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El último as debajo de la manga

18 abril de 2019

Por Matías Carugati  Economista Jefe M&F Consultora

Marzo fue un mes sumamente complicado. El tipo de cambio saltó 11%, la inflación se aceleró a 4,7% mensual (54,7% anual) y los indicadores adelantados de actividad muestran que la incipiente reactivación se desinfló un poco. A ello se agrega la publicación del dato de pobreza de 2018, que mostró un lógico (pero no por ello menos preocupante) aumento. El deterioro económico se tradujo en malestar social, con los indicadores de opinión pública tocando niveles mínimos desde que Macri es presidente. Y con las elecciones prácticamente a la vuelta de la esquina, este combo generó ruidos políticos, que incluyeron especulaciones de una posible separación de la UCR de la alianza Cambiemos.

El Gobierno se va quedando sin “ases bajo la manga”. Después de una semana de especulaciones, se dieron a conocer medidas con dos objetivos bien claros. Por un lado, moderar el alza de los precios, mediante el congelamiento (eufemismos al margen) de precios de una canasta de bienes y de las tarifas de servicios públicos. Por otro lado, se busca apuntalar el nivel de actividad vía descuentos, créditos y beneficios fiscales. Es una reacción bastante pragmática frente a un panorama adverso, ya que este tipo de medidas eran criticadas por los miembros del gobierno cuando eran oposición a Cristina Kirchner. El giro oficial no es tanto por convicción sino por necesidad de dar señales hacia adentro (socios de Cambiemos) y hacia afuera (sociedad en general) de que se está haciendo algo más como para torcer el rumbo.

Las medidas anunciadas tendrían cierto efecto positivo. Si los precios dentro del acuerdo son relevantes para la canasta del consumidor, su fijación ayudará a contener la inflación por un tiempo. A lo cual también hay que sumar el hecho de que las tarifas no aumentarán más en lo que resta del año (al menos, la parte que depende del Gobierno). Más allá de posibles aumentos preventivos, algún efecto de moderación habrá de forma directa y, acaso, indirecta (señales). Difícil precisar cuánto. Lo mismo podemos considerar de la otra parte del paquete de medidas. Los incentivos al consumo y los préstamos “blandos” algo van a traccionar, ya que están dirigidos a un segmento de la población con alta propensión al consumo. Pero es temprano como para estimar cuánto empuje le darán a una economía que el año pasado se contrajo 2,5% y que viene con una recuperación tenue.

La dinámica macro (y electoral) depende más de lo que ocurra en la calle Reconquista. Los anuncios de ayer pueden tomarse como parches temporarios. Una especie de “puente de plata” para que el gobierno llegue a las elecciones en mejor estado. La incertidumbre respecto a los efectos que puedan tener se relaciona con la situación cambiaria. La tranquilidad en este frente (léase, menor volatilidad) es condición necesaria (pero no suficiente) para que la economía se estabilice. En este sentido, los cambios implementados por el BCRA son de difícil lectura. El endurecimiento de la política monetaria intenta aplacar las expectativas de depreciación, pero la zona de no intervención (ahora sin ajuste de sus límites) sigue siendo muy ancha. En efecto, hay un 20% de diferencia entre el tipo de cambio actual y el límite superior. Cubrir esta diferencia de manera lo más lineal posible o a los sobresaltos no es trivial, sobre todo porque el BCRA tiene escasas herramientas para suavizar el recorrido del dólar. Y aquí es donde entra la duda. ¿Servirá este esquema para aquietar las aguas hasta las elecciones? ¿O estamos frente al mismo escenario del verano? Revivir los hechos de marzo más cerca de las elecciones (¿julio?) puede ser letal para la continuidad de Cambiemos en el poder, lo cual tendría ramificaciones que excederían a lo estrictamente político.

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