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Las novatadas de Trump sobre el muro y el futuro de la OMC

03 enero de 2019

Por Jorge Riaboi Diplomático y periodista

El año 2019 empieza con muchas incógnitas y con un vigorizado reciclaje de las bravatas de Donald Trump. Al escribirse esta columna, el Jefe de la Casa Blanca llevaba doce días de forcejeo con el Congreso para lograr que éste le apruebe los fondos destinados a construir un megamuro divisorio de la frontera entre Estados Unidos y México, un proyecto que este año debería recibir, según él, unos US$ 5.000 millones. Como de costumbre, el tira y afloje de poderes originado en los sillones de la política de ese país, dejó 800.000 funcionarios públicos suspendidos por agotamiento de los fondos del presupuesto y muchos asuntos de Estado librados, por tan patética razón, a la divina providencia.

Tampoco el nuevo Presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, tiene razones para festejar cuando en Washington se alude, frívola y unilateralmente, a la posibilidad de cerrar la frontera común si los legisladores no le dan a su colega de Washington la plata que solicita para construir la versión Trump de la gran Muralla China. Otras decisiones adoptadas por reacciones hepáticas similares dejaron a los productores agrícolas, hoy convertidos en moneda de cambio de las guerras comerciales iniciadas por la Casa Blanca, en un grupo que se halla en estado de total desconcierto acerca del futuro económico de sus medios de vida. Los cataplásmicos e ilegales subsidios ya gastados por Washington al efecto (US$ 12.900 millones), no habrán de sanar tales heridas.

Según los últimos anuncios, el Presidente vuelve a sostener, por tercera o cuarta vez, que los mexicanos van a pagar por un muro que en esencia los perjudica y desde el vamos se concibió para frenar una migración que hace años empezó a mermar por “causas naturales”. Entre ellas, el miedo a una ilógica persecución oficial.

La opinión de quien puede ser la futura presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelossi, ante las demandas y afirmaciones vinculadas con el muro, fue volcánica y directa. Le hizo notar a su Presidente que no entiende bien de qué está hablando. Según Brookings (del 2/1/2018), la clase política de Estados Unidos por ahora descarta el juicio político (impeachment) a Trump, sólo por el deseo de evitar “nuevas y mayores grietas sociales”. ¿Le suena, amigo lector?

De acuerdo a recientes amagos de los portavoces de la Casa Blanca, con las reformas negociadas en las reglas del nuevo NAFTA, el Acuerdo conocido como USMCA (o T-MEC en castellano) cuya ratificación legislativa está pendiente, su existencia generaría ingresos adicionales, lo que haría factible pagar no sólo uno, sino varios muros.

Aun suponiendo que ello sea cierto, la cadena no cierra. Si el problema reside en pagar un proyecto con gran respaldo y sólo faltase ensamblar la ingeniería financiera entre el momento del gasto inmediato y el ingreso proveniente del Acuerdo Regional ¿por qué nadie propuso hacer la ingeniería para financiar esta bagatela con créditos puente? ¿Es que no hay ningún “Toto” Caputo por la zona? La verdad es otra. Hoy el USMCA no será muy fácil de ratificar sin las reformas sobre estándares laborales y ambientales que pide la actual mayoría demócrata en la Cámara de Representantes y tal asignatura puede o no ser bien recibida por los socios de Washington.

Además, los fondos no están asignados al muro debido a que gran parte de la dirigencia política cree, hasta el momento, que el aludido proyecto carece de utilidad real para los Estados Unido, que es uno de los tantos enfoques delirantes del primer mandatario. Además Trump no se inhibió en contar que tuvo una gran conversación con el Presidente de China el 29 de diciembre pasado, cuando Xi Jinping le dio a conocer las ideas de su gobierno para superar las grandes divergencias de política comercial entre ambos países, con propuestas que están bajo análisis en el selecto Grupo de Alto Nivel que debe expedirse antes del 1ero. de marzo próximo. El punto es que omitió decir, si entonces lo supo que, en paralelo, Pekín tenía previsto pedirle a Washington un panel en la OMC por la ilegal y unilateral aplicación del aumento de aranceles de importación que afecta a un enorme paquete de productos de origen chino (una medida que cubre 250.000 millones de dólares anuales de exportaciones registradas por ese país asiático), presentación en la que se objeta el uso de la denominada Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974. Si el caso legal finalmente sigue su curso, será una genuina oportunidad para alquilar balcones, porque sólo los veteranos sabemos por qué no estalló entonces la Ronda Uruguay del GATT lo que, visto en perspectiva, pudo haber sido un grave y unánime error de percepción colectiva. China parece adherir al antiguo refrán estadounidense que expresa: “En Dios creemos. Pero todos los demás deben pagar al contado”.

