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Una elección incierta con impacto regional

Gane quien gane, Brasil promete encaminarse hacia un proceso de reformas y realineamientos que siembra interrogantes en el resto de la región

24 septiembre de 2018

Por Nicolás Solari Poliarquía Consultores

Se dice, con razón, que Argentina es un país imprevisible. Pero lo cierto es que los avatares locales palidecen al ser comparados con la que sucede en Brasil, el Gigante sudamericano que marca el ritmo de la política y la economía de esta parte del globo.

Entre los acontecimientos que modelaron la campaña electoral brasileña hay de todo: un juez que lleva adelante una monumental causa de corrupción contra el establishment político y empresarial; un golpe institucional que depone a una presidenta reelecta; un ex mandatario encarcelado y proscripto que es a la vez el político más popular del país; y un frustrado intento de asesinato contra el candidato antisistema que lidera las preferencias electorales, todo en

una sociedad aquejada por la corrupción, la violencia y los efectos de una inconclusa recesión económica.

Ahora, a poco más de quince días para la elección presidencial, el escenario político parece consolidarse en torno a diez tendencias más o menos firmes.

Jair Bolsonario, el ultraderechista candidato del Partido Social Liberal marcha primero en todos los sondeos conocidos con cerca del 30% de intención de voto y se perfila como la gran revelación de la elección.

Fernando Haddad, el intelectual ungido por Lula da Silva desde su celda en Curitiba para encabezar el boleta del Partido de los Trabajadores (PT), se ubica segundo con el 20% de las adhesiones producto del paulatino trasvasamiento de votos a partir de la campaña “Haddad é Lula, Lula é Haddad”.

La lógica de la elección tiende a encaminarse hacia una polarización entre Bolsonaro y el PT, reforzada en los altos niveles de rechazo de ambos espacios.

El izquierdista Ciro Gomes (PDT), el conservador Geraldo Alckmin (PSDB) y la centrista Marina Silva (Red) parecen haber quedado relegados a un segundo plano.

Los indecisos y los que declaran que votarán en blanco se mantienen en un nivel cercano al 20% y se perfilan como una de las claves de la elección.

Es esperable que debido a la fragmentación de candidaturas, ninguno de ellos obtendrá la mayoría absoluta de los votos el 7 de octubre, por lo que se estima que la elección se definirá tres semanas después en una segunda vuelta.

Bolsonaro tiene, según los sondeos, el piso electoral más alto y el techo más bajo, lo que constituiría un escollo importante en un eventual balotaje.

Los escenarios de balotaje testeados por las encuestas muestran escenarios muy competitivos con diferencias que caen dentro del margen de error estadístico.

La agenda de la campaña comprende temas que van desde el rol del Estado, la corrupción y el desempleo hasta la cobertura pública de salud.

Tras el escándalo del Lava Jato los partidos cuentan con presupuestos más acotados, por lo que la creatividad, la utilización de redes y la estrategia comunicacional tendrán un papel decisivo en los resultados finales.

En este contexto, 148 millones de brasileños se encaminan a elegir no solo presidente y vice sino también los 513 miembros de la Cámara de Diputados, 54 de los 81 congresistas que conforman el Senado y todos los gobernadores y cuerpos legislativos de los 27 estados federales.

Independientemente del resultado final de la elección, Brasil promete encaminarse hacia un proceso de reformas y realineamientos que siembra interrogantes en el resto de la región. Ya sea con una reversión progresista o con una incierta aventura nacionalista, Brasil promete cambiar el clima político de una región que hasta hace poco parecía dispuesta a alejarse de las experiencias populistas y las administraciones de centroizquierda.

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