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Deuda, déficit y crecimiento tibio, la “pesada herencia” que recibe Bolsonaro

El Presidente electo de Brasil no tendrá una tarea fácil desde el 1° de enero de 2019

31 octubre de 2018

Por Sebastián Senlle 

Desde que se confirmó su triunfo sobre Fernando Haddad el pasado domingo, los analistas intentan imaginar cómo será el Gobierno de Jair Bolsonaro, que arrancará el 1° de enero de 2019.

Aunque es una incógnita qué parte de su agenda de campaña en temas sociales, militares y de seguridad llevará finalmente a la práctica, en materia económica el camino parece algo más claro, sobre todo a la luz de algunas cuestiones urgentes que condicionarán su hoja de ruta.

La necesidad de dinamizar el muy tibio crecimiento económico, tras la recesión de 2015-2016, aparece como un desafío teniendo como limitante una situación fiscal delicada, con la necesidad de corregir un déficit fiscal muy alto (7,4% del PIB esperado para 2018), y una deuda pública que no detiene su trayectoria creciente y ya alcanza un preocupante 77% del PIB.

“Dudo que la agenda de Bolsonaro pase por implementar medidas polémicas en lo económico. Brasil se encuentra en una situación económica frágil por la deuda pública: no tiene margen para decepcionar al mercado”, imagina Gabriel Zelpo, economista jefe de Elypsis. “En materia económica, la agenda está bastante establecida”, coincide Fausto Spotorno desde la consultora de Orlando Ferreres.

Manda el déficit

El principal limitante del próximo Gobierno vendrá dado por el lado fiscal. El déficit del sector público superará el 7%, como se mencionó, con una mejora leve desde el 10,7% de 2015, aunque todavía en valores demasiado elevados pese a la conflictiva agenda de ajustes de la gestión de Michel Temer.

Con un resultado primario en torno a 2%, el desequilibrio es mayormente explicado por el resultado financiero y deriva del pago de intereses de la explosiva deuda pública que alcanza los 5,2 billones de reales (equivalente a U$S 1,4 billones, o 77% del PIB). “El déficit fiscal que no se financió ni con reservas ni con maquinita hizo volar la deuda pública. Bolsonaro hereda números similares a los que mostraba Argentina cuando le toca el timbre al FMI: a Brasil también se le agotó el tiempo del gradualismo”, explica el economista Ramiro Castiñeira en un informe presentado a los clientes de la consultora Econométrica.

El Gobierno brasileño cuenta a su favor (a diferencia del caso argentino) con varios puntos. En primer lugar, el Banco Central no fue usado como “asistente financiero” y se mantuvo sólido, con reservas en torno al 20% del PBI y la inflación bajo control. En segundo lugar, la deuda está emitida en su enorme mayoría en moneda local, lo que despeja riesgos de default y le permite mantener el riesgo país por debajo de los 300 puntos básicos (menos de la mitad del que padece la Argentina). “También juega a su favor la ley, sancionada en la gestión de Temer, que congela el gasto público por los próximos 20 años: el aumento no puede superar el índice de inflación”, agrega Castiñeira.

La agenda del probable ministro de Hacienda, Paulo Guedes, buscará atacar en simultáneo el flujo de déficit y el stock de deuda pública. “En concreto, con la privatización del sistema de pensiones buscará reducir el déficit fiscal (flujo), mientras que con las privatizaciones, concesiones y venta de propiedades públicas buscará reducir un 20% la deuda pública (stock). También pretende realizar una reforma impositiva, que buscará bajar las alícuotas y simplificar el sistema tributario”, señala el reporte de Econométrica.

“Los mercados recibieron bien a Bolsonaro, pero eso también es un riesgo: si los defrauda en avanzar con la agenda market-friendly, puede ser castigado por esos mismos mercados”, advierte Martín Alfie desde la consultora Radar.

Comercio y crecimiento

El segundo eje viene por el lado de dinamizar la todavía muy tímida recuperación de la economía brasilera. La economía brasilera atravesó 2015 y 2016 en recesión, cayendo un 3,8% y 3,6% respectivamente, y avanzó un muy tímido 1% en 2017, por debajo del crecimiento poblacional. Los agentes no esperan “tasas chinas”: para 2018, el Relatório do Mercado que elabora el Banco Central de Brasil (análogo al REM del BCRA) espera 1,4% de crecimiento y para 2019, 2020 y 2021, 2,5%. “El nuevo presidente hereda una economía que no despega. Actualmente está un 6% por debajo del pico previo, de 2014, cuando culminó el boom de las commodities que favoreció a las economías emergentes”, señala Castiñeira.

Zelpo señala que, aunque tibio en la velocidad del crecimiento, 2018 no viene siendo un mal año para la economía brasilera, con el consumo minorista creciendo, el crédito privado en recuperación y un buen ritmo de generación de empleo. “Esperemos que Bolsonaro sepa consolidarlo”, concluye.

Con una agenda de recortes en el gasto público, la apuesta principal del nuevo gobierno para dinamizar la economía parece pasar por la apertura comercial y una mejor performance del sector exportador. En materia de competitividad, “tiene a favor una ley clave, de reforma laboral, que se logró aprobar este año y flexibiliza los contratos de trabajo”, señala el reporte de Econométrica.

Guedes ya dio avisos de que Brasil irá por una integración mucho mayor con el resto del mundo, buscando acuerdos comerciales bilaterales, lo que infringiría normas del Mercosur y haría crujir el bloque. “El Mercosur es una suerte de proteccionismo ampliado que imposibilita salir a ganar nuevos mercados de manera unilateral sin afectar acuerdos”, reflexiona Castiñeira, al tiempo que explica que “en esta nueva etapa, se propone avanzar con una demorada agenda de apertura comercial que permita a Brasil ganar nuevos mercados. El Mercosur no sólo no será prioridad, posiblemente tampoco será obstáculo en esta nueva etapa para alcanzar nuevos acuerdos comerciales”.

Según Alfie, eso no es una buena noticia para el país porque implica “perder un aliado estratégico”. Otros analistas creen que será un incentivo para que Argentina acelere sus esfuerzos de integración al comercio internacional, siendo ambas economías que se encuentran entre las más cerradas del mundo en términos de exportaciones e importaciones sobre PIB.

Así las cosas, mientras subsisten los interrogantes sobre su política migratoria, de seguridad y de relación con las minorías, por el lado económico se vislumbran más certezas sobre lo que será la gestión de Bolsonaro, con una agenda ortodoxa en lo fiscal (con eje en la reforma previsional como forma de bajar el gasto y en las privatizaciones, como forma de reducir el stock de deuda) y ambiciosa en la búsqueda de acuerdos comerciales, lo que podría hacer crujir el Mercosur.

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