Las cosas no son muy diferentes estos días, con otros mensajes que llegan de la Casa Blanca y conviene escuchar o leer con cuidado. Hace poco, durante el G20, vino como sherpa de ese país Clete Willems, quien últimamente hace su propio relato superador acerca de los enfoques del Presidente y de sus delegaciones en materia de política comercial. El hombre tiene llegada a casi todas las mesas chicas de economía global vinculadas con su país. De sus declaraciones cabe destacar la fina gimnasia que exhibe para señalar que Estados Unidos no rechaza el multilateralismo, sino exclusivamente a la versión residual que hoy exhibe la OMC o la que colisiona con los puntos de vista del gobierno actual (como su demanda de comercio justo, una consigna que años atrás enarbolaban las naciones africanas y otros miembros de extremo subdesarrollo; aclaración del columnista). Uno imagina que Willems no tendría ningún argumento sagaz para explicar por qué, a juicio de su gobierno, el G20 no puede pronunciarse a favor de la noción tradicional de “resistir todas las formas de proteccionismo”, si se recuerda que fue el Presidente Trump quien le ofreció al titular de la Comisión de la UE, un pacto basado en cero arancel, cero subsidios y cero restricciones no arancelarias.

Es cierto que Willems no llegó tan lejos como el Jefe de la Casa Blanca, quien desde julio de 2018 intensificó sus declaraciones o amenazas de abandono de la OMC, con idéntico enfoque al que empleó para sacar a su país del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, denostar el Nafta o renunciar, arrepentimiento posterior mediante, al Acuerdo Transpacífico. En agosto y Septiembre Trump fue tan lejos, que sus Secretarios del Tesoro y de Comercio dijeron que fue interpretado erróneamente, a pesar de que siguió con igual libreto en ocasiones posteriores. Algo similar a lo que pasaba con Carlos Menem, no le vendría mal el apodo de “amanecer”, puesto que él también debía pasarse el día aclarando (sus comentarios).

Willems mostró las huellas de quien diera el tono de la Declaración de Buenos Aires del G20, cuando el mensaje fue aceptar que en el pasado la OMC hizo cosas muy buenas, para diferenciar esa etapa de una en la que su gobierno empezó a apedrear sus actividades desde comienzos de la Ronda Doha o antes, primero, haciendo la plancha a renglón seguido y con políticas de obvia obstrucción de las negociaciones en los tiempos que corren. Veintitrés años después Washington sostiene que el foro tiene ideas antiguas, necesita modernización y ajuste e incorporar nuevas herramientas, como un refuerzo del concepto de transparencia. Uno supone que sabe que enfatizar, como lo hace su Presidente, que los Estados Unidos fueron maltratados por la OMC, es una mera estupidez.

Sin embargo, dejó picando un mensaje. La idea central es que sin reforma, el multilateralismo no es válido para los Estados Unidos, algo que se podría compartir si el gobierno de su país aclara qué demonios quiere hacer con el Organo de Apelación de la OMC, para dejar de pisarle la manguera de oxígeno y devolverle aire y la disciplina que exige su vital funcionamiento.

Un ejemplo final. El Congreso de Estados Unidos examina la posibilidad de devolver al Poder Legislativo la responsabilidad de establecer los términos de referencia de la Sección 232 de la Ley de Comercio de 1962 y sacarle esa facultad al Poder Ejecutivo. El Congreso de ese país sabe que, cuando se alegan problemas de seguridad nacional, no se puede tomar cautivo todo un sector o sectores, como el acero y el aluminio, para satisfacer el 5 % del consumo nacional que demandan sus fuerzas armadas y de seguridad. El Congreso sabe que para apuntalar un par de sectores, existen las normas sobre salvaguardia. El Congreso también sabe que es necesario resolver el tema cuanto antes, porque si no corre peligro la ratificación parlamentaria del nuevo Usmca (o T-MEC).

Lo anterior constituye una mera enumeración de los hechos, a sabiendas que la Ley de Murphy nos advierte de que un gran manager no necesita conocer los hechos para adoptar una gran decisión.

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