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Malestar en Cambiemos con eje en la estrategia de Peña

06 diciembre de 2018

No son indicadores de ruptura próxima. Ni de crisis inminente en el frente electoral o en la coalición parlamentaria que respalda al Gobierno. Pero muestran el estado de malestar, de disconformidad al interior de Cambiemos de parte de algunos de sus integrantes respecto de la estrategia de campaña del año próximo, que ya se hilvana en la Casa Rosada, y de algunas facetas del ejercicio de ese poder por parte de la gestión que encabeza Mauricio Macri.

El radicalismo mostró sus dientes hace algunas semanas cuando la alianza perdió un lugar en el Consejo de la Magistratura, como emergente de otras incomodidades, que parecen haber quedado atrás tras la cena con las autoridades del PRO, el martes por la noche. Y en poco más de doce horas, la diputada nacional Elisa Carrió, cofundadora de Cambiemos, y el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, exhibieron a su modo sus reparos.

“La reglamentación para fuerzas de seguridad dictada por la ministra Bullrich viola los Derechos Humanos fundamentales. Nosotros no vamos a ir al fascismo. Esto no significa que la Policía no tenga el poder para mantener el orden, pero a la ministra se le va la mano”, escribió la diputada de la Coalición Cívica y generó zozobras en el microclima político. La referencia directa en este caso era la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, con la promesa de llevar la discusión al Congreso.

Pero parecía ir más allá. “Al humanismo no se renuncia por demagogia electoral. No me importa perder votos, no es mi idea la disputa de poder ni los cargos públicos”, sostuvo la dirigente y no fueron pocos los que miraron hacia la Casa Rosada y la estrategia política que comanda el jefe de Gabinete Marcos Peña y que tiene al consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba como principal asesor. Carrió había pactado una tregua con la oficialismo para la finalización de la cumbre del G20 y reapareció puntual con sus cuestionamientos.

Monzó, a su modo, también envió ayer su mensaje. Con una sonrisa y con gesto sarcástico, cuando asumía por cuarta vez como presidente de la Cámara. “Me siento orgulloso como político y creo que esto ha sido destacado y es lo que me esfuerzo por hacer día a día”, agradeció el dirigente. Y agregó: “Reivindico la rosca política” porque en base a ella “se genera la confianzas para lograr los acuerdos y las leyes”. Algunos pensaron en Carrió como destinataria, ausente en el recinto y con algunos cortocircuitos con Monzó como antecedentes.

Pero Peña apareció como el principal apuntado en esa reivindicación de la rosca. “Esto no se hace de manera virtual, no se hace con las redes sino de manera personal”, fue la frase que hizo más ruido en ese sentido. La política “virtual” o por medio de las redes sociales frente a la política tradicional o territorial, de la que Monzó se ufana de pertenecer.

Tras la reorganización del organigrama de gestión cotidiana, Peña perdió peso en las decisiones. O, por lo menos, la centralidad exclusiva que tenía como “los ojos de Macri”, metáfora que compartía con el desplazado Mario Quintana. Pero el jefe de Gabinete preserva como preciado tesoro la potestad del armado político de Cambiemos a nivel nacional y la palabra final en las provincias. En ese rol, Peña parece el encargado de obturar las intenciones de Monzó de establecer acuerdos con sectores del peronismo amigables o dispuestos a sumarse de manera directa o como aliados eventuales a Cambiemos. Algo, por otra parte, que agrada al radicalismo, temerosos de esos arreglos a sus espaldas. Sobre todo, en territorios donde pretende encabezar lista y dar pelea.

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