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Un año malo, ¿y después?

El Gobierno apuesta un pleno a la estabilidad. Una corrida cambiaria tendría efectos letales sobre las chances de reelección de Macri. El lema no escrito parece ser: “Si la política económica no puede ayudar en un año electoral, al menos que no complique las cosas”.

28 febrero de 2019

Por Matías Carugati Economista de Jefe de M&F Consultora

El 2018 fue particularmente malo para la actividad

El Indec informó que la economía se contrajo 7% anual en diciembre, acumulando en el año una baja de 2,6%. Las cifras muestran que el nivel de actividad no logra superar el pico de 2011, alternando expansiones y recesiones desde entonces. Puntualmente, para el 2018, la caída se explica por una fuerte sequía que golpeó al agro, sumada a una crisis de balanza de pagos que terminó de arrastrar al resto de los sectores. Los datos más recientes no son del todo auspiciosos, aunque ello ya venía siendo descontando por el mercado. Con suerte, la reactivación arrancaría en el segundo trimestre, con dudas respecto a su fuerza y su impacto electoral.

La caída, sector por sector

Prácticamente la mitad de los sectores que componen el EMAE disminuyeron en 2018. La sequía golpeó de lleno sobre el agro, que cayó 16% anual, aunque con una lógica recuperación en el margen debido a las mejoras climáticas. Los efectos de las corridas cambiarias se sintieron con más fuerza sobre la actividad comercial (-5% anual), la industria (-4%, también afectada por efectos indirectos de la sequía) y el transporte (-3%). La construcción y la actividad inmobiliaria lograron expandirse (1% y 2%, respectivamente), pero lo que perfilaba como un buen año cambió rotundamente a partir de abril con el inicio de la crisis cambiaria. En efecto, el crecimiento en ambos sectores se fue desinflando desde entonces. Entre los “ganadores” del año se destacan los servicios financieros que, a pesar de todo, mostraron un interesante crecimiento (4%).

Los datos oficiales no dejan un buen punto de partida para el 2019

En primer lugar, el arrastre estadístico sería de 2,9%, cifra difícil de remontar (aunque mejor a lo esperado previamente). En términos comparativos, sería el peor arrastre registrado desde el 2008 y la crisis financiera global. En segundo lugar, no se ven mejoras sustanciales en el margen. Es cierto que la actividad mejoró en diciembre (0,7% sin estacionalidad) tras un pobre noviembre (-2%), pero las señales apuntan a un enero modesto. Además, los problemas no se limitan a algo puntual derivado de la sequía, sino que lucen más generalizados. El EMAE excluyendo al agro se contrajo (según estimaciones propias) 1,9% en noviembre y 1,5% en diciembre.

¿Cuán próxima está la reactivación?

La estimación preliminar de nuestro indicador coincidente de actividad muestra que la contracción habría continuado en enero, y con fuerza (-8,9% anual). Ahora bien, hay algunos matices que ofrecer: (1) la variación del mes pasado fue prácticamente la misma que la de diciembre, y (2) se trata de un indicador parcial que sobrerreaccionó en los últimos dos puntos de giro. Con lo cual podríamos estar más próximos a un giro de lo que reflejan los números. El Indicador Líder de la UTDT, que adelanta los cambios de tendencia de la actividad económica, se mantuvo estable en enero, aunque el índice de difusión (proporción de variables que aumentan) creció en los últimos tres meses (de 30% a 50%) y la probabilidad de una expansión, si bien baja, también mejoró en el mismo período (pasó de 1% en noviembre a 28% en enero). Si nos guiamos por la mirada de los analistas (REM), la economía tocaría fondo en algún momento del primer trimestre para comenzar a recuperarse a partir del segundo, lo cual es consistente con nuestra lectura de los datos.

¿Cuán fuerte podría ser la reactivación?

La recuperación del agro tras la sequía aportaría cerca de 1 punto al PBI de forma directa y otro medio punto de manera indirecta. Y si tomamos las estimaciones respecto al impacto del crecimiento brasileño sobre la economía local como válidas, la expansión del país vecino contribuiría con otros 0,6 puntos al PIB argentino. Remontar lo que reste de los 2,9 puntos de arrastre negativo dependerá de lo que ocurra con los ingresos reales, vía su efecto sobre el consumo. La indexación hacia atrás de las jubilaciones y los planes sociales y una dinámica salarial que combinará la inercia de los acuerdos previos con las nuevas paritarias ciertamente ayudarán. La clave será llegar al momento de la votación con la recuperación en marcha y, sobre todo, con un mercado laboral más dinámico. Por ahora, el mercado estima que octubre mostraría un crecimiento de 2-3% anual. Acaso muy poco como para asegurar la victoria, pero tampoco tan bajo como para decretar una derrota.

El Gobierno apuesta un pleno a la estabilidad

Una corrida cambiaria tendría efectos letales sobre las chances de reelección de Mauricio Macri, ya que descarrilaría completamente el proceso de estabilización. No casualmente, la política monetaria está diseñada para que el dólar se mueva cerca del piso de la zona de no intervención. Y, tal como se vio la semana pasada, el BCRA utiliza todo el margen de discrecionalidad que posee (por más pequeño que parezca, ya que se “ató” a una serie de reglas estrictas) para evitar que el tipo de cambio experimente sobresaltos. Si nos guiamos por la experiencia de las últimas recesiones (2014 y 2016), la estabilidad cambiaria y un gradual relajamiento de las tasas de interés se adelantaron por algunos meses a la reactivación, señales de recuperación de cierta estabilidad y de menor incertidumbre. El lema no escrito parece ser: “Si la política económica no puede ayudar en un año electoral, al menos que no complique las cosas”.

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