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La foto y la película

Resulta difícil pensar en una mejora sustancial a corto plazo. En el mejor de los casos, con una economía en recuperación, paritarias relativamente generosas y una situación cambiaria que no presiona sobre la inflación, la pobreza podría situarse en torno al 30%.

29 marzo de 2019

Por Matías Carugati Economista Jefe M&F Consultora

Después de mucho adelanto y especulación, se dieron a conocer los (tristes) datos de pobreza. El Indec informó ayer que, a fines del 2018, 32% de la población se encontraba debajo de la línea de pobreza, 6,3 puntos más que el año anterior. La sequía y las crisis cambiarias fueron dos factores con incidencia fundamental en este resultado, ya que se tradujeron en recesión, caída del empleo y fuerte pérdida de ingresos reales. Los datos del primer semestre adelantaban cierto deterioro social. La información de ayer termina de confirmar un agravamiento más grave, que hasta el propio gobierno veía venir.

La foto es mala, ¿pero cómo sigue la película? La información conocida muestra el pasado cuando nos interesa saber cómo estamos parados hoy y dónde estaremos en los próximos meses. Desde ya, no se desdeña el aporte de los datos del Indec como insumo central para el diseño de políticas públicas específicas. Queremos focalizar en la dinámica hacia delante porque nos interesa entender cómo llegará la sociedad al momento de las elecciones, el evento más relevante de todo el año y fuente de incertidumbre.

Las claves. Dado que medimos la pobreza por el método de ingresos, la dinámica va a depender de los factores que intervienen en el cálculo: empleo, ingresos y precios. Los primeros dos para conjeturar hacia dónde pueden ir los ingresos de los hogares. Y el tercer factor para pensar en el posible valor de la canasta básica.

Los ingresos nominales deberían aumentar. Muy de a poco, el nivel de actividad está dando señales positivas, aunque habrá que esperar para saber si el rebrote de las tensiones financieras ahoga o no el intento de recuperación. De todos modos, el empuje de los ingresos de los hogares no vendría, a corto plazo, por el lado del empleo, ya que la reactivación no estará apalancada en sectores trabajo-intensivos. La mejora principal va a venir de la suba de salarios (con el grueso de las paritarias a partir de abril), el aumento del salario mínimo vital y móvil (como aproximación al salario informal) y la actualización de jubilaciones y planes sociales.

Pero la inflación no dará tregua. Entre la inercia, la suba de costos y la depreciación de la moneda, el precio de los alimentos y bebidas va a aumentar a buen ritmo. Esto incide sobre la canasta alimentaria e, indirectamente (vía la inversa del coeficiente de Engel), sobre la canasta básica total. Estas canastas aumentaron 8-9% el primer bimestre del año y, en un escenario conservador, podrían acumular una suba de 22% en el semestre. Entonces, las líneas de pobreza e indigencia van a subir un buen trecho en los próximos meses, con el agravante de que se parte de una brecha de pobreza de 39% (distancia entre el ingreso familiar promedio de un hogar pobre y su canasta básica total promedio). Hará falta una suba de ingresos nominales muy fuerte como para compensar el punto de partida y, además, el aumento de la línea de pobreza.

Dados los lineamientos anteriores, resulta difícil pensar en una mejora sustancial a corto plazo. En el mejor de los casos,con una economía en recuperación, paritarias relativamente generosas y una situación cambiaria que no presiona sobre la inflación, la pobreza podría situarse en torno al 30% de la población. Números más, números menos, se trataría del mismo nivel con el que terminó la gestión de CFK. ¿Cuál será el veredicto de las urnas?

El día después de las elecciones. Si algo aprendimos estos años es que la estabilidad macro es una condición necesaria para evitar un agravamiento de la pobreza, pero no suficiente para reducirla de forma contundente. Al margen de variaciones cíclicas, existe un núcleo de pobreza estructural muy duro en Argentina (y el 47% de pobreza entre menores de 15 años es una muestra). Para reducirlo hará falta bastante más que algunos años de crecimiento, lo cual implica priorizar una agenda importante que va desde la educación y la salud hasta la regulación laboral. Agenda que, en medio de la urgencia coyuntural, muchas veces queda soslayada a un segundo plano. Así estamos.

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