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El lógico y abrupto final de una cumbre improvisada

La segunda cumbre entre el presidente Donald Trump y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, realizada el pasado 28 de febrero en Hanoi, terminó en un sonoro y abrupto fiasco. Hacia adelante, el rol de China será clave para cristalizar los eventuales progresos.

Atilio Molteni 12 marzo de 2019

Por Atilio Molteni Embajador

Como es sabido, la segunda cumbre entre el presidente Donald Trump y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, realizada el pasado 28 de febrero en Hanoi, la capital de Vietnam, terminó en un sonoro y abrupto fiasco. Aunque horas después se multiplicaron los indicios de que los gobiernos deseaban retomar sin pausa tan compleja negociación, el hecho no alteró los niveles de inquietud que se registraron en todo el planeta. Tal sacudón encontró nuevos detonantes al publicarse los detalles de la presunta restauración de una plataforma misilística que figuraba entre las instalaciones que Corea del Norte se había comprometido a desmantelar. Ante la suma de estos factores se volvió a desatar una ola de críticas hacia la ineficiente preparación del diálogo que protagonizaran de apuro dos mandatarios sin gran experiencia diplomática.

Por entonces no fueron pocos los que también evocaron la oportuna advertencia que formulara Barack Obama en el primer encuentro que sostuviera con Trump en la Casa Blanca, cuando ya era presidente electo, donde le destacó que ese sería el problema internacional más grave de su gestión presidencial.

El actual mandatario estadounidense llegó al poder habiendo alegado, en su campaña electoral, su disposición a negociar en forma abierta con Kim. No obstante ello, sólo después de un período inicial de enorme tensión entre las partes, el que incluyó declaraciones muy severas de Trump acerca de la posibilidad de ejecutar acciones militares y su voluntad de ampliar las sanciones existentes para alcanzar un nivel “máximo de presión”, se pudo lograr que ambos optaran por dirigir sus esfuerzos al razonable camino de reintentar la diplomacia con la RDPC. Si bien a partir de 1994 ya habían fracasado los tres mandatarios estadounidenses que apelaron al uso de tal opción, etapa en que la clase política se vio sucesivamente forzada a encontrar respuesta a uno de los enfrentamientos más persistentes del período posterior a la Guerra Fría, el Washington especializado en estas lides se resignó a señalar que las demás alternativas eran más costosas y no garantizarían mayor efectividad.

En el bienio 2016/ 2017 la situación se agravó debido a los desarrollos nucleares (en total seis pruebas desde 2006) y misilísticos del régimen totalitario y sangriento de Corea del Norte, el que ahora se convirtió en una amenaza directa no sólo para los aliados asiáticos de Estados Unidos, sino también respecto del propio territorio continental de ese país. Según los cálculos realizados por las áreas de defensa, los actuales misiles de Corea del Norte estarían por tener el alcance necesario y la capacidad de transportar ojivas nucleares para hacer daño en América del Norte.

Durante su primera reunión, efectuada en Singapur en junio de 2018, los dos líderes acordaron una agenda positiva. Según los trascendidos, en esa ocasión Trump dio ciertas garantías de seguridad a Corea del Norte y Kim se comprometió a trabajar en la desnuclearización completa de la Península Coreana. Sin embargo, ello no se reflejó en la definición de un contenido específico sobre el modo, tiempos y el alcance de estas negociaciones (que, en el caso de Estados Unidos, quedaron a cargo del secretario de Estado Mike Pompeo). Tampoco se definieron las acciones para resolver las graves diferencias entre los dos países acerca del alcance del programa misilístico coreano, acordar un régimen de paz entre los dos Estados (un tratado para terminar la Guerra de Corea) y el establecimiento de relaciones diplomáticas.

Adicionalmente, mientras Pyongyang se comprometió a suspender temporariamente sus pruebas nucleares y misilísticas, Washington hizo lo propio, por una iniciativa personal de Trump, con las maniobras militares que desarrolla regularmente con Corea del Sur, a lo que sumó la posibilidad de retirar las tropas que se encuentran estacionadas en esa Península (30.000 hombres). Meses después, el jefe de la Casa Blanca dijo, a pesar de las dudas visibles expresadas por sus asesores y especialistas respecto de la conveniencia de poner en juego la aludida capacidad, y mucho más la condición de ésta como garante de la sustentabilidad tanto de la defensa como del poder de ataque norteamericano, que Kim ya no representaba una amenaza nuclear. La única ventaja externa de estos improvisados compromisos fue que su contenido parece haber sido un estímulo para que se registraran importantes avances en las relaciones entre ambas Coreas.

