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“El porcentaje de niños pobres es 6 veces mayor que el de adultos”

El Economista dialogó con Mariano Tommasi (UdeSA)

31 octubre de 2018

Entrevista a Mariano Tommasi UdeSA

El Economista dialogó con Mariano Tommasi, Profesor Plenario del Departamento de Economía de la Universidad de San Andrés (UdeSA), sobre la estructura social de Argentina, la tendencia de los últimos tiempos y los desafíos que tiene la política social para revertir la fragmentación.

En 2017, en el marco del proyecto Argentina 2030, publicó un artículo muy interesante. El título era “Argentina necesita un shock de capital humano”. Ese necesidad, imagino, sigue hoy tan válida, o más, que entonces. ¿Cuál es el diagnóstico sobre el que parte esa recomendación y, además, cuál es la tendencia?

Por diversos motivos, Argentina ha ido tendiendo a una mayor fragmentación social a través del tiempo. En parte por dinámicas de la economía y el mercado de trabajo, y en parte por lógicas propias de la reproducción intergeneracional de la pobreza, tenemos hoy en Argentina muchísimos niños y jóvenes que nacen y crecen en contextos de gran marginación. Hace ya algún tiempo los economistas hemos aprendido conjuntamente con otras disciplinas (como la neurociencia, la pediatría y la psicología) que las posibilidades de desarrollo personal y económico de las personas dependen crucialmente del cuidado de la salud, la nutrición, e incluso la contención, en edades muy tempranas. Y como estos insumos se dan mayormente en el contexto del hogar, las características y posibilidades de los hogares de origen terminan condicionando fuertemente las posibilidades futuras de los niños, lo cual lleva a destinos crecientemente divergentes.

¿Cómo son esas divergencias?

Hoy las jóvenes que se reciben de carreras universitarias tienden a postergar la maternidad, tienden a casarse con personas de nivel educativo y económico también alto, tienden a tener pocos hijos, y estos hijos por lo general van a buenas escuelas y cuentan con múltiples estímulos y apoyos en el hogar y fuera de él.

Mientras que a los niños que nacen de madres adolescentes con bajo nivel de educación les sucede exactamente lo contrario. Las divergencias de capital humano se multiplican, reproduciendo la pobreza y la desigualdad, que es urgente tratar de revertir a través de inversiones en el capital humano (salud, educación, cuidados, estímulo y acompañamiento) de los niños y jóvenes más vulnerables.

Además, está la ventana del “bono demográfico”?

Exacto. A esa urgencia se suma el hecho de que Argentina está atravesando la mitad del llamado “bono demográfico”, la etapa en la cual el número de personas dependientes (niños y ancianos) es bajo en relación a las personas en edad laboral, y en la cual habría que capitalizar a las generaciones futuras de trabajadores para que tengan la productividad suficiente para sostener el mayor número de ancianos en el futuro.

El país está embarcado en un ajuste fiscal. ¿Se puede hacer algo en ese contexto?

Quizás asignando mejor los recursos, imagino, porque el Estado, en sus tres niveles, no gasta poco, precisamente Lamentablemente, estas transformaciones no son sencillas, y menos aún en contextos como el actual de restricciones presupuestarias. Ojalá seamos capaces de priorizar adecuadamente con el futuro del país y de los más vulnerables en la mira. Argentina tiene un nivel de gasto público comparable con países de la OCDE, y tiene el mayor nivel de gasto social de América Latina. Sin embargo, a pesar de este esfuerzo fiscal, no hemos sido capaces de transformar la realidad de la pobreza estructural. Hacerlo requerirá de valientes reasignaciones presupuestarias, así como de gran inteligencia y foco en las intervenciones sociales para acompañar el desarrollo de las generaciones futuras.

Cuando se habla de las clases pasivas se suele enfocar más en los jubilados que en los que niños/as y adolescentes que aún no ingresaron en el mercado laboral. ¿Se justifica eso?

La tasa de pobreza entre los menores de 18 años parecería pedir, cuanto menos, mayores esfuerzos en ese segmento etario. El porcentaje de niños que son pobres hoy en Argentina es más de seis veces el porcentaje de adultos mayores que son pobres. Esto es en parte porque la esperanza de vida de los pobres es menor, y también por dinámicas de mayor pobreza en cohortes más jóvenes. No caben dudas que reasignar gasto social dedicado a adultos mayores hacia niños en contextos vulnerables mejoraría la equidad, y también posibilitaría una mayor sustentabilidad de las jubilaciones futuras. Algo semejante sucede en términos educativos. Reasignar presupuesto desde la educación universitaria hacia los jardines de infantes y centros de cuidado infantil a los que asisten chicos pobres sería positivo tanto desde el punto de vista de la eficiencia como de la equidad. Cómo exactamente intervenir para mejorar el capital humano de niños y adolescentes en contextos vulnerables también requiere una mejor comprensión de las metodologías de intervención y de los efectos de distintas políticas. En la Universidad de San Andrés estamos a punto de lanzar un Centro de Estudios para el Desarrollo Humano que se dedicará precisamente a investigar estos temas.

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