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Con las elecciones en un horizonte demasiado lejos aún

18 abril de 2019

Por Néstor Leone

 

Luego de las elecciones legislativas de 2017, esas que le dieron a Cambiemos un espaldarazo importante frente a un peronismo fragmentado y a una oposición con liderazgos en disputa, el Gobierno parecía tener los tiempos a su favor. Las presidenciales, entonces, estaban demasiado cerca como para generar una recomposición del universo opositor y el deterioro posible parecía no conspirar contra el respaldo cercano de las urnas en aquellas elecciones de medio término. Cierta resignación de los mandatarios provinciales que se proponían “alambrar” sus territorios para no quedar sin nada ante la “ola amarilla” y cierto diagnóstico de los sectores más moderados de la oposición respecto a que el esquema de gobernabilidad podía trascender sin mayores sobresaltos más allá de 2019, dominaban la discusión pública.

Las medidas son más un intento de “congelar” el escenario actual, que la posibilidad de generar círculos virtuosos

A mediados del año pasado, el escenario empezó a cambiar. Con el deterioro creciente de la mayoría de los indicadores económicas y sociales, y con la caída en las perspectivas y de aquella idea ciertamente eficaz (electoralmente) de cambio. Recesión, inflación retroalimentada, depreciación fuerte de la moneda y pérdida de poder adquisitivo, entre otros indicadores, se convirtieron en datos combinados de esta nueva realidad. Es cierto, el Gobierno preserva su núcleo duro (bastante considerable, ¿todavía?), un esquema de gobernabilidad más o menos estable y una conflicitividad social relativamente baja, si se quiere, pero parece haber perdido la iniciativa y ya no maneja los tiempos. Los corre de atrás.

Para el Gobierno, hoy, las elecciones parecen demasiado lejanas. Mientras que, para aquella oposición fragmentada, esa distancia le ofreció oxígeno para empezar a dirimir liderazgos, déficits e impotencias. Y reposicionarse. A su vez, la imagen de invulnerabilidad en las urnas de Cambiemos también entró en entredicho. Seriamente. En este contexto, las medidas anunciadas ayer tienen más que ver con el intento de ingresar al cronograma de definiciones electorales “congelando” el escenario actual que a algún esquema para generar círculos virtuosos. Ante la sospecha de que los indicadores sociales y económicos no mejorarán antes de las elecciones, por lo menos que no empeoren, parece ser la consigna asumida como propia, más allá de la puesta en escena.

La pregunta es cómo le irá con mecanismos que ha desechado siempre y en los que no cree ni están en su marco teórico

En cuanto a la eficacia de las medidas, se plantean más de una duda. Por caso, cómo reaccionarán los empresarios de los sectores con los que se decidió acordar, cómo se comportará la cadena de comercialización. O respecto de la capacidad del Gobierno (en términos de burocracia adecuada y de instrumentos acordes) para asegurar el “control” de lo acordado y que no se produzcan especulaciones o quebrantos de esas reglas. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujove, en ese sentido, habló de “pacto de caballeros” al referirse a lo pactado con esos “formadores de precios”, en una señal de optimismo voluntarista.

Por cierto, las medidas no tienen el ADN de la mesa chica del Gobierno. Siempre que sus principales funcionarios hablaron de “control” o de “acuerdos” de precios lo hicieron de manera negativa, peyorativamente. Como resabios del pasado (populista, heterodoxo) que el país debía superar, dejar atrás. Por lo que también es pregunta cómo le irá con mecanismos que ha desechado siempre y en los que no cree. Porque no están en su marco teórico, en su mirada de mundo.

 

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