En Hanoi, Trump sugirió, bajo la suposición de que logró entablar una espléndida relación con Kim, alcanzar un gran acuerdo bilateral mediante el que éste último hiciera entrega de todas sus armas nucleares, el material nuclear y las facilidades que existen en su territorio, a cambio del levantamiento tanto de las sanciones estadounidenses como las impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU, un enfoque consistente con la estrategia de seguridad que siempre deseó obtener Washington. Sin embargo, asesores inmediatos de Trump como Pompeo y Bolton anticiparon sus enormes dudas de que tal oferta resultase potable para los coreanos, puesto que no hubo avances sustantivos en las reuniones preparatorias realizadas con la parte asiática. El resultado final fue que el lugar preparado para la ceremonia de la firma del acuerdo quedó sin usar y los organizadores vietnamitas sin entender tamaña sorpresa.

En apariencia, el objetivo de Kim era, a cambio del levantamiento de las sanciones más severas contra su país, discontinuar el complejo nuclear de Yongbyon, cuya vida útil está por concluir, y comprometerse a cierta reducción del inventario de plutonio Pero Washington sabía que Corea del Norte tiene otras facilidades nucleares que se basan no sólo en el plutonio, sino también en el uranio enriquecido y su reprocesamiento, así como plantas adicionales clandestinas. A ello se agrega que su capacidad de producir cabezas nucleares para el año 2020 alcanzaría, según distintas evaluaciones, a entre 20 y 100 unidades. Y si bien la decisión de Trump de concluir la reunión fue razonable, dio munición a ciertos críticos, quienes supusieron que el habitante de la Oficina Oval intentaría un acuerdo con algún país del Asia para tapar los crecientes problemas políticos que enfrenta en su país. En cambio, el Presidente afirmó, el 3 de marzo, en un “tweet”, que los cuestionamientos realizados por su ex abogado, Michael Cohen, una de las razones que lo impulsaron a interrumpir la negociación.

Otra de las interpretaciones que se dieron acerca de este acontecimiento no es del todo negativa y especula con la hipótesis de que puede ser beneficioso usar el episodio de Hanoi para una eventual futura cumbre, si es que ésta tiene lugar, a condición de que previamente haya una preparación adecuada, pues Trump habría tomado conciencia de que su relación personal con Kim probó ser insuficiente para llegar a un resultado satisfactorio en el manejo de las complejidades que es preciso solucionar en un acuerdo de este naturaleza, ya que el líder coreano habría evaluado que no puede superar a las estructuras burocráticas especializadas de Washington basando todo el progreso en el mero diálogo con el presidente.

En la reunión de prensa que se realizó tras suspender el diálogo, se reemplazó la ceremonia de la firma del acuerdo con un anuncio de Donald Trump. Éste dijo estar dispuesto a retomar las negociaciones, a preservar el congelamiento de los ejercicios militares con Corea del Sur y a reunirse nuevamente con Kim, si el futuro contexto hace lógico adoptar tal enfoque. Por su parte, el dictador coreano señaló que ello podía ser acompañado por la suspensión de las pruebas nucleares y misilísticas, buscando preservar una actitud positiva de parte de China y Rusia, gobiernos que no están aplicando estrictamente las sanciones decididas por el Consejo de Seguridad de la ONU, para no lesionar más profundamente la economía norcoreana.

Por ello, la política estadounidense de presionar económica y políticamente a Kim depende mucho de Pekín, que es su principal socio comercial y la alternativa obligada de sus escasos contactos con el mundo. La posibilidad de un acuerdo entre Trump y el dictador coreano fue recibida con satisfacción por China, a donde Kim viajó reiteradamente para consultar acerca de los alcances que debía adquirir su apertura al diálogo. Ese factor indicaría que, en el momento en que exista la posibilidad de lograr ciertos entendimientos para superar la guerra comercial con Washington, China podría devenir en un referente útil para retomar las negociaciones nucleares sobre bases más firmes.

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