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¿Son peligrosos los déficits externos?

27 diciembre de 2018

Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

Spoiler de la nota: en general, sí. Los déficits en cuenta corriente reflejan simplemente el progresivo endeudamiento de la economía como un todo, a veces del sector público y otras del sector privado. Como las deudas hay que pagarlas, un déficit elevado puede crear dudas sobre el repago de las obligaciones. Este argumento parece muy natural, pero no todos internalizan esta situación como potencialmente problemática.

Un grupo no menor de las teorías macroeconómicas modernas basadas en el equilibrio general no consideran que el endeudamiento refleje una vulnerabilidad, siempre y cuando funcionen con flexibilidad los mecanismos que se consideran adecuados para corregirlo. En el caso del déficit externo, se predice que el tipo de cambio reflejaría inevitablemente en su cotización las alarmas correspondientes, induciendo las correcciones esperadas en tiempo y forma. Así, un déficit profundo debería dar lugar a una devaluación real de la moneda local que incentivaría las exportaciones y reemplazaría importaciones por producción local, ajustando el desequilibrio sin mayores traumas

En otra nota comentamos que este mecanismo no siempre funciona eficazmente, situación que Argentina vivió en carne propia este año. Como todos vimos, el ajuste de un déficit elevado fue mucho más traumático de lo esperado, lo que sugirió que, definitivamente, los déficits en cuenta corriente en Argentina reflejan vulnerabilidades reales que deben tenerse bien presentes, previendo la forma más adecuada de ajustarlos para minimizar las chances de ocurrencia de una crisis severa.

La percepción de que la insuficiencia de divisas puede anticipar inconvenientes no se circunscribe a un conjunto de académicos que trabajan con modelos formales con insuficiente realismo. En un artículo reciente, el economista Daniel Aromí, del Instituto Interdisciplinario de Economía Política de la UBA, reveló que otros actores relevantes de la economía también suelen desdeñar este tipo de vulnerabilidades. Utilizando una muestra de 46 países avanzados y emergentes a lo largo del período 1990-2017, Aromí mostró que los déficits en cuenta corriente se revierten significativamente más rápido y con consecuencias más negativas de lo que los pronosticadores anticipan.

En particular, los expertos del FMI no parecen conservar un buen récord a la hora de predecir las consecuencias de los ajustes de la cuenta corriente. Cuando se consideran los déficits más significativos de la muestra, las predicciones de la evolución del PIB del Fondo superan en solo tres años en 6 puntos porcentuales la variación efectivamente observada. En cambio, cuando se trata de superávits en cuenta corriente estos fallos no se perciben, lo que sugiere que existe un sesgo a negar vulnerabilidades en países que se están endeudando.

Pero esto no es todo. Los mercados (básicamente, las bolsas de valores), también tienden a desestimar los riesgos macro de los déficits externos: los retornos de mercado acumulan en solo tres años un resultado 30% menor al pronosticado, contando desde una situación de alto riesgo en la cuenta corriente. Finalmente, el “sentimiento” de los medios de comunicación escritos, medido de acuerdo al tono periodístico de las notas publicadas, también refleja una minimización de los potenciales problemas futuros de un déficit pronunciado.

En suma, la mayoría de quienes predicen correcciones de los déficits en cuenta corriente colaboran con una percepción excesivamente optimista. Y esto, por paradójico que parezca, termina contribuyendo a que la crisis posterior sea más pronunciada, como explicaremos en la segunda y última parte de esta nota.

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