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A la espera de algún cambio

Sin una firme acción externa, la caída del régimen no será inmediata y, mientras tanto, Nicolás Maduro seguirá resistiendo y abusando del poder como lo ha venido haciendo desde la muerte de Hugo Chávez, con la inadmisible pasividad de buena parte del resto del mundo.

Héctor Rubini 24 enero de 2019

Por Héctor Rubini Instituto de Investigación en Ciencias Económicas de la USAL

El jueves 10 de enero Nicolás Maduro asumió la Presidencia por un nuevo período de seis años. Un mandato carente de legitimidad, lo cual ha sido ratificado por buena parte de la comunidad internacional. Estados Unidos, los 27 estados miembro de la Unión Europea, y los 14 gobiernos latinoamericanos del grupo de Lima se han negado a reconocer la legitimidad del nuevo gobierno. Al acto de asunción de Maduro asistieron sólo los presidentes de Bolivia (Evo Morales), Nicaragua (Daniel Ortega), Cuba (Miguel Díaz-Canel) y El Salvador (Salvador Sánchez Cerén). Los gobiernos de Rusia, China y Turquía enviaron delegaciones oficiales, mientras que los gobiernos de Uruguay y México asistieron a través de los encargados de negocios de sus respectivas embajadas. La televisión chavista destacó los comunicados de apoyo del Partido Comunista de Donetsk (Ucrania) y de Osetia del Sur (Georgia), regiones en guerra separatista reconocidas como “independientes” por Rusia en el primer caso, y en el segundo por Rusia, Venezuela, Siria y Naurú.

La economía sigue cayendo en picada, con una destrucción de PIB de aproximadamente 50% entre 2013 y 2018. El año pasado no mostró interrupción de los mismos síntomas de desintegración observados en 2016 y agudizados a partir de 2017 luego de las sanciones aplicadas por EE.UU. y la Unión Europea a la dictadura de Maduro: caída de la actividad, inclusive de la petrolera, hiperinflación, escasez de divisas y a de bienes importados de todo tipo (incluyendo alimentos y productos medicinales), expansión de la economía informal y de las actividades criminales, empeoramiento del sistema de salud, y emigración de venezolanos hasta por vía terrestre. Según la ONU, entre 2014 y 2018 han huido 3 millones de venezolanos hacia otros países.

El clima político cada vez más tenso, y empeoró cuando el pasado domingo 13 agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacinal (SEBIN) apresaron sin orden de captura alguna a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional (AN) que no reconoce la legitimidad de los comicios del año pasado ni a Maduro como presidente. Las muy duras críticas del resto del mundo forzaron a su liberación, pero no revirtieron el creciente enojo contra el régimen. Este lunes se registró una pequeña rebelión militar que fue sofocada, y ayer, en abierto desafío al régimen, Guaidó se proclamó como nuevo Presidente, invocando dos artículos de la Constitución venezolana que autorizan al titular de la Asamblea Nacional a asumir la Presidencia en caso de ausencia de Jefe de Estado. El Gobierno de Estados Unidos emitió un comunicado reconociendo a Guaidó como nuevo Presidente legítimo, y pidiendo al resto del Hemisferio Occidental a que también lo haga. Además, el Secretario de Estado Mike Pompeo ha afirmado que en caso de que el régimen de Maduro intente detener al titular de la AN, y ahora nuevo Presidente interino, “todas las opciones están sobre la mesa”.

El Gobierno Argentino también reconoció a Guaidó como “Presidente Encargado” de Venezuela, pero el gobierno mexicano reconoce todavía a Maduro como presidente legítimo. Algo que no pasó inadvertido, ni mucho menos, en Washington, y que le va a traer a López Obrador no pocos dolores de cabeza en sus relaciones con el gobierno de Trump.

Por el lado económico, el sostenimiento de Maduro es cada vez más débil. A nadie escapa su capacidad para sostenerse con un régimen de terrorismo de Estado que ha utilizado de manera efectiva las fuerzas armadas, las de seguridad interior y los agentes civiles del SEBIN más parapoliciales no identificados y el apoyo de efectivos cubanos todavía residentes en el país. Esa maquinaria necesita dólares, y los ingresos de divisas están en caída permanente. En 2018 Venezuela exportó diariamente 1,2 millón de barriles de petróleo, el nivel más bajo desde 1990, y sus acreedores parecen dispuestos este año a hacer efectivo el embargo de sus activos en el exterior, en particular las refinerías de la empresa Citgo, del grupo Pdvsa, en EE.UU. Algo que cae casi “de maduro” luego de haber defaulteado bonos por U$S 9.000 millones.

Obviamente, en el olvido han quedado las “proyecciones” presentadas por Venezuela a la Opep en su última reunión, cuando pronosticaba un aumento de las exportaciones petroleras a 1,8 millón de barriles diarios en 2018 y a 2,1 millones para este año. También el discurso siempre vacuo de Nicolás Maduro anunciando para las pasadas Fiestas de fin de año del “pernil navideño” y de los “Bonos Niño Jesús” que llegaron a una minoría imperceptible. Si habrá o no cambios políticos, es difícil predecirlo. Sin control de las fuerzas armadas y de seguridad es imposible que un gobierno alternativo haga pie firme.

Los inversores de Wall Street son optimistas: el EMBI Venezuela indica una prima de riesgo país en descenso desde 6.929 puntos el pasado 28 de diciembre a poco más de 5.400 puntos esta semana.

Sin embargo, todo indica que, sin una firme acción externa, la caída del régimen no será inmediata. Probablemente exija un empeoramiento económico aún mayor, que genere inevitables fracturas en las fuerzas armadas. La economía venezolana, lamentablemente, parece lejos de tocar fondo, de modo que lo que se viene son semanas, o meses, de padecimientos aún mayores para una población ya sin futuro y sin presente. Mientras tanto, Maduro seguirá resistiendo y abusando del poder como lo ha venido haciendo desde la muerte de Hugo Chávez, con la ya inadmisible pasividad de buena parte del resto del mundo.

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