de algunos seguidores de Poroshenko, algo que sin duda complicará a Zelensky, quien aún no tiene un Partido político lo suficientemente organizado como para  obtener una mayoría suficiente (las últimas encuestas le dan un 26% de intención de voto para las elecciones parlamentarias). Para sortear ese obstáculo, el Presidente debería armar una coalición de Gobierno que apruebe sus propuestas referidas a la designación del Primer ministro y los restantes miembros de su Gabinete, ya que sin ello será difícil una gestión política coordinada para enfrentar los múltiples desafíos internos e internacionales de su país.

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