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Política cambiara todavía se busca

Es imprescindible una definición clara de las autoridades en un tema central de la política económica argentina

13 septiembre de 2018

El tipo de cambio es una de las variables fundamentales en todas las economías. Lo es aún más en Argentina porque es el principal vehículo de ahorro y varios mercados se mueven alrededor de su cotización, siendo el inmobiliario el caso más notable.

Sin embargo, pese a su importancia, los gobiernos no siempre definen una estrategia clara y duradera al respecto y por lo tanto las oscilaciones son bruscas y afectan el funcionamiento de la economía. Es lo que ocurre ahora. La secuencia es conocida porque el país la padeció varias veces: los ciclos de apreciación cambiaria son veranitos que terminan con correcciones bruscas porque la estructura productiva vernácula no genera los dólares suficientes para sostenerlos. Entonces llegan las crisis con altas tasas de inflación y recesión hasta que luego del ajuste del sector externo comienza el nuevo ciclo, pero desde un escalón más bajo. Una y otra vez.

Argentina tiene en este momento un tipo de cambio alto, tal vez demasiado para algunos y cabe esperar que baje en términos reales en los próximos meses porque la inflación será elevada. Pero lo razonable sería sostenerlo en un nivel alto para aprovechar sus ventajas y porque ya es inevitable pagar los costos asociados a una brusca devaluación. Un tipo de cambio relativamente alto y estable ayuda a incrementar las exportaciones, lo que es vital para Argentina, genera oportunidades de negocios en todo su territorio y promueve el desarrollo de sectores industriales que generan empleo de calidad. Sería bueno que el Gobierno defina su posición en la materia sin ingenuidades al estilo de Federico Strurzzeneger que sostenía “que había que acostumbrarse a la flotación” ni el cortoplacismo extremo de Luis Caputo que opera diariamente en el mercado desde la mesa del BCRA.

El tipo de cambio es clave y no puede ser rehén de la especulación financiera como lo es ahora.

En el segundo mandato de Cristina Kirchner continuó la apreciación del peso hasta que el dólar pegó un salto en febrero de 2014 para luego retomar su sendero bajista hasta comienzos de 2016 cuando se produjo otra fuerte devaluación del peso para al poco tiempo volver a un ciclo de apreciación durante el resto de 2016 y 2017. En 2018 empezó otro proceso de devaluación del peso que tuvo su pico en agosto. Como destaca el economista Jorge Lucángeli, en cuatro años tuvimos fuertes atrasos y fuertes adelantos del tipo de cambio.

En este contexto sería positivo que el Gobierno deje en claro cuál es su política en materia cambiaria. Donald Trump, por ejemplo, no se cansa de repetir que quiere un dólar más débil, y si bien hasta ahora no pudo cumplir con ese objetivo, está claro lo que busca.

Ayer trascendió que el Gobierno está proyectando un dólar a $42 para diciembre del año que viene y una inflación de 25% en 2019 lo cual significaría una apreciación del tipo de cambio. ¿Es lo que se busca? No se sabe.

Además el año que viene hay elecciones. Y un dólar barato es tentador para los gobiernos porque contribuye a controlar la inflación, ayuda a los servicios que tienen mucho peso en las zonas del país más densamente pobladas y por lo tanto decisivas para el resultado de las elecciones y le da capacidad de consumo de bienes nominados en dólares a los sectores sociales de ingresos medios-altos.

Las ventajas de un tipo de cambio más alto se sienten con más fuerza en otras regiones del país y sus beneficios se sienten en el mediano plazo, pero son más duraderos.

Las dudas son muchas, pero es imprescindible una definición clara de las autoridades en un tema central de la política económica argentina.